«El sentido común es el menos común de los sentidos», reza una expresión popular que cae como anillo al dedo cuando se trata de afrontar experiencias en el tráfico citadino, así como en distintas zonas urbanas del país. En ese sentido, es usual que si el semáforo marca rojo, los agentes de tránsito ordenan avanzar, y detenerse al alumbrar el verde. Dada la recurrencia, seguramente tendrán indicadores que sustentan una decisión bastante discrecional.
Precisamente, la comuna metropolitana señala que en sus áreas de influencia circulan 650 mil automotores y a fin de reducir en un 25 por ciento el congestionamiento en las «horas pico» anunció la instalación de 500 «semáforos inteligentes». La comunicación edil respalda el proyecto en que habrá una disminución del 15 por ciento en los accidentes y, con base en la tecnología, los aparatos serán manejados a control remoto.
Al reconocer que el sistema de semaforización es obsoleto, el mensaje de la Municipalidad detalla que cada tres meses se colocarán 70 artículos triseñal. Por cierto, la afirmación sobre el estado de situación es innecesaria porque es más que obvio desde hace por lo menos una década, y para un ejemplo basta con recorrer un día de bajo flujo de carros y motos por una calle de la zona 1 y padecer el absurdo de parar en cada cuadra por la falta de sincronía en los semáforos.
Vale mencionar que la idea se ha venido anunciando desde hace un par de años, por lo que habrá que esperar los resultados cuando se eche a andar. Ojalá su inicio se produzca con todas las pruebas del caso para garantizar impacto y efectos positivos de inmediato y no haya que modificar sobre la marcha, pues de ocurrir esto volveremos a las de siempre.
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También es importante aludir que a la Policía Municipal de Tránsito corresponde velar porque quienes conducen vehículos respeten el reglamento. Sin embargo, como esta atribución se cumple relativamente, o por lo menos las acciones preventivas o sancionatorias son insuficientes, la realidad muestra cómo se complica la tarea.
De esa manera vemos que, además de que los PMT dan vía en rojo y detienen en verde, no es extraño que otros representantes de la comuna –los pilotos del Transmetro– bloqueen intersecciones al seguir adelante con la luz amarilla y no logran coronar la vuelta. Por supuesto, no todo recae en el lado oficial, la jungla motora es amplia en sus componentes. A quienes manejan vehículos de cuatro ruedas les toca sentir efectos de tercera dimensión cuando sobre la derecha y la izquierda los abanican motoristas irresponsables, en tanto que las y los ciclistas solo tienen la protección del casco. Asimismo, pilotos del transporte pesado no respetan carril ni límites de velocidad.
Otras estampas del desorden y la desesperación que conlleva el desplazamiento por la urbe es la falta de cortesía, pese a que todo iría mejor si se cediera en lugar de entorpecer el paso; conducir con extrema lentitud cuando no procede o parar para comprar algo cuando no hay margen de tiempo para la adquisición. En fin, como nuestras calles y avenidas no son de hule y los pasos a desnivel a veces alivian, mas no curan, a ver qué ocurrirá con los semáforos que superan al raciocinio.
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