De esto dan fe desde el ciudadano más humilde y necesitado hasta el empresario más acaudalado, quienes recurren a los entes públicos para subsistir y salir bien librados de la recesión. A la luz de la grave situación que se enfrenta, el papel del Estado es innegable e imprescindible. No obstante, el papel que este jugará dependerá de la norma, la institucionalidad y las políticas históricas que configuran su marco de posibilidad, así como de la correlación de fuerzas que predomina en el control de las instituciones y las políticas y de las capacidades de quienes dirigen sus organismos fundamentales.
En el caso de Guatemala, se carece de un sistema de salud pública con cobertura y calidad mínimas para contener la pandemia. Su profunda dependencia de las fuerzas, cadenas y normas del mercado le impiden supeditar el interés privado al público. A esto se suman los grupos de poder económico y las mafias de distinto tipo que controlan buena parte de su institucionalidad y que se apropian legal o ilegalmente de los enormes pero al mismo tiempo escasos recursos con los que cuentan los programas de salud. Lo anterior se debe en buena medida a las políticas neoliberales que desmontaron las escasas capacidades públicas para atender las necesidades comunes y los problemas nacionales y que supeditaron la política pública al control del poder económico local y global.
En este marco, la salud pública devino en un deterioro profundo y, en buena medida, intencionado respecto a mantener la privatización dominante de buena parte de los servicios. Así las cosas, adolece de las capacidades y los recursos suficientes para paliar las necesidades por la emergencia sanitaria, lo cual se agrava cuando se observa la supeditación presupuestaria para atenderla y disminuir los impactos económicos que afectarán de forma vital a las grandes mayorías de una ciudadanía cada vez más disminuida en el goce de sus derechos.
[frasepzp1]
Como parte de la actual problemática, las proyecciones indican que la economía podría decrecer en alrededor del -2 % en 2020. Esto se traduciría en una disminución aproximada del 20 % en las exportaciones, en el ingreso de remesas familiares y en la venta de servicios turísticos, así como en la pérdida de miles de empleos formales y por cuenta propia y en la desaparición de muchas pequeñas y medianas empresas.
La complejidad de la crisis vuelve imprescindible al Estado, en especial para tomar decisiones de política que disminuyan los impactos sanitarios, económicos y sociales. Esto implica garantizar el trabajo, el salario y el acceso a satisfactores esenciales (alimentos, agua potable, servicios públicos, medicamentos) que le permitan a la población vulnerable sobrevivir en las actuales condiciones. Esto pasa, como mínimo, por fortalecer y reformar la institucionalidad y las políticas públicas en función del interés común y, con mayor razón, para enfrentar la emergencia y la posemergencia.
En esa dirección, es recomendable un aumento sustancial del presupuesto para el sector salud e introducir modificaciones sustanciales a las políticas económicas, financieras, productivas, etc. Por ejemplo, dado que la inseguridad alimentaria se incrementa con la pandemia y sus impactos, resulta necesaria la orientación de recursos para estimular la producción de alimentos con prácticas alternativas como la agroecología, lo cual implica el apoyo decidido a la agricultura campesina, ya que esta es la que garantiza en buena medida el acceso a estos satisfactores y la que propende a mantener la biodiversidad. Pero en general sería esencial estimular el mercado interno procurando que los flujos presupuestarios estimulen la pequeña y mediana unidad productiva, lo cual impactaría positivamente en el empleo y en los ingresos de los sectores vulnerables.
En conclusión, es esencial repensar la eficiencia y eficacia del Estado, en especial por el desafío que representa la emergencia y la crisis multidimensional que desencadenó la pandemia. Esto pasa por resolver sus falencias normativas e institucionales y por reorientar sus políticas y resultados necesarios para enfrentar los impactos que empiezan a padecer quienes se han infectado con el coronavirus y quienes empiezan a requerir apoyo en alimentos, especialmente las personas ahora visibles en las calles de los centros urbanos.
Más de este autor