En las democracias maduras, el debate se da en torno a las ideas o a los argumentos, y no en torno al sujeto. Pero en Guatemala el debate es de una democracia puberta, en la cual queremos opinar y decir nuestra postura, pero aún nos faltan elementos de juicio y de comprensión para desarrollar la discusión y elevarle el nivel. Nos hemos acostumbrado a un debate simple, en el que no se profundiza en el análisis, en el que no se busca conocer el problema y sus causas, en el que no importan mucho las estadísticas porque nos conformamos con elementos subjetivos y argumentos bipolares que simplifican la realidad.
Por eso, con facilidad caemos en lo que el licenciado Alejandro Argueta, asesor del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), dio por llamar «bipolaridad perversa». Los buenos versus los malos. El sujeto por encima del objeto de estudio. Esta forma de juzgar la realidad entre buenos y malos no solo no es científica, sino que además es perversa, ya que al centrarse en el individuo, y no en el problema, evita conocer las causas y enfrentarlas. Por eso paramos llenando las cárceles, pero el sistema corrupto sigue intacto.
En esta lógica bipolar, en el conflicto laboral del MSPAS, los buenos, para algunos, son los sindicatos, pues representan a la clase trabajadora, y los malos son, por supuesto, los empleadores, que explotan a los trabajadores. Para otros, en cambio, estos sindicatos son los malos porque solo representan sus propios intereses y no permiten que los buenos hagan su trabajo. En esta bipolaridad es fácil tomar partido. Según de qué lado estás, sabes quiénes son los malos y quiénes los buenos. Sin embargo, la realidad es más compleja que esta perversa dicotomía.
En la antesala de este conflicto subyacen una serie de malas prácticas de la burocracia dentro de las cuales, por ejemplo, se creó un bono por fondos no ejecutados que se distribuye entre los empleados. En la práctica, este bono se convierte en un incentivo para no ejecutar. ¿Quién quiere ejecutar si sabe que los fondos que no se ejecutan serán repartidos después entre los trabajadores?
También subyace el tráfico de plazas, que ha sido una práctica común desde hace años y que genera una maquinaria de lavado de fondos públicos. Según datos de los funcionarios del MSPAS, en el 2013 se crearon 20 000 plazas sin que existiera un estudio que justificara su creación y en una clara alianza de intereses personales.
El 60 % de los trabajadores del MSPAS están en renglones temporales, es decir, no generan derechos laborales. Unos 17 000 empleados están en calidad de contratistas, aunque muchos de ellos prestan un servicio permanente en los centros de salud. Sin embargo, por su condición de contratistas, se supone que el Estado no debe proveerles herramientas de trabajo (instrumentos quirúrgicos, guantes, jeringas, etcétera) necesarias para cumplir con su labor diaria.
Pero el cuadro se complica aún más debido a que las mismas entidades del Estado se contradicen en su directriz. Mientras la Contraloría dice que son contratistas y, por tanto, no generan derechos, el Ministerio de Trabajo dice que son trabajadores, por lo que les da trámite a las denuncias y obliga al MSPAS al pago de salarios caídos y a la reinserción del trabajador.
Reglamentos obsoletos, malas prácticas, falta de un criterio homogéneo entre las instituciones del Estado, corrupción, tráfico de plazas y más. Entender este juego es más complejo, pero es lo que nos permitirá darles solución a los problemas.
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