El día de hoy, 9 de agosto 2024, –fecha en que escribo este artículo–, me enlacé a una sesión por medio de una plataforma virtual donde participamos el señor decano de la Facultad de Ciencias de la Salud del Sistema Universitario Landivariano (y parte de su equipo), las señoras subdirectora académica y coordinadora académica de la Carrera de Medicina del Campus San Pedro Claver, S.J. de la Verapaz. Tres eran los temas torales por tratar, pero uno sobrepasó mis expectativas.
Se hizo de nuestro conocimiento que a partir de ese momento se iniciaban los procesos de acreditación internacional de la Carrera de Médico y Cirujano de nuestro campus y, por supuesto, todos los procesos por seguir. Quienes estábamos participando nos declaramos casi, en sesión permanente. Entre otras razones, porque incluso tratamos el sueño, por ahora en vías de convertirse en realidad, de nuestro propio hospital universitario (a nivel de todo el sistema).
A decir verdad, al escuchar la noticia me fue difícil conciliar los momentos siguientes con aquellos recuerdos que, a manera de flashazos, rememoré desde el 12 de febrero de 1992 (fecha de la primera Lección Inaugural en la entonces Sede Regional de la Verapaz) hasta la actualidad.
La primera frase que brotó en mi mente correspondió a una alocución del padre Pedro Arrupe, S.J., 28° prepósito de la Compañía de Jesús entre 1965 y 1963: «No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido». 1 Se la escuché a monseñor Luis Manresa y Formosa, entonces Rector, quien también nos dijo (a la primera directora y a su comité de apoyo): «Yo espero que, en no más allá de veinte años, se tenga toda una institución que albergue las carreras más urgentes de ciencias de la salud, que den respuestas concretas a las necesidades más ingentes de la población».
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También brotaron algunos recuerdos no gratos como las oposiciones que hubo a las cuales –el decanato de entonces, la dirección de campus y sedes regionales y nosotros mismos– les hicimos frente acompañados de egregios jesuitas como Carlos Rafael Cabarrús y Jorge Sarsaneda. En aquella ocasión el padre Carlos Cabarrús (antropólogo), aprovechó para aleccionarnos acerca de las experiencias del mal que se opone al bien. De la página 117 de su libro La danza de los íntimos deseos, siendo persona en plenitud, nos leyó: «El pensamiento ilustrado ha ridiculizado siempre la creencia en la existencia y la acción del diablo. La ciencia ha contribuido a eliminar esta creencia en la conciencia general de la gente, y esto creo que te parecerá bien. Pero resulta demasiado simplista prescindir de la antigua convicción cristiana de su presencia. Y es que la experiencia del mal –que tú has de haber experimentado muchas veces y de muchas maneras– no puede explicarse sólo a partir de la concepción del mundo que nos brindan las ciencias actuales». 2
Nosotros, el equipo de Verapaz, experimentamos esa terrible presencia durante los lapsos previos a la inauguración de cada nueva carrera que ponemos al servicio de la población, Pero aquellas pertenecientes a las ciencias de la salud fueron muy fuertes. Desde bromas chuscas, hasta otro tipo de sintomatología, nada grato. Nuestro único propósito era y es el bien por el bien mismo.
Hoy podemos decir con orgullo que, de cada diez médicos graduados con nosotros y que se someten a oposiciones nacionales e internacionales para optar por una residencia médica, entran siete u ocho jóvenes profesionales (70/80 %). Y no sé por qué razón, estos logros que alegran a muchísimas personas, lastiman a otras pocas (así es el dinamismo del mal espíritu).
Sin perjuicio de los argumentos anteriores, hoy tenemos ya más de 3 mil alumnos en carreras de pregrado y más de 300 en carreras de postgrado. Y todas las carreras tienen para nosotros el mismo nivel de importancia, ya que todas responden a la vocación del campus, entendida como la demanda que la región a la que servimos nos plantea.
También traje al presente aquel sueño inicial llevado al diálogo. Fue el año 1987 durante un retiro del clero diocesano de Verapaz. Los interlocutores fueron los obispos Luis Manresa y Formosa, S.J., y Gerardo Flores Reyes, Obispo de Verapaz. Monseñor Flores le dijo a su antiguo superior: «Qué me dices: ¿traemos la universidad a la diócesis?». Y don Luis Manresa le respondió: «Dalo por hecho».
Porque fui testigo de ello afirmo que se vale y se debe soñar (bajo el amparo del buen espíritu).
1 https://www.religiondigital.org/tendiendo_puentes/Arrupe-premio-Derechos...
2 Cabarrús, Carlos (2006). La danza de los íntimos deseos. Siendo persona en plenitud. Desclée de Brouwer: Bilbao. Pág. 117.
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