Mal hace el funcionario que por dinero defrauda a los enfermos. Mal hace quien pone a esos enfermos en manos incompetentes y les causa dolencias, muerte incluso. Malo es quien se excusa con que «es normal que las personas mueran por insuficiencia renal».
Culpa tiene quien ocasiona el mal. Culpa es lo que se le achaca a quien, debiendo esmerarse en su tarea, no lo hace. Culpa es lo que se le atribuye al que hace lo injusto. Culpa es escoger el mal.
Culpa es lo que se le achaca a la jueza que, debiendo fallar por la justicia, recibe dinero y libera a los malos. Culpa es lo que se les atribuye a los diputados que, insolentes, desatienden su representación, alargan las necias interpelaciones y luego, sorpresa, resultan ayuntados con el gobierno más corrupto, el partido más rastrero. Culpa tiene su líder falsario y copión. Culpa tienen los diputados cuando cumplen con las formas —una comisión pesquisidora contra el presidente—, pero ignoran el fondo y postergan su informe hasta el día del Juicio Final, ¡por la tarde!
Responsabilidad es tener una deuda, cargar la «obligación de reparar y satisfacer, por sí o por otra persona, a consecuencia de un delito, de una culpa o de otra causa legal». Por sí o por otra persona. Responsabilidad, redunda el diccionario, es la «cualidad de responsable». Es «reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente». Responsable, hagamos eco, es quien asume la responsabilidad.
Es aquí, en la responsabilidad, donde fijamos la atención los ciudadanos. Es aquí, en la responsabilidad, donde demandamos cambio. Porque el mal se manifiesta a veces, como en la muerte prematura de un enfermo renal, pero muchas otras se oculta en el error y el accidente, haciendo evasiva la culpa.
¿Tienen culpa quienes, presionados quizá, aprobaron una licitación corrupta? ¿Tienen culpa los miembros del directorio de la SAT, que dicen haber ignorado lo que pasaba bajo sus narices, cuando otros cargaban con el dinero del pueblo, tan necesitado? Quizá sientan culpa por el daño causado, pero no la podemos ver. En cambio, es clara, clarísima su responsabilidad. Estar en una junta de licitación del IGSS fue decisión, no accidente. Los miembros del directorio de la SAT aceptaron su nombramiento y sus dietas. Era su responsabilidad y hoy deben reparar, por sí o por otra persona, el daño hecho.
Por este mismo camino llegamos al primer responsable, al primer mandatario. Así llegamos al jefe del Estado, que ejerce funciones por mandato del pueblo. Llegamos al comandante general del Ejército, que aceptó representar la unidad nacional, pero hoy la divide. Llegamos al que tenía mandado velar por los intereses de toda la población, pero se entretuvo sirviendo a unos pocos. Llegamos al que tiene vedado favorecer a partido político alguno (todo lo dice la Constitución). Así llegamos a él, con la evidente responsabilidad que busca evadir. La responsabilidad, que es «reparar y satisfacer, por sí o por otra persona, a consecuencia de un delito, de una culpa o de otra causa legal».
Aquí no hay amenaza a la institucionalidad. Aquí no hay rompimiento del orden. Nos asiste un derecho, una obligación ciudadana largamente descuidada por miedo e inercia, pero que hoy se recobra y se asume. Pedir #RenunciaYa no es capricho, sino obviedad: quien tiene responsabilidad, que responda. Es asunto de mera #JusticiaYa. Es increpar al político: si estás limpio, #RevelaYa. Es empezar el cambio. Es concretar la #ReformaYa.
Así que, ciudadana, ciudadano, no pensemos que con la plaza empezó y terminó esto. No pensemos que con que se vaya o se quede Pérez Molina ganamos o perdimos, que no está en esta sola batalla nuestra guerra pacífica. No se distraiga descarrilando elecciones que jamás decidieron lo que aquí pasa ni se quede en el camino quitando el mal sueño de la gente miedosa en la avenida de la Reforma, que no es por allí la cosa. No se desanime cuando descubra que llega una nueva camada de malandros al Gobierno. Porque lo nuestro, lo que arrancó el 25 de abril, es otra cosa, es más grande, es mejor. Aquí la política ya no volverá a ser la misma, y los políticos de siempre, con sus apestosos patronos de siempre, más temprano que tarde tendrán que entender que perdieron la partida de la democracia, el juego feliz del pueblo.
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