En teoría, la detención del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por su sigla en inglés) es una de tipo civil, y no una de tipo criminal ni una forma de castigo. Sin embargo, en la práctica, los centros de detención del ICE son conocidos por violar los derechos humanos de los migrantes, así como de criminalizarlos y castigarlos. Recientemente, una enfermera denunció que un centro de detención en Georgia efectuaba histerectomías forzadas en mujeres migrantes. Un detenido de ese centro afirmó: «La unidad médica no es de ninguna ayuda, incluso si te estás muriendo […] Para todo, incluidas las enfermedades graves, solo reparten Ibuprofeno». Otro dijo: «Este lugar no está equipado para seres humanos».
Los centros de detención no están equipados para enfrentar la pandemia, y los detenidos a menudo no reciben servicios médicos, incluso si están enfermos. Entre 2004 y 2019 ha habido al menos 193 fallecidos en detención. Algunos murieron por enfermedades curables. A pesar de estos peligros, el Gobierno estadunidense se ha negado a liberar a los detenidos, incluso si corren un alto riesgo de contraer covid-19. Es alarmante cómo el confinamiento solitario, una forma de castigo, se ha utilizado contra detenidos que ha dado positivo por coronavirus. Históricamente, el ICE ha utilizado de manera inapropiada el confinamiento solitario contra sus detenidos, a quienes encierra en una habitación sin ventanas durante 22-24 horas al día, casi sin ningún contacto humano. En 2019, con la obtención de miles de documentos del Gobierno, varios medios de comunicación detallaron las prácticas inhumanas de confinamiento solitario del ICE. De 8,488 casos de confinamiento solitario registrados entre 2012 y 2017, más de la mitad habían pasado más de 15 días en aislamiento, al menos 187 durante más de seis meses y 32 durante al menos un año. Más de la mitad de los recluidos eran de Guatemala, México, El Salvador y Honduras. Si bien la reclusión en régimen de aislamiento es una medida punitiva, 373 de ellos fueron colocados allí porque tenían tendencias suicidas, un tercio de ellos sufría de alguna enfermedad mental, y otros como «huelguistas de hambre, detenidos LGBT y personas con discapacidad [también fueron] aislados» como medida de protección. Otros detenidos sufrieron aislamiento sin motivo aparente, como los «más de 60 detenidos discapacitados» que fueron puestos en régimen de aislamiento «únicamente porque necesitaban una silla de ruedas u otra ayuda». Según el relator especial de la ONU sobre la tortura, el confinamiento solitario debería prohibirse, ya que «puede constituir tortura o un trato cruel, inhumano o degradante».
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A pesar de las consecuencias negativas del confinamiento solitario, el ICE lo ha utilizado para tratar cruelmente a pacientes con covid-19. En un centro de Arizona, 45 hombres fueron puestos en confinamiento solitario en junio después de que dieron positivo por el virus. En otro caso en Colorado, Óscar Manuel Pérez Aguirre, un hombre de 57 años que sufre de hipertensión, fue hospitalizado por síntomas de coronavirus. A su regreso a las instalaciones fue puesto en aislamiento durante dos semanas en una celda que estaba «sucia y helada». Durante ese tiempo Pérez Aguirre no recibió ninguna atención médica. Además, luego de su liberación del aislamiento, dio positivo por el virus, fue colocado en otra celda con otro detenido y continuó sufriendo de disnea. En otro caso, Choung Woong Ahn, de 74 años, se suicidó mientras estaba en confinamiento solitario en una instalación de California.
Los centros de detención son espacios de violencia flagrante, donde se les niega a los migrantes los derechos a la vida y a la salud. Son sitios de muerte y de tortura que se deben cerrar. Todos los migrantes deben ser liberados. Estados Unidos es responsable por la muerte de Baten-Oxlaj y por el sufrimiento de quienes están encarcelados en centros de detención.
En la próxima columna presentaré mis conclusiones a esta serie de artículos.
* Léelo en inglés aquí.
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