En estas elecciones la representación de los pueblos originarios en el Congreso de la República disminuyó, principalmente la de las mujeres indígenas, que en lugar de aumentar se redujo a una diputación.
Es importante señalar que cuando me refiero a la representación no hago referencia a aquellas personas indígenas que se alinean a los grupos políticos tradicionales, sino a congresistas que correspondan a las demandas históricas de los pueblos.
Esto repercutirá en la ya lamentable situación de exclusión que no ha permitido, hasta hoy, una participación política plena a los pueblos y sobre todo a las mujeres en la toma de decisiones, porque de forma deliberada han provocado que no haya condiciones para ello. Esto se ha reflejado claramente durante todo el proceso electoral, que desde su inició dio muestras de que la institucionalidad del Estado se empecinaría en impedir la participación del único partido político que planteó la urgente necesidad de transformar el modelo político colonial para construir un Estado plurinacional: el Movimiento Para la Liberación de los Pueblo (MLP).
Más que falta de voluntad política, esta situación proviene de las formas en que se ha configurado la estructura social, política y económica del país, que sigue respondiendo a un sistema de dominación racista, que se retroalimenta del patriarcado y el clasismo para asegurar los cuerpos que serán sometidos a generar la riqueza de la oligarquía, generación tras generación.
Es evidente que al Estado republicano no le interesa por sí mismo generar condiciones diferentes a las actuales para los pueblos originarios, al contrario, se asegura de que la desigualdad económica, política y cultural se mantengan, porque solo así seguirán teniendo privilegios. La democracia no es aplicable cuando se trata de indígenas.
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¿Acaso no tenemos derecho a pensarnos fuera del Estado criollo para empujar procesos que beneficien no solo a los pueblos originarios sino también a las comunidades y grupos sociales empobrecidos, a partir de construir un modelo político distinto? Me parece que no solo tenemos el derecho a ello, sino que la coyuntura nos demuestra que el problema radica en el tipo de Estado monocultural que tenemos, cuya forma de operar se basa en prácticas de corrupción debido a su origen eminentemente despojador, saqueador y extractivista.
El resultado de las elecciones refleja las diferentes aristas del colonialismo. El hecho de que la gente vote de la forma en que lo hace responde al empobrecimiento provocado por los mismos grupos políticos tradicionales, que se aprovechan de la necesidad que la población tiene en obtener soluciones inmediatas, que de una u otra forma palien la realidad, la cual es muy difícil de concebir a largo plazo cuando se vive el día a día; hoy tenemos que comer, donde dormir, pero mañana quién sabe.
Nos han hecho pensar que las trasformaciones estructurales no solo son imposibles de provocar, sino que, además, son medidas extremistas o radicales, contra lo cual se han generado una gran cantidad de estigmas y estereotipos para que la población rechace aquellas propuestas que se platean disputarles el poder a los ricos.
Si bien la lucha contra la corrupción es necesaria, esta no se erradicará si no existe una verdadera transformación del modelo político; tampoco es suficiente para resolver los problemas de exclusión y desigualdad que persisten contra de los pueblos originarios.
La democracia no está siendo socavada hasta ahorita, ya que no todas las personas participamos políticamente desde las mismas condiciones u oportunidad. Si no pensamos en lo imposible el inmediatismo siempre terminará decepcionándonos.
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