El legado pendiente de Gerardi
El legado pendiente de Gerardi
Sobre Monseñor Juan José Gerardi Conedera (1922-1998) se han producido varios libros, artículos, documentales, canciones, seminarios, e incluso una película, que giran en torno a distintos aspectos de su vida y su caminar. Sin embargo, la discusión pública se ha ido centrando en su asesinato y los móviles alrededor de una trama construida de forma intencionalmente oscura y compleja.
Dada la significación del crimen y los actores involucrados, es lógico y resulta muy importante que se discuta y se divulgue lo que se conoce del caso.
Como lo señalara Iduvina Hernández, en las diversas etapas del asesinato se advierte la participación de cuerpos ilegales y aparatos clandestinos que tendieron una densa cortina de humo y crearon una enmarañada red de pistas, hechos, declaraciones, figuras, etc., que produjeron las “distintas” muertes del obispo, es decir, las versiones que han implicado opiniones políticas contrarias sobre su asesinato.
Debe recordarse también que este crimen tuvo un impacto simbólico muy fuerte. Se vivió, a juicio de su biógrafo Santiago Otero, como un mensaje, dirigido a la iglesia y los defensores de los derechos humanos y la justicia, de “basta ya con tanta historia” y que “los que hemos gobernado vamos a seguir gobernando por encima de lo que sea”. Produjo mucho miedo en sectores sociales y en la población, que ya habían experimentado fuertes traumas derivados del enfrentamiento. Puede considerarse que el impacto de este crimen contribuyó a postergar la necesaria discusión pública sobre el conflicto.
Sin embargo, al centrarse en el asesinato, el juicio y la condena que recibieron algunos de los implicados se opacan otros aspectos. La aparición de agrias (e interesadas) polémicas ha tenido como efecto el hacer sombra a la significación que tuvo la vida de Gerardi, incluyendo la coordinación del proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica, popularmente conocido como REMHI.
Se ha perdido de vista, por ejemplo, que las intenciones para realizar lo que en ese momento fue un amplio y arriesgado proyecto, puesto que apenas se estaba saliendo del conflicto, el peso del ejército en la vida política y social era mucho mayor, el miedo y las heridas de la gente estaban mucho más frescos, etc., no sólo eran rescatar la palabra de las víctimas del conflicto, tarea ya importante (y en la que fueron incluidas víctimas del ejército, la guerrilla y otros victimarios), sino contribuir a la búsqueda de la verdad, la justicia y la reconciliación del país.
Como toda persona que ha participado en la vida pública, Gerardi fue criticado y realizó acciones que generaron fuerte polémica o acusaciones, sobre todo de sectores conservadores: la decisión de salir de la diócesis de El Quiché en tiempos del conflicto, la denuncia de lo sucedido o el mismo respaldo al REMHI.
Sin embargo, denunciar la dura realidad existente durante el conflicto (que persiste en muchos de sus rasgos esenciales), no significaba adoptar una postura política de izquierda, como se le acusara a él y a muchos otros desde distintos gobiernos militares.
Como lo afirmara en una entrevista hecha en España, posteriormente de su salida de Quiché en el lejano y conflictivo año de 1980: “La Iglesia, lógicamente, no puede luchar por una sociedad marxista, ni tampoco desde luego, por la sociedad que instaura la extrema derecha. La postura que la Iglesia debe seguir es la de un humanitarismo cristiano. Lo que pasa es que la Iglesia debe denunciar la injusticia y muchas veces esta acción es manipulada por los regímenes represivos”. Esta posición, lamentablemente, no se tomó con la seriedad suficiente.
No obstante, a los 15 años de presentación del informe Guatemala Nunca Más que coordinó y de su posterior asesinato, ¿qué significado puede tener la figura de este religioso comprometido a fondo con la historia del país, con el sufrimiento de las víctimas, con las esperanzas de un país distinto?
Guatemala Nunca Más
Gerardi participó en distintos aspectos de la vida religiosa y política del país. Por ejemplo, fue represente suplente de Monseñor Rodolfo Quezada Toruño ante la Comisión Nacional de Reconciliación con lo que contribuyó al proceso de paz.[1] Sin embargo, su principal aporte fue el haber presidido y animado el ya mencionado REMHI, que produjo el informe Guatemala Nunca Más.
Este proyecto, generó tensiones al seno de la propia iglesia y de la CEG, sin embargo y desde el inicio, fue apoyado y defendido por Gerardi, siendo su principal responsable.
Este informe, entre otros objetivos de suma importancia, contribuiría al oficial Guatemala Memoria del Silencio que realizó la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH). Sin embargo, existe una diferencia significativa entre estos dos trabajos.
Contrario a lo que pasa con el informe de la CEH, el proyecto REMHI identifica a victimarios con nombre y apellido, debido a que la comisión fue resultado de las negociaciones tensas que se produjeron entre ejército y guerrilla. Por ello, y para lograr poner fin al conflicto, la individualización de responsabilidades no se incluyó en sus atribuciones.
Como lo recuerda Julie López, Gerardi no estaba de acuerdo con el mandato limitado de la CEH. Tampoco lo estaba con el ideal limitado de la paz política. Esto es un dato interesante en el momento presente porque contrario a lo que se plantea desde el gobierno y los sectores conservadores, ya desde antes de la firma de la paz había quienes estaban preocupados por la cuestión de la justicia.[2]
Eduardo Galeano, autor entre otros de Las venas abiertas de América Latina, describe la significación del informe Guatemala Nunca Más coordinado por Gerardi: “Miles de voces, testimonios recogidos en todo el país, fueron juntando los pedacitos de cuarenta años de memoria del dolor…”
El Guatemala Nunca Más ha recibido una importante atención del público y especialistas de otros países. Se ha traducido a varios idiomas y ha obtenido una valoración muy positiva. Por ejemplo, el psicólogo costarricense Ignacio Dobles, en un trabajo sobre las Comisiones de Verdad y las memorias de conflictos en distintos países, lo evalúa así:
“La experiencia del REMHI presentó la innovación, en materia de Comisiones de la Verdad, de implicar a la población afectada, a través de una red de “animadores” en la recogida de testimonios y en las actividades comunitarias de seguimiento y reparación moral, por ejemplo, en las exhumaciones”.
También señala las dificultades que supuso su construcción debido a la recolección de testimonios en 15 diferentes idiomas mayas y en una realidad social, política y cultural tan compleja como la guatemalteca (el proyecto se inició cuando todavía no se había firmado la paz). Sin embargo, este especialista reconoce la calidad del trabajo coordinado por Gerardi.
Pero la influencia de este trabajo no se debe considerar principalmente a la luz de la recepción que ha tenido en otros países o la valoración que han hecho expertos, por cierto, muy positiva. De hecho, reflexionar sobre su significado ha de hacerse en función de los resultados que en el país se han producido.
Animado por Gerardi, REMHI fue el resultado de un esfuerzo muy grande y significativo de la iglesia católica. Este incluyó la preparación y formación de 500 “animadores de la reconciliación” que fueron los principales encargados de recolectar más de 5,000 testimonios, con lo que se logró identificar por nombre a 22,000 víctimas del conflicto, especialmente por la acción del ejército (aunque también se recogen testimonios de violaciones de otros actores estatales y de la guerrilla). El procesamiento, análisis y redacción del informe final ocupó la participación de distintos analistas nacionales y extranjeros.
Su impacto, sin embargo, ha ido más allá de la elaboración del propio informe. Varias Diócesis han realizado trabajos particulares que continuaron la recolección de testimonios (El Quiché, Petén, San Marcos).
También se han realizado diversas acciones y proyectos desde instituciones de la iglesia y organizaciones sociales que buscaron dar respuesta al sufrimiento encontrado en el testimonio de las víctimas.
A raíz de las conclusiones del REMHI, del informe de la CEH y otras iniciativas, se ha realizado una importante acción de reparación psicosocial que incluye acompañamiento en exhumaciones, niñez desaparecida, grupos de viudas y huérfanos.
Este acompañamiento se ha dado a miles de personas para ayudar o resolver parcialmente el daño provocado durante el conflicto y que incluye alteraciones graves como el llamado trastorno de estrés postraumático.
Los grandes informes mencionados, así como otros trabajos más pequeños, han participado en el reconocimiento público del daño sucedido a raíz del conflicto armado interno. Contribuyen, también, a ofrecer parte de la verdad de lo ocurrido.
No pueden pretender ser toda la memoria de lo sucedido. Pero se insertan dentro de la discusión pública, académica y política, que es sumamente necesaria para la construcción de la historia y la identidad de este país.
Precisamente, una de las valoraciones más profundas que se puede hacer de este trabajo es su participación en la construcción de lo que Dobles llama las “memorias del dolor”, es decir, de la recuperación y construcción de la memoria social respecto a sucesos traumáticos acaecidos en varios países, incluyendo, por supuesto, a Guatemala. Esto significó el querer: “…apropiarnos críticamente del pasado, para que ese pasado no nos domine a nosotros, y siga afectando, sobre todo, a las víctimas” (Santiago Otero).
Los que participaron en la entrega del Guatemala Nunca Más, hecha un 24 de abril de 1998, recuerdan las palabras que utilizó Gerardi en aquella gran ocasión:
“Queremos contribuir a la construcción de un país distinto. Por eso recuperamos la memoria del pueblo. Ese camino estuvo y sigue estando lleno de riesgos, pero la construcción del Reino de Dios tiene riesgos y sólo son sus constructores aquellos que tienen fuerza para enfrentarlos”.
A la luz de ese momento grávido de posibilidades, ¿qué tanto camino se ha recorrido para lograr este objetivo?
El legado pendiente de Gerardi
A pesar de la significación que el REMHI y otros trabajos han tenido para la construcción de la memoria social del dolor y para los trabajos de reparación (incluyendo el trabajo de judicialización de casos y acompañamiento psicosocial mencionados), hay algunos aspectos que estaban incluidos en la visión de Gerardi que no se han logrado como él lo pretendía, incluso una investigación más completa sobre el conflicto.
Son los temas de la justicia y la reconciliación que resultan parte del legado pendiente de Gerardi.
La expresión Guatemala Nunca Más, título del informe coordinado por Gerardi, es profundamente significativa del proyecto que quiso para el país. Darle voz a las víctimas de la violencia, por sí mismo un proyecto legítimo y necesario, era el primer paso indispensable para que, conociendo la verdad de lo sucedido, no se repitiera y se lograra una reconciliación real basada en la verdad, la justicia y el perdón. Es evidente que este ambicioso deseo no se ha materializado.
Se deja sentir en la discusión y judicialización de casos abiertos por crímenes imprescriptibles, como el que ahora mismo se llevan a cabo en los tribunales guatemaltecos. Sin embargo, a pesar de avances ciertos, falta mucho por lograr. Las dimensiones de lo sucedido en Guatemala son tan grandes que necesariamente implican a muchos involucrados en la autoría de los crímenes. No es posible que sólo unos cuantos los cometieran. ¿Qué responsabilidades diferenciadas se pueden precisar entre autores materiales y autores intelectuales? ¿Qué número de victimarios involucrados puede ser juzgado?
Además, hay otras preguntas graves que resultan de una consideración detenida del tema: ¿Qué justicia puede reparar los graves daños originados en la violencia del conflicto y de otro tipo de violencias? ¿Qué reparación efectiva se puede dar a las víctimas de crímenes atroces? ¿Se puede dar borrón y cuenta nueva si la cuenta es tan larga? ¿A qué justicia se puede aspirar en cosas así?
Otro tanto ocurre en el tema del perdón y la deseada reconciliación. No ha existido la satisfacción del reconocimiento del daño originado por parte de los principales victimarios. Éstos no han reconocido sus faltas y, por tanto, no es posible ese proceso de sanación personal y colectiva que puede devenir a través del reconocimiento mutuo y el perdón.[3]
A los 15 años de la presentación de este informe, es evidente que el extraordinario anhelo contenido en dicha expresión ha sido frustrado. Miles de víctimas de distintos tipos de violencia (que también es legado de la violencia del conflicto) expresan esta frustración.
Sin embargo, hay que considerar que es un potente anhelo de transformación del país.
Precisamente en los sueños de felicidad frustrados de las víctimas se encuentra una ignorada fuente de esperanza: por no haber sido realizados esos sueños encuentran su realización pendiente. Recordar esos sueños tiene la función política de ayudar a transformar este país que sigue presentando heridas sangrantes por todos lados.
Ese legado inconcluso que dejó Gerardi es el sueño de un país distinto, reconciliado consigo mismo, en el que los ideales de verdad y justicia sean actuales. Recordar estos sueños puede aportar algo para ver el presente con otra luz y pensar, de nuevo, en un futuro distinto.
(Este artículo se basó principalmente en diversos textos sobre Gerardi, pero también se complementó con una entrevista hecha al hermano Santiago Otero, lo que permitió hacer algunas precisiones muy importantes).
[1] Vale recordar el tenso clima en el que se llevaron a cabo las negociaciones por la paz. Ahora es difícil imaginar el nivel de polarización que existía, pero no hay que olvidar que toda guerra conlleva propaganda de guerra y la creación de enemigos. Sin embargo, es interesante referir una carta que el mismo Mario Sandoval Alarcón, dirigente del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), le envía a Gerardi después de reunirse en El Escorial por las pláticas preparatorias de la paz. Este encuentro, indica la carta, “me permitió conocerle y tal vez usted tuvo la oportunidad de conocerme a mí, no en la forma deformada que alrededor de nosotros dos siempre hemos aparecido. Tengo el gusto de hacerle ver por medio de ésta, cuán equivocado estaba y por ello le doy mis más cumplidas satisfacciones”.
[2]En este sentido, Edgar Gutiérrez comenta que la paz se firmó y mantuvo a cambio de no revisar el pasado (y no judicializarlo): “Los estamentos armados –Ejército y ex guerrilla cumplieron ese acuerdo disciplinadamente. Después de la firma de los Acuerdos de Paz no hubo ajustes de cuentas y la reinserción de los mandos y combatientes ocurrió sin tropiezos. Pero los civiles no se alinearon a ese acuerdo codificado en la Ley de Reconciliación Nacional, y procuraron procesos judiciales contra subalternos (patrulleros civiles, comisionados militares, soldados y suboficiales) y continuaron contra oficiales de mando medio y alto.”
[3] Al respecto dijo Gerardi en algún momento: “También es necesario sanar a aquellos que han sido victimarios, sobre los que pesa la responsabilidad de negar la vida por tantos años”. A la luz del proceso por genocidio, estas palabras conservan su actualidad. Es necesaria la reconciliación de la sociedad guatemalteca, pero esto debe hacerse a través de procesos que impliquen la asunción de la verdad y la justicia.
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