Hace unos días, una amiga comentó que la maestra de su hijo había hecho la solicitud de vestir a los niños y a las niñas con traje típico. Ella preguntaba si veíamos prudente hablarle a la profesora para hacerle ver las razones por las que este tipo de actividades son dañinas en todo sentido. Algunos la instamos a proponer actividades alternas para que la experiencia, lejos de ser una confrontación, fuera una oportunidad para reaprender y restaurar nuestros ya desgastados tejidos sociales.
Mi amiga decidió hablarle al director y propuso que los alumnos contaran de dónde son, si sus abuelos y abuelas hablan idiomas mayas, y que la dinámica fuera de reivindicación ancestral, y no de disfraces. También propuso hacer una reunión virtual para compartir las posiciones de organizaciones indígenas al respecto. La propuesta fue aceptada.
Algunos amigos han declarado muchas veces que desconocen la razón por la cual se pide respeto al uso de huipiles y de tejidos artesanales. Sin ir muy lejos, podemos ver su uso sin significado alguno en los famosos mercaditos, tan comunes en las actividades escolares para celebrar las fiestas patrias. Probablemente va siendo hora de cuestionar la finalidad de estas actividades, que más parecen hacerse por costumbre y que solamente ayudan a sostener la folclorización de la cultura, es decir, como imagen estética, comercial o ideológica.
Personalmente, considero importante promover el abordaje de estos temas para concientización y dignificación cultural. El licenciado Diego Vásquez Monterroso, en su peritaje histórico antropológico Textiles mayas: origen, resistencia y adaptaciones, explica que la vestimenta en la sociedad actual suele estar apegada a modas masivas y descentradas culturalmente. Sin embargo, nuestra forma de vestir se considera un elemento básico de identificación de posición social o de subculturas urbanas. La indumentaria maya, en cambio, es una marca cultural ancestral que posee un autor (puede ser individual o colectivo). Para la cultura occidental puede ser el equivalente a la firma de diseñadores o de casas de moda.
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A diferencia de la vestimenta en nuestra sociedad moderna ladina, los textiles mayas tienen un rol comunitario y una fuerte carga de identidad que trae impregnados aspectos personales, familiares y de historia colectiva. Es un elemento que los une y que identifica a los pueblos. Los tejidos tradicionales poseen una riqueza histórica en la variación de estilos, técnicas, materiales e instrumentos para su fabricación. Tienen origen en un pueblo maya definido y han sido desarrollados en diferentes regiones y tiempos, desde miles de años antes de la llegada de los europeos.
Durante las últimas décadas se ha dado un acercamiento cada vez más grande entre las comunidades mayas y los ladinos guatemaltecos. Sin embargo, continuamente cometemos el error de obviar esta enorme riqueza cultural. Solemos creer que compramos elementos impersonales y no reconocemos la historia que cuentan, la calidad de cada uno de ellos, su creatividad, su originalidad, su belleza. Esto ha propiciado que algunos utilicen los elementos culturales mayas, particularmente los textiles, para lucrar con ellos sin pagar regalías.
Crecimos con eso. Vemos con normalidad cómo emprendedores compran a bajo costo sus diseños y texturas para adaptarlos y venderlos como propios. Frecuentemente creemos suficiente haberles pagado a las tejedoras mayas por sus tejidos. Regateamos, lo cual evidencia que no reconocemos su arte en la creación y mucho menos los derechos propios por tratarse de un bien cultural, y no de una simple mercancía. Sin duda, estas dinámicas llevan impregnado el racismo que ha existido como práctica normalizada y promovida especialmente por instituciones estatales de educación, turismo y cultura.
Pensamos que está bien enseñar en las escuelas a usarlos como disfraces para nuestros hijos, pero estas acciones son una prolongación de la lógica de utilizar al indígena —y en este caso su indumentaria— como propiedad del resto de la población y como sujeto sin agencia ni determinación propia.
Naturalizamos inconscientemente la excusa para mantener a los pueblos originarios subordinados a los poderes tradicionales y al capital y no intentamos comprender la íntima relación entre los textiles y la cotidianidad de las culturas mayas.
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