Otros argumentan que el detonante es la desigualdad predominante en las ciudades más violentas. Algunos dicen que es un problema de presencia de policías en las calles y el combate frontal y con mano dura contra los delincuentes. Finalmente hay quienes culpan a la alta densidad poblacional en las ciudades.
El estudio Antípodas de la violencia publicado en abril de este año por el Banco Interamericano de Desarrollo y coordinado por Antanas Mockus, Henry Murraín y María Villa pone sobre la mesa para discusión una alternativa diferente. El subtítulo de este estudio es “Desafíos de cultura ciudadana para la crisis de (in)seguridad en América Latina” y en el plantean los coordinadores y 19 autores diferentes las experiencias de ocho ciudades de la región en este tema. El estudio incluye experiencias en Ciudad de México, Belo Horizonte, Caracas, Quito, La Paz, Monterrey, Bogotá y Medellín.
Uno de los temas importantes es el establecer qué tipo de acciones se consideran intervenciones en cultura ciudadana. Esta conceptualización es un trabajo en proceso que viene construyéndose con las experiencias, investigaciones y análisis de los resultados obtenidos. Algunas de las conclusiones llevaron a promover acciones que permitan intervenir en ciertos comportamientos de la ciudadanía que de no ser resueltos pueden generar problemas o conflictos sociales. Cualquier política pública en materia de construcción de ciudadanía busca transformar hábitos o comportamientos específicos de la ciudadanía por medio de actividades lúdicas o de aprendizaje social. Este nuevo aprendizaje debe permitir una vida en comunidad y armonía.
Cuando orientamos estas políticas públicas de cultura ciudadana a temas de seguridad debemos enfocarlas a la identificación de hábitos, conductas o creencias que representen algún tipo de riesgo para su propia vida, las de otros o para la seguridad de la comunidad en general. Este tipo de acciones son normalmente muy focalizadas a determinadas poblaciones en territorios específicos. Estas iniciativas también suelen ser acompañadas de campañas en medios de comunicación masiva que buscan incentivar en una forma más generalizada este tipo de cambios de actitud. Los esfuerzos de transformación de cultura ciudadana no pueden circunscribirse a campañas mediáticas, estas solo pueden ser un complemento general a acciones focalizadas y sistematizadas dirigidas a la población objetivo.
Para que estas iniciativas de construcción de ciudadanía sean eficaces deben contemplar cuatro aspectos diferentes pero al mismo tiempo integrados; es necesario contar con un diagnóstico que permita establecer cuáles son los hábitos, actitudes o comportamientos que queremos modificar; el ejercicio debe ser sistematizado y focalizado a una población objetivo específica; los objetivos deben estar planteados de tal forma que puedan ser medibles por medio de indicadores y de alguna forma deben incorporarse comportamientos que puedan generar normas sociales que generen una fiscalización social que permita verificar si hubo un cambio de conducta o hábitos de las personas a quienes está dirigida la iniciativa.
La construcción de una cultura ciudadana que permita convivir en paz y en armonía es un proceso de aprendizaje de la sociedad en su conjunto. Es un proceso que permite incorporar en ese aprendizaje a parte de la población que no ha aprendido a interactuar y que sus acciones u omisiones tienen un impacto negativo en su propia vida y en la vida de los demás. Construir ciudadanía es un proceso permanente y de cada uno de nosotros.
La construcción de ciudadanía toma tiempo y no tiene resultados de la noche a la mañana. Pero sus resultados son sostenibles en el largo plazo y permiten institucionalizar los mecanismos de resolver problemas y conflictos de forma civilizada y mucho menos violenta.
Dios los bendiga y recuerden que la gloria y la honra son siempre para Jesús!
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