¡Luces, cámara…acción! Se vivió el martes 10 de este mes en el foro desde donde la cadena estadounidense ABC News transmitió al mundo el primer cara-cara entre la y el candidato a la presidencia de Estados Unidos, Kamala Harris y Donald Trump.
El encuentro, muy esperado desde que el exmandatario Joe Biden abandonó el 21 de julio la carrera por la reelección, cumplió las expectativas del espectáculo patentado por esta actividad que, históricamente, ha incidido en las y los votantes que aún deshojan la margarita electoral.
Una Harris con la sonrisa no tan espontánea que la caracteriza, pero ceñida a comportarse como le recomendaron sus asesores y un Trump siendo Trump, durante 90 minutos emularon a un partido de futbol, con ataques, contragolpes, fintas y hasta faltas fingidas.
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Aborto, armas, migrantes y referencias de actuaciones anteriores de una y otro dominaron la guerra de palabras y gestos a lo largo de la contienda en la que, como no hubo goles, cada parte y sus porristas han pasado a esparcir opiniones tipo jueces de boxeo; es decir, decisión dividida igual a que todo depende del ángulo desde el que se enfoca el objetivo. En ese marco, vienen tiempos de tergiversación y desinformación mientras la moneda está en el aire.
Si Estados Unidos representa para nosotros la casa de la esquina de nuestra cuadra, aunque para ellos seamos su patio trasero, México es el vecino de al lado. Ahí la pugna partidaria está candente. El mismo martes y en la madrugada del miércoles se registraron incidentes y burdas maniobras derivadas de las discusiones por una reforma judicial, aplaudida por el oficialismo, y repudiada por la oposición.
Una de las aristas de la iniciativa impulsada por el gobernante Andrés Manuel López Obrador abre al sufragio ciudadano la elección de jueces y magistrados, allá no existen comisiones de postulación, y en el Senado se suscitó una competencia codo a codo para aprobarla o rechazarla. Al final, un opositor inclinó la balanza a favor del partido de gobierno.
Previamente, el protagonista, quien frente a la historia será recordado como héroe o traidor, según la perspectiva desde la que sea evaluado, se reportó enfermo para no asistir a la sesión, envió al papá a sustituirlo en el escaño, justificarlo y encarar a sus copartidarios, pero repentinamente sanó y votó. En el ínterin, hubo aparentes cortapisas para que otros senadores pudieran desplazarse, retenciones forzadas y una turba irrumpió en el recinto legislativo donde causó destrozos y obligó a buscar un espacio alterno.
Sin la tragicomedia de los párrafos anteriores y con el sello del abuso de poder del gobierno, en Nicaragua se anunció que Daniel Ortega despojaba de la nacionalidad y confiscaba los bienes de 135 excarcelados que una semana antes llegaron a Guatemala a instancias de Estados Unidos. La acción, dramática para las personas afectadas, se concretó por medio de la Corte Suprema de Justicia, sustentada en que las y los exprisioneros «atentaron contra la soberanía, independencia y autodeterminación del pueblo nicaragüense (sic)».
Muy poco puede decirse al respecto, solo empatizar por lo que implica quedarse de la noche a la mañana sin nada, por muchos o escasos recursos que se tengan. Perder el patrimonio y el derecho humano fundamental que jurídicamente vincula a un individuo con un Estado, es muy doloroso. Para quienes lo padecen conlleva empezar desde cero.
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