Un preocupante reportaje de Rosa María Bolaños de Prensa Libre (22 de abril) lleva como título El aumento del precio de los granos básicos en Guatemala impacta en la seguridad alimentaria. Este pareciera pasar desapercibido en las tendencias de las redes sociales, más preocupados por el gol anulado al Barcelona, el abuso policial en San Andrés Itzapa o el cobro de impuestos a Netflix y los Airbnb.
Uno de los recuadros llamativos en el reportaje, resalta que el ministerio responsable de la agricultura reconoce que hay un problema de escasez del grano básico emblemático y espera los muy conocidos contingentes de importación, esta vez de la China continental. Antes, incluso con gobiernos militares, se contaba con una empresa pública como INDECA que, con todos sus bemoles, tenía silos estratégicos para estabilizar precios y hacerse acompañar de diversas políticas de fomento productivo campesino. Con el advenimiento de la democracia, paradójicamente, y el reinado de la era Arzú, las políticas etiquetadas como «neoliberales» acabaron con el sector público agrícola. Un responsable de ello fue su ministro de agricultura Reyes Mayén que se trasladó en el gobierno de la UNE a gerentear el IGSS, en favor de los monopolios farmacéuticos internos.
El reportaje de marras muestra que los precios del frijol han tenido un alza constante que se duplicó al pasar de Q323.97 el quintal a Q682.50 en tan solo cuatro años. Algunos avatares también se señalan para el arroz; los entrevistados culpan a plagas, enfermedades y al trillado cambio climático. La cosa sería sencilla si se tratara tan solo de problemas ocasionales o bien estacionales; sin embargo, desde hace décadas hay una escuela de pensamiento que, al tratar los dilemas productivos y económicos, se adentra en causas estructurales que se ocultan por motivos ideológicos e intereses de agronegocios y monocultivos. Así, vuelven a relucir dos problemas centenarios: la cuestión agraria y la inseguridad alimentaria. Desafíos entonces muy graves.
Guardo, así como un tesoro, adquirido en FILGUA 2022, un relato de los anales de un Seminario Internacional sobre La cuestión agraria y sus retos en el contexto latinoamericano, realizado en La Antigua Guatemala en mayo del 2007, en plena era de reinado de don Oscar Berger y sus partidos conservadores y proempresariales.
El seminario contó con el impulso organizativo de la Escuela de Ciencia Política y la Facultad de Agronomía de la Universidad de San Carlos, de la Asociación Centroamericana de Sociología, de la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales -AVANCSO- y del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales -CLACSO-.
Uno de los temas abordados fue cómo conciliar la lógica del capital y la búsqueda de ganancia a través de los agronegocios con el espíritu de los Acuerdos de Paz; también, estos últimos tan relegados como los temas de tributación directa y cosas por el estilo, vinculadas al combate de la desigualdad y de las exclusiones.
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La frase que cito de Ursula Roldán está acompañada de una serie de reflexiones sobre la falta de acompañamiento del Estado a las nuevas fisonomías agrarias en torno al acceso a la tierra. Pareciera ser que una acción importante se ha omitido, y es la referente a las estrategias que incluyan la inversión inicial necesaria para que las economías campesinas se desarrollen. A mi juicio, se trata así de un fracaso de los procesos organizativos comunales para articular esfuerzos productivos y de sostenibilidad. En la era actual el desfalleciente Fondo de Tierras, que tiene su elegante sede en la zona 9, es uno de ellos.
La discusión amerita, según la analista citada, en considerar las diferentes dinámicas rurales, como las de los productores y cómo tales dinámicas condicionan los procesos de desarrollo que se van a generar hacia el futuro. Además, no se establecen políticas sociales, educativas, de salud y desarrollo de otras actividades no agrícolas, afirma.
Se ha perdido entonces el norte, y ello se potencia con el señuelo de la gran cantidad de divisas, producto de la diáspora y las remesas, que permite abrir contingentes a cero arancel, incluso con una nación con la que no tenemos relaciones diplomáticas, pero que se constituye en nuestro principal abastecedor de bienes… desde baratijas y joyas, hasta granos básicos hoy en día: la gran China continental.
El tema es complejo de discernir, discutir, e incluso de percibir. Guatemala se está hundiendo en un marasmo de actividades internas vinculadas con la distribución de bienes y el consumismo. Pero se trata de bienes producidos en otras naciones y, que se adquieren de forma relativamente barata por cierto tiempo, gracias a la presencia de un tipo de cambio que no se mueve y que estimula la importación por sobre la exportación y la producción interna.
El país que pierde el norte de la producción y de la seguridad alimentaria es un país artificial, y hasta cierto punto haragán, llenándose de agencias importadoras, agentes aduaneros y comerciantes, en vez de gente con tecnología, que transforme y se ocupe del ingenio de la oferta de bienes y su industrialización. Se ha perdido así el rumbo de la agricultura y de la industria para la población y el mercado interno, se busca que las remesas duren por siempre para que podamos abrir contingentes arancelarios, gracias a políticas de librecambio que siempre viajan en beneficio contrario a las grandes mayorías de la población. Más temprano que tarde llegará la hora que esta miopía se pague muy caro.
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