El patrimonio constituye la historia de un grupo social, porque materializa los elementos que sostienen el modo de vida o la concepción de la existencia de una cultura. Conocer de dónde venimos alimenta nuestra estima social y cultural, tanto de forma colectiva como individual. Es por ello que su salvaguarda no solo es necesaria, sino esencial para que prevalezca una identidad propia, consensuada, no impuesta.
La identidad nacional que emerge del modelo político-cultural colonial continúa imponiéndose hasta hoy a los pueblos originarios y ladinos; una de sus principales características sigue siendo el ser «anti-indio», lo cual implica una posición permanente de extractivismo y folklorización con fines de dominación. Lo «indígena» como constructo del Estado nación es el mejor ejemplo de esto, porque nace de una intención homogeneizadora, integracionista y asimiladora.
La ladinización como proyecto cultural es eminentemente racista, esto implica una práctica política determinada a despojar para exterminar y viceversa; no hay acciones al azar, las políticas nacen encaminadas a saquear. El patrimonio maya es extraído, por ende, explotado, todos los días en cada momento.
El Estado saca provecho de lo anterior, es responsable directo, porque es el ente encargado de su protección, pero en la realidad es del mismo Estado del que debemos proteger nuestro patrimonio, porque además de no protegerlo lo degrada, destruye, mercantiliza aun siendo esto último un delito según la legislación vigente del país. Uno de los principales enemigos del patrimonio y su conservación es el Estado colonial.
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Hace unos días el Ministerio de Cultura y Deportes (Micude) dio a conocer que un vaso «prehispánico» fue recientemente «restaurado» por un «experto»; esta acción se suma a la larga lista de desaciertos en las que el Micude sí es experto, ya que estamos hablando del llamado «Vaso del Danzarín», una pieza única e invaluable tanto por su contenido histórico como por su belleza. Dicho vaso proviene de la ciudad antigua de Altar de Sacrificios, Petén y ha sido fechada para el Clásico Tardío (600-900 d.C.).
Seguramente se estarán preguntando ¿por qué esto es un problema? El problema radica en que esta pieza no debía ser intervenida, eso significa que para preservarla de una mejor manera era importante y necesario no aplicarle ningún tipo de restauración, por ello cuando en el video difundido en redes sociales por el Micude el restaurador Javier Fernández borra trazos recién hechos para comprobar que la intervención es «reversible» porque puede eliminarse debido al material utilizado, estamos viendo cómo se comete una aberración.
No deja de sorprender las formas en que el Micude atenta contra la preservación e irrespeta las leyes, demostrando el desinterés que tiene por el valor histórico y cultural del patrimonio maya, el cual únicamente le interesa para lucrar. No extrañaría que este sea uno de esos «proyectos» que se arman para dar «trabajitos» a allegados. En la cadena de responsabilidades no hay que olvidar que es antiético prestarse como profesional a este tipo de cosas, las cuales no pueden justificarse con ignorancia de las leyes o por la «buena» intención.
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