Los griegos decían Polis cuando se referían principalmente a la comunidad de personas que compartían en un territorio definido y de alguna forma se referían en segunda instancia a la estructura física. Los romanos por su parte usaban la palabra Civitas para la comunidad de personas y urbe para la parte física o de infraestructura y mobiliario.
En el siglo VI, San Isidoro de Sevilla escribía en sus Etimologías lo siguiente: Civitas es una muchedumbre de personas unidas por vínculos de sociedad, y recibe ese nombre por sus ciudadanos (cives), es decir, por los habitantes mismos de la urbe [porque concentra y encierra la vida de mucha gente]. Con el nombre de urbe (urbs) se designa la fábrica material de la ciudad, en tanto que civitas hace referencia, no a sus piedras, sino a sus habitantes (Etymologiarum XV, 2, B.A.C. 1994).
Ciudad viene entonces derivado principalmente de Civitas para referirse a esa aglutinación de personas y a los ciudadanos como Civis. Sin embargo hoy cuando nos referimos a ciudad muchos pensamos directamente en calles, pasos a desnivel, infraestructura, mobiliario urbano (de urbe) y toda la parte física que vemos cuando pensamos en una ciudad. Justamente el término urbano si se deriva de la palabra urbe y esta es la que originalmente define el material de la ciudad.
Comprender esto es importante para saber que administrar una ciudad implica trabajar tanto en la parte de la infraestructura y los servicios públicos que deben prestarse como en las normas y formas de convivencia entre los ciudadanos que comparten en esa ciudad. Esto significa construir ciudad más ciudadanía.
Cuando en un espacio urbano tenemos una mayor aglomeración de personas necesitamos planificar la capacidad de la infraestructura en función de las necesidades actuales y las necesidades previsibles para las próximas décadas. Debemos poder tomar en cuenta los servicios como agua, movilidad (incluye vialidad, transporte público, aceras, ciclovías), electricidad, saneamiento, disposición final de desechos sólidos, vivienda, gestión de riesgo, educación, salud, empleo, generación de ingresos, cultura, ocio y deporte.
Esto no quiere decir que todos los servicios los deba prestar la municipalidad directamente, algunos pueden ser del gobierno central y otros de empresas u otro tipo de instituciones privadas. Pero sí es indispensable planificarlos, gestionarlos o proveerlos adecuadamente para asegurar un desarrollo sostenible de los ciudadanos que habitan y habitarán en esa ciudad.
El desarrollo de las ciudades depende mucho de la capacidad y calidad de los servicios públicos disponibles. El tenerlos no asegura el desarrollo pero el no tenerlos sí asegura no tener desarrollo. Planificar adecuadamente estos servicios en función de un modelo de desarrollo económico previsto, la capacidad del capital humano (escolaridad, capacidades y habilidades), la vocación del suelo y la disponibilidad de inversión privada, hace más accesible el desarrollo sostenible de la población que está conviviendo en ese territorio. Las empresas municipales de servicios públicos no tienen la atención debida de las municipalidades ni de la población. Es indispensable reevaluar la función y características de estas para convertirlas en gestoras del desarrollo del municipio y sus vecinos.
El complemento a estas estrategias de desarrollo es poder generar las normas legales y sociales de convivencia en este territorio. La estabilidad social permite disminuir la conflictividad entre los vecinos, entre vecinos y autoridades y entre autoridades locales y nacionales. Establecer pactos de convivencia en los diferentes niveles es fundamental para prevenir y resolver conflictos sociales de todo tipo.
Necesitamos establecer condiciones para construir ciudades para la gente y paralelamente construir gente para las ciudades. Ambas son condiciones indispensables para mejorar los índices de desarrollo humano en el país. Actualmente, el 52% de la población guatemalteca vive en áreas urbanas y hemos previsto que en las próximas décadas ese porcentaje subirá a 75%.
Esto hace indispensable una política pública de Estado que permita planificar esas ciudades pequeñas, intermedias y grandes que están creciendo sin control, de manera desordenada y sin la formación ciudadana indispensable para poder administrar el crecimiento natural que vendrá de estas áreas urbanas.
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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