Blanca Aída Stalling Dávila, magistrada y expresidenta de la Cámara Penal de la CSJ, ha protagonizado escándalos de tales magnitudes que habrían acabado con la carrera de cualquier integrante del Organismo Judicial (OJ). Sin embargo, sigue ejerciendo sin impedimento uno de los cargos mas importantes en la administración de justicia.
Si uno teclea «Blanca Stalling» en Google, aparece una enciclopedia de alegatos en su contra. Se le acusa, entre otras cosas, de tener vínculos cercanos co...
Blanca Aída Stalling Dávila, magistrada y expresidenta de la Cámara Penal de la CSJ, ha protagonizado escándalos de tales magnitudes que habrían acabado con la carrera de cualquier integrante del Organismo Judicial (OJ). Sin embargo, sigue ejerciendo sin impedimento uno de los cargos mas importantes en la administración de justicia.
Si uno teclea «Blanca Stalling» en Google, aparece una enciclopedia de alegatos en su contra. Se le acusa, entre otras cosas, de tener vínculos cercanos con el crimen organizado, de sobornar a jueces, de corrupción, de promover pactos de impunidad y hasta de fraguar un complot para desestabilizar a la fiscal general. Estas acusaciones, gravísimas aun para cualquier ciudadano común y corriente, trasciende a lo perverso cuando se trata de un operador de justicia.
Parece que la corrupción corre en la sangre de la familia Stalling: no solo se ve seriamente cuestionada la magistrada, sino también su hijo, Otto Molina Stalling (implicado en el caso IGGS-Pisa), y su cuñada, la jueza Marta Stalling, luego de haber dejado en libertad sin justificación a seis acusados en el caso La Línea. Pareciera que los Stalling están audicionando para puestos con los Corleone.
La Hora denomina a la magistrada «la jueza de la impunidad», un titulo honorífico que le otorgaron tras estallar el bombazo del caso Bufete de la Impunidad, en el cual, según las intercepciones telefónicas utilizadas en el caso, «ella esta detrás». Si es así, ¿como puede seguir ejerciendo uno de los papeles más poderosos de la nación? En cualquier otro país, la magistrada ya habría renunciado por pura vergüenza.
Quizá la indignación selectiva de la población tenga algo que ver con el hecho de que la magistrada pertenece a una familia de militares. Según un artículo de Plaza Pública, es hija del coronel Eduardo Caal Rossi y tiene dos hermanos militares, uno de los cuales logró ascender a ministro de Salud. Dicho esto, más grandes que Otto Pérez Molina no vienen. ¿O sí?
Si no se depura el sistema de justicia, los frutos de las manifestaciones y las subsecuentes capturas de 2015 se van a podrir. No es exagerado decir que el futuro del país depende de la independencia de la judicatura. Si el objetivo del gran despertar de 2015 era poner fin a la corrupción y a los abusos de autoridad, no basta con capturas: tiene que haber fiscalización y observación de los procesos por parte de la sociedad civil y una depuración concienzuda del sistema que va a administrar estos casos.
Mientras se resuelven estas cuestiones existenciales, la cuestión inmediata es: ¿se pueden garantizar realmente procesos independientes para los familiares de Blanca Stalling estando ella en la corte? Uno solo puede imaginar cómo estará extendiendo sus tentáculos de influencia dentro del OJ.
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