Plaza Pública cumple cinco años de existir, y yo también cumplo cinco años de existir en el internet. Porque, a diferencia de los medios análogos, los digitales nos inmortalizan de una forma extrema, a un solo clic de muchas de mis ideas y vivencias desde hace cinco años, cuestión que no pasa en un periódico de papel.
Plaza Pública era el primer periódico nativo digital en el país, es decir, no tenía un antecedente físico, nació digital. Martín le insertó toda su ener...
Plaza Pública cumple cinco años de existir, y yo también cumplo cinco años de existir en el internet. Porque, a diferencia de los medios análogos, los digitales nos inmortalizan de una forma extrema, a un solo clic de muchas de mis ideas y vivencias desde hace cinco años, cuestión que no pasa en un periódico de papel.
Plaza Pública era el primer periódico nativo digital en el país, es decir, no tenía un antecedente físico, nació digital. Martín le insertó toda su energía y entusiasmo. Era el primer hijo de Martín. Recuerdo que cuando estaba por lanzar el proyecto le insistí en licenciar el medio con Creative Commons. Y platicamos mucho sobre la congruencia que tenía que tener el medio con la idea de transparentar el periodismo en Guatemala. Y parte de eso era permitir que todo el contenido de este fuera de uso libre para los consumidores, cuestión que no pasa en la mayoría de medios de información, en los cuales para poder reutilizar material es necesario el permiso del autor. Desde su inicio Plaza Pública se convirtió en un caso emblemático del capítulo de Creative Commons en Guatemala. Ahora Nómada lo acompaña.
El cúmulo de estos detalles transformó a Plaza Pública en una verdadera amenaza al statu quo en el país. La diversidad de los columnistas y el entusiasmo de su director, pero sobre todo la seriedad de sus investigaciones, nos regalaron a una nueva generación otra idea de cómo hacer periodismo en estos países donde la información está en pocas manos.
A Plaza Pública me invitó Martín Rodríguez. Él quería historias y posturas antagónicas que contar. Yo tenía pánico porque carecía de la técnica para escribir semanalmente una columna. Peor aún, no sentía que mis ideas estuvieran suficientemente definidas como para abrirlas al mundo y dejarlas en piedra (internet). Pero me animé porque me encantan los retos y porque es difícil decirle que no a Martín.
Durante estos cinco años he utilizado este espacio como un micrófono de denuncia a situaciones que se hablaban en calladito, como el caso del Colegio Alemán, que me resultó en amenazas de los abogados que llevaban el caso. También lo use para criticar campañas machistas, lo que resultó en el enojo de Mario Antonio Sandoval. Y, por qué no decirlo, también lo he utilizado como un espacio para desahogar mis penas y dolores y compartir mis alegrías.
Pero sobre todo he utilizado este espacio para desafiarme y desafiar la idea chapina de etiquetar a todos y de imposibilitar el diálogo mediante el uso indiscriminado de falacias. No he dejado de escribir en Plaza Pública a pesar de que eso me marca en el sector privado. Tampoco he dejado que mis columnas sean políticamente correctas a los ojos de la mayoría que lee y comenta en este medio. En Plaza Pública he aprendido a defenderme y a desafiar el sistema. Lo que me recuerda el nombre de esta columna, tan lejano y tan cercano a la vez, CA-5, que surge del deseo de romper con las fronteras, de abrir caminos por donde la mayoría considera imposible pasar.
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