En el caso de Junior fueron dos hijas y no sabía en el menudo problema en que se encontraba ahora. En el libro El papá imperfecto, Junior pretende resolver una pregunta secreta: ¿Cómo lograr que nuestros hijos sobrevivan el hecho que somos sus padres?
Ser papá no es fácil. Bueno, convertirse en papá es fácil (para la mayoría), pero ser papá es bastante más complicado. Si usted es papá sabe de qué estoy hablando. Asumimos la responsabilidad de criar a nuestros hijos sin saber exactamente qué, cómo, dónde y cuándo. Se supone que es algo en lo que debiéramos mejorar con nuestro segundo, tercero o siguientes hijos, pero muchas veces solo parece complicarse aún más.
Hay papas que son mejores en algunas cosas que otros, pero todos somos papás imperfectos. Estamos en un proceso de aprendizaje permanente y cuando creemos que ya aprendimos cómo resolver o tratar un tema, nos damos cuenta que seguimos aprendiendo. Los papás, por mucho esfuerzo que hacemos, siempre vamos un paso atrás, como mínimo, de nuestros hijos y varios más atrás de esas mamás que tienen ojos y oídos en todas partes.
Cuando aparentemente no tenemos respuesta a algo la mejor respuesta es “preguntale a tu mamá”. Cuando no queremos meternos en un lío (con la mamá) la mejor respuesta siempre es: “preguntale a tu mamá”. La primera pregunta que hacemos cuando llegamos o llamamos a la casa y se nos aparece o nos contesta uno de nuestros hijos, la primera pregunta que tenemos es: “¿dónde está tu mamá?” Es instinto de sobrevivencia en este ambiente de aprendizaje.
Nuestros hijos no aprenden mucho de lo que les decimos, pero aprenden TODO lo que nos ven hacer. Enseñarles con el ejemplo no es la mejor forma, es la única forma. Nos pasamos explicándoles la importancia de no mentir, de hablar siempre con la verdad y ser honestos y cuando recibimos una llamada en la casa y nos dice nuestro hijo; “Papa, te llaman de la tarjeta de crédito”, lo primero que respondemos es; “Decile que no estoy”. Acto seguido seguimos con la charla acerca de la honestidad y la importancia de decir la verdad. ¿Qué se le quedó más al patojo? Toda la charla que le estábamos dando o esa acción de pedirle incluso que mintiera por nosotros.
Conforme van creciendo nuestros hijos, los temas no se vuelven más fáciles. Ser papá no es algo que hacemos una vez y allí termina. Como dice Junior en una de sus frases; “El papá imperfecto sabe que ser papá es como rasurarse; no importa qué tan bien te rasures, al día siguiente lo tienes que hacer de nuevo”. Ser constante y consistente son dos características para ser un mejor papá. Esa estructura que podemos ir formando les asegura a nuestros hijos certeza con relación a sus actos y las consecuencias que estos puedan tener. Les permiten entender qué es una forma de actuar esperada y cuál es una forma de actuar no aceptable.
Ser papá es una responsabilidad muy grande, pero es una de las mayores satisfacciones que puede haber. Ser papá imperfecto es una realidad y el que nuestros hijos sepan que somos de carne y hueso, de lágrimas y sudor, de ilusiones y fracasos es parte de esa realidad.
No existen los papás perfectos (el mío fue extraordinario pero no perfecto) y sé que mis hijos conocen mucho más mis defectos que lo que yo mismo me imagino. Pero aún así nos aman. Nuestros hijos no buscan un papá de revistas o de catálogo, necesitan un papá con el que puedan contar, que sepan que allí estaremos para acompañarlos en los momentos difíciles y en los momentos alegres. Estaremos allí para llorar con ellos o para reír con ellos, pero especialmente necesitan un papá que los tome de la mano para cruzar la calle, entrar al colegio por primera vez, presentarse a su primer trabajo o acompañarlo cuando se enfermó.
Nuestros hijos necesitan un papá que sea invisible o de 20 metros de alto, dependiendo de las circunstancias. Necesitan un papá que sea firme pero al mismo tiempo misericordioso. Que sea fuerte pero también amoroso. Que sea alegre pero también sentimental. Necesitan un papá perfectamente imperfecto.
Si no lo ha leído, le recomiendo el libro de Junior.
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
Más de este autor