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El regreso de los muchachos

Para entender lo ocurrido en el movimiento estudiantil en la década de los noventa, y que culmina en la pérdida y derrota de la AEU de 2000, es necesario adentrarse en las condiciones externas e internas que caracterizaron el período de la guerra y que tuvieron una influencia muy importante en la dinámica, los idearios y las estrategias de lucha del movimiento estudiantil universitario dentro del contexto más amplio del movimiento social y popular.
Para entender lo ocurrido en el movimiento estudiantil en la década de los noventa, y que culmina en la pérdida y derrota de la AEU de 2000, es necesario adentrarse en las condiciones externas e internas que caracterizaron el período de la guerra y que tuvieron una influencia muy importante en la dinámica, los idearios y las estrategias de lucha del movimiento estudiantil universitario dentro del contexto más amplio del movimiento social y popular.
Estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala, USAC.
Estudiantes de la Universidad Francisco Marroquín.
Estudiantes de la Universidad Rafael Landivar.
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El regreso de los muchachos

Historia completa Temas clave

Hasta hace poco, el movimiento estudiantil universitario, con algunas excepciones, se mantuvo en silencio, triste e inactivo. La desaparición y muerte de sus dirigentes en la década de los 70 y 80; y el cambio en las asociaciones en los últimos tiempos sacó del escenario a los jóvenes. Pero, ahora, escenas esperanzadoras que se han producido en las manifestaciones alrededor de la consigna #RenunciaYa parecen indicar que los estudiantes universitarios, los muchachos, están de regreso.

En el transcurso de poco más de una década, la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), sufrió varias veces la pérdida —por desaparición, asesinato o exilio— de su dirigencia. En el gobierno del general Romeo Lucas García, es asesinado Oliverio Castañeda de León en 1978 (y buena parte de su secretariado); en 1984, en un corto período de tres meses, 21 universitarios, incluida la dirigencia de la AEU, son desaparecidos y/o asesinados por las fuerzas de seguridad en el gobierno de facto del general Óscar Humberto Mejía Víctores; y en 1989, durante el gobierno de Vinicio Cerezo Arévalo, once dirigentes son desaparecidos, en el evento que se conoce como el de los “mártires del 89”.

Pese a la feroz represión, la AEU resistió y se rearticuló en cada ocasión. Logró mantenerse como la principal representación del movimiento estudiantil universitario, y como un referente para el movimiento social y popular guatemalteco, de alcance nacional.

Pero con la llegada de Jorge Mario García a la Secretaria General, en 2000, se puso fin a una tradición en la AEU: el compromiso con los movimientos sociales y populares, así como la representación del movimiento estudiantil en la USAC, en sus unidades académicas y en la lucha por las reivindicaciones gremiales. ¿Cómo sucedió esto? ¿Cuáles fueron las causas de la derrota y pérdida de la AEU en un momento en que ya no se sufría la persecución o el asesinato de sus cuadros y dirigentes?

Hasta hace poco, el movimiento estudiantil universitario, con algunas excepciones como la protesta de Estudiantes por la Autonomía (EPA) en 2010, se mantuvo en silencio, triste e inactivo. Es hasta ahora, con las protestas de abril y mayo de 2015 (quince largos años después de la captura de la AEU por intereses mafiosos) que estudiantes universitarios de la USAC y la Universidad Rafael Landívar (URL), sobre todo, vuelven a aparecer en el panorama político nacional, participando en las protestas, ofreciendo un interesante ejemplo de convergencia y solidaridad, al margen de la organización institucional y de la que fuera la otrora consecuente y combativa AEU.[1]

Quizás una mirada retrospectiva ayude a entender qué pasó y cómo se llegó a esta situación.

Antecedentes sobre el movimiento estudiantil

La historia del movimiento estudiantil universitario, simbolizado en la Asociación de Estudiantes Universitarios, que surge un 22 de mayo de 1920, viene de muchos años atrás. Los estudiantes estuvieron presentes en momentos significativos de la vida política de Guatemala: convergen con otros actores en 1920, en la lucha contra el dictador Manuel Estrada Cabrera; en la Revolución de Octubre de 1944; en las jornadas de marzo y abril de 1962 (lo que algunos llaman “nuestro mayo del 68”); como parte de las luchas sociales y populares de las décadas de los setenta y los ochenta, los años más duros de la represión contrainsurgente. Dirigentes y militantes de este movimiento proveyeron cuadros a las organizaciones guerrilleras, incluso, en los primeros años de la década de los noventa.

Pero este marco de luchas debe completarse con su oscuro reverso. Siguiendo la opinión del investigador estadounidense Paul Kobrak, hay un período que se extiende de 1954 a 1996 en el que se golpea de manera sistemática a la Universidad por parte de los aparatos represivos del Estado guatemalteco y de las bandas paramilitares: casi 500 muertos y desaparecidos documentados, aunque la cifra puede ser mucho mayor.

Para entender lo ocurrido en el movimiento estudiantil en la década de los noventa, y que culmina en la pérdida y derrota de la AEU de 2000, es necesario adentrarse en las condiciones externas e internas que caracterizaron el período de la guerra y que tuvieron una influencia muy importante en la dinámica, los idearios y las estrategias de lucha del movimiento estudiantil universitario dentro del contexto más amplio del movimiento social y popular, así como también del movimiento revolucionario y de las relaciones que se establecieron entre éstos. Es en este contexto más general donde se encuentran las explicaciones de los avatares del movimiento estudiantil universitario.

Buena parte del rumbo que tomó la confrontación en el país tuvo su origen en dos sucesos que imprimieron una influencia innegable al movimiento revolucionario guatemalteco: la traumática contrarrevolución de 1954, apoyada y financiada por Estados Unidos, que derrocó al gobierno democrático del coronel Juan Jacobo Árbenz, y el triunfo de la revolución cubana en 1959.

El trauma de 1954 significó un quiebre profundo, una herida nunca cerrada para los sectores populares y sus sueños democráticos. El triunfo de 1959 ofreció un “modelo” para revertir la herida sufrida. Estos y otros factores tomaron cuerpo en el alzamiento del 13 de noviembre de 1960, y de la formación del primer ciclo de lucha guerrillera. En la década de los sesenta, las jornadas de marzo y de abril de 1962 y el golpe de Estado contra el coronel Miguel Ydígoras Fuentes, reforzaron la opción de la vía armada. Decenas de estudiantes participaron de ese clima rebelde y se unieron a las incipientes organizaciones guerrilleras. El inicio de la masificación en la Universidad y la aparición de estudiantes universitarios de sectores más populares, generaron simpatías importantes con lucha armada.

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La derrota del primer ciclo de lucha guerrillera, incluyó la represión hacia los movimientos sociales y populares que tuvieron que reorganizarse en la década de los setenta.

En los setenta, hubo un proceso de reorganización estudiantil a lo interno de la USAC que se tradujo en nuevas organizaciones políticas, cuyo rostro más conspicuo fueron los grupos FRENTE (influenciado por el Partido Guatemalteco del Trabajo) y FERG (influenciado por el Ejército Guerrillero de los Pobres). Previamente a la fundación de estas dos emblemáticas organizaciones, se habían producido reformas importantes en la facultad de Arquitectura, así como la separación de las escuelas de Psicología, Historia y Trabajo Social de la facultad de Humanidades, sucesos que tuvieron un protagonismo estudiantil innegable.

Ese período es considerado como el de mayor organización del movimiento estudiantil. La influencia de las organizaciones revolucionarias, que tenían un programa de transformación del país, el clima cultural de rebeldía, cierto relajamiento en la política represiva del gobierno de Kjell Laugerud, así como el contacto con la realidad motivado por el Ejercicio Profesional Supervisado (EPS)  y por el involucramiento en diversas tareas posteriores al terremoto de 1976, influyeron en esta importante organización.

Los momentos culminantes de ese proceso fueron la participación en las movilizaciones frente a la masacre de Panzós por el Ejército, y las protestas contra el alza del precio del pasaje de transporte urbano, en octubre de 1978. Sin embargo, a partir de allí, la respuesta represiva fue más dura y supuso fuertes golpes para todo el movimiento social y popular. Uno de los símbolos de este período fue el asesinato del secretario general de la AEU, Oliverio Castañeda de León, el 20 de octubre de 1978, tras su participación en la manifestación conmemorativa, en centro histórico de la capital.

Del total de 492 casos de universitarios desaparecidos y asesinados durante la guerra, documentados y recogidos en el trabajo En pie de lucha de Kobrak, 211, es decir, un 43% de estos ocurrieron durante el gobierno del general Lucas García, entre 1978 y 1982. Esto representó una verdadera sangría de universitarios, en la que se perdieron muchos de los dirigentes más valiosos y preparados.

No obstante, en la década de los ochenta, el movimiento estudiantil universitario, pese a no tener por varios años un secretariado de la AEU visible (por las condiciones de represión en las que se encontraba), pudo mantenerse y participar en distintos aspectos de la vida universitaria y del país.

Es significativo de la constancia y trabajo de los universitarios, el que se lograra recuperar de las desapariciones de su dirigencia en mayo de 1984 y de la desaparición de los “mártires” del 1989. 

Los noventa y el control de la Huelga de Dolores

La represión sufrida por los diversos sectores sociales y populares disminuye con la derrota del proyecto histórico de la guerrilla, la llamada transición democrática y la elección de Vinicio Cerezo Arévalo como primer presidente civil electo en décadas. Se mantienen efectos significativos como el miedo y el silencio en distintos sectores, pero ya no se alcanzan los niveles de persecución los primeros años de la década de los ochenta.

En el caso del sector universitario, la represión disminuye significativamente, aunque se producen eventos como el asesinato de Julio Cu Quim, en 1992, o el asesinato de Mario Alioto López, en 1994, ambos perpetrados por miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, que muestran que siempre es posible y que es parte consustancial de las formas de control autoritario.

Pero hay un cambio importante que se ve influenciado por el clima de la época. Va disminuyendo la represión, pero se va perdiendo un horizonte político. En vez del enfrentamiento entre estudiantes y fuerzas de seguridad, se va produciendo una disputa en el que se incluyen agresiones violentas entre estudiantes por el control de la Huelga de Dolores y las asociaciones estudiantiles en las facultades y escuelas.

El contexto general de la época también resulta determinante. Se produce el triunfo del modelo neoliberal y la consecuente pérdida de referentes de izquierda, simbolizado, sobre todo, en la caída del muro en 1989 (el final del corto siglo XX del que habla el historiador británico Eric Hobsbawm). A nivel local, pese a las expectativas iniciales y los trabajos de recuperación de la memoria histórica, se produce una desmovilización posterior a la firma de los acuerdos de paz, de la cual no se han recuperado varios movimientos.

A nivel interno, se produce un movimiento conservador en la Universidad y que algunos califican de penetración de sectores de inteligencia en la Rectoría desde los años ochenta (es parte de lo que documenta el libro El rector, el coronel y el último decano comunista de Asier Andrés y Pilas Crespo) que, al menos, crea un clima permisivo de prácticas violentas y sin ideología de ciertos grupos universitarios.

Si bien en los inicios de los noventa, dirigentes y estudiantes se incorporan a las organizaciones revolucionarias, y varios a frentes guerrilleros, en el interior del movimiento estudiantil se empiezan a dar luchas importantes en torno al control de las asociaciones estudiantiles y, por tanto, del control de la Huelga de Dolores.

Sin ninguna perspectiva política y con intereses pecuniarios, en algunos casos, como en las unidades académicas de Ingeniería o Psicología, por ejemplo, empiezan a aparecer grupos denominados “autónomos” que en un primer momento no consiguieron ganar las respectivas asociaciones estudiantiles, pero sí empezaron a controlar los distintos sub-comités de Huelga que son la parte “operativa” del desarrollo de las actividades de Huelga y que controlan la recaudación de fondos

En teoría, esto no podría haber sucedido. Los estatutos de la AEU reglamentaban que la “comisión organizadora” de Huelga estaría conformada por la propia AEU y que cada asociación estudiantil de cada unidad académica era la encargada de convocar y coordinar el sub-comité de Huelga. Pero sucedió que en muchos casos esto no se respetara.

¿La razón? El dinero originado en la recaudación de fondos (la “talacha”) y otras actividades como venta de boletines, bonos, organización de eventos y reparto de licor, lo que al final significaba varios miles de quetzales. La disputa en algunos casos fue violenta, con peleas a garrotazo limpio y amenazas con armas de fuego.

Claro, la Huelga de Dolores siempre fue problemática. Si bien es un espacio de protesta, crítica y sátira, siendo un carnaval es muy proclive a todo tipo de excesos y dificultades. Dos ejemplos al respecto: Claude Couffon en un trabajo introductorio de la novela Viernes de Dolores (de la edición de obras completas) de Miguel Ángel Asturias, considera que es la novela más autobiográfica del autor y que retrata su experiencia como estudiante, sobre todo lo vivido en 1922. Relata, entre otras cosas, la creación del canto de guerra de los estudiantes, La Chalana. Pero también narra cómo lo recaudado en aquellos tempranos años de 1920 servía para otras actividades además de la elaboración de carrozas: la parranda de los coordinadores de la actividad, situación que también se produjo posteriormente.  

Virgilio Álvarez documenta otro hecho significativo. En 1972, el entonces presidente de la AEU, Edgar Palma Lau, posteriormente dirigente del EGP, adquirió cierta notoriedad porque impidió que los integrantes del Honorable Comité extrajeran para su uso privado los fondos de la venta del periódico estudiantil No Nos Tientes. Palma Lau impidió que entraran a la AEU y repelió a los atacantes a balazos.

Lo que estos ejemplos muestran es que el control sobre la Huelga siempre fue problemática debido a condiciones particulares, como el manejo de fondos y el ejercicio de poder en los espacios estudiantiles (así como otros elementos situacionales como el uso de capuchas y de distintas armas, que favorece el ejercicio de violencia).

Sin embargo, en los noventa los grupos de “autónomos” y las prácticas de algunas asociaciones (no todas, por supuesto), comenzaron a centrarse en la organización de la Huelga de Dolores debido a los fondos que generaba. Como hubo disputas por el control de las asociaciones y los fondos, estos comités autónomos y ciertas asociaciones empezaron a reclutar entre sus filas, a personas que no eran estudiantes y provenían de las pandillas de ese entonces (que, por supuesto, no son las de ahora, pero que ya tenían prácticas reñidas con la ley).

Habían huelgueros que no tenían carnet estudiantil y que se identificaban como “los de la zona 6”, “los de la 18”, “los de la zona 5” (una broma de algunos encargados era decir que un cierto sub-comité de huelga se parecía al “Ángel Diamantino”: unas “joyas” las que lo integraban…). Aunque era frecuente decir que los desmanes de la huelga eran producto de “infiltrados”, esos infiltrados participaban con toda la anuencia de distintos sub-comités, precisamente para las eventuales disputas que podían darse entre la asociación y el sub-comité respectivo o entre distintos sub comités.  

El control de la comisión organizadora y de la AEU sobre la Huelga, también fue disputada,  incluso por medio de discusiones violentas. En algunos momentos se llegó a amenazas y peleas. Poco a poco, los grupos cuyos intereses eran los fondos originados en la Huelga, se organizaron políticamente y ya no sólo fueron “autónomos”, sino lograron ser electos en algunas asociaciones, bajo la indiferencia o aquiescencia de las autoridades universitarias.[2]

No obstante, la AEU mantuvo una postura crítica hacía lo interno de la universidad y siguió siendo protagonista del movimiento social y popular. Parte de ello se debió a la decencia y determinación de sus dirigentes, así como al horizonte y esperanzas vinculados a la firma de la paz y las relaciones con las distintas organizaciones revolucionarias. Esto proveía algún programa y control de lo que sucedía.

El problema es que también el desencanto posterior a la firma de la paz y la falta de cuadros preparados, fue provocando mayores dificultades en el control de las asociaciones y los sub-comités.

Con esta dinámica se llega a las elecciones de 2000. En ese momento se enfrentaron los grupos estudiantiles Compañer@s, que representaban la vieja tradición estudiantil de defensa gremial y conexión con los intereses nacionales y populares, y el grupo Solidaridad Estudiantil, encabezado por el estudiante de Derecho, Jorge Mario García, representante de los grupos de “autónomos” y similares. A su alrededor estaban varias figuras que todavía se encuentran ejerciendo poder (y negocios) en la AEU actual. Bajo amenazas y coacciones, hicieron que a último momento el candidato a secretario general de Compañer@s, Alejandro Urízar, renunciara y el grupo llegara a las elecciones en condiciones de franca desventaja.

Ese año el movimiento estudiantil sufrió una derrota de la que todavía no se recupera.

La debacle actual

En los años noventa, la sede de la AEU, cercana a los edificios de Agronomía y Farmacia, era lugar de reunión, encuentro y discusión de estudiantes universitarios y de sus representantes en las distintas asociaciones. Uno llegaba a la “nave”, como era conocido el pequeño edificio que se encontraba adornado con distintos afiches de otras organizaciones sociales (sindicatos, defensores de derechos humanos) y organizaciones estudiantiles de otros países con mensajes revolucionarios y de denuncia de todo tipo. Nunca faltaba la figura de Oliverio Castañeda de León, el emblemático líder asesinado en 1978 por las fuerzas del Estado. Era muy común encontrarse con distintos miembros del secretariado encargados de distintas actividades que se desarrollaban dentro de la USAC y sus distintas unidades académicas o preparando actividades en coordinación con otras organizaciones de sectores populares.

Había un salón para reuniones donde, entre otras cosas, se preparaban mantas y carteles para manifestaciones y se hacían reuniones del Consejo Consultivo (formado por representantes de todas las asociaciones de las distintas unidades académicas) para tratar problemas relativos a la universidad y al país.

Hoy, pasar por la “nave” produce coraje y tristeza. Hay un cuartito donde se supone que están los miembros de la AEU, y alrededor y dentro diversos negocios: fotocopiadoras, ventas de comida, ventas de discos piratas, “shucos” (hotdogs). Puro negocio. Ningún rastro de  lo que fuera la otrora “consecuente y combativa” AEU.

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Con las debidas excepciones, las asociaciones estudiantiles también han perdido su capacidad de acción y su representatividad.  La Asociación de Estudiantes de Psicología[3], por ejemplo. Durante buena parte de este siglo, no hubo dirigencia en la AEPs y se mantuvo cerrada. Un grupo de estudiantes buscó retomarla, pero el Sub-Comité de Huelga de Psicología los sacó y colocó en su lugar, a otro grupo de estudiantes que no tienen mayor conexión estudiantil, ya no digamos, con la política nacional.  

La Huelga de Dolores en Psicología la organiza el sub-comité de Huelga. En esta organización se ven personas que hace tiempo dejaron de ser estudiantes.

Además, se ha desarrollado toda una ideología de grupo “extraña”, por decirlo suave. Los huelgueros de ahora, afirman que la huelga no dura 40 días, sino todo el año. Y en efecto, cuando hay alguna movilización estudiantil como elecciones a cargos, allí aparecen representantes ligados a ellos (que nunca ganan porque nadie los conoce). Por extraño que parezca, las distintas autoridades de Psicología les han dejado un espacio permanente donde se pueden reunir y planificar las actividades de esa Huelga que dura todo el año.

Para la Huelga de Dolores de 2015, encapuchados, entre los que se incluyen mujeres, del “Honorable” Sub-Comité de Huelga de Dolores de Psicología pasan gritando dentro del edificio de esta escuela: “¿Quién guía?” “Psicología” “¿Quién guía?” “Psicología” “Y a quien no le guste” “Su madre” “Y si no” “También” “Porque la ley anticapucha” “Nos pela la v…nos pela la v…nos pela la v…”. Por otra parte, han “adornado” el edificio de la Escuela de Psicología con una especie de “piñatitas” de encapuchados que se inspiran en una estética de kínder, lo que refleja el vacío ideológico y político de su accionar.

Es cierto que la Huelga como institución tiene elementos rescatables. Pero muchos sub comités y la AEU, parecen no tener nada que ofrecer.

¿Rearticulación del movimiento estudiantil universitario?

Sin embargo, no todo está perdido. Hay algunas escenas esperanzadoras que se han producido en las manifestaciones alrededor de la consigna #RenunciaYa que parecen indicar que los estudiantes universitarios, los muchachos, están de regreso. Hay imágenes de estudiantes universitarios de la USAC y de la URL en las que marchan codo a codo, con el objetivo de exigir la renuncia de Roxanna Baldetti y Otto Pérez Molina.

Al tiempo, han aparecido manifestaciones organizativas y mensajes en redes sociales que empiezan a señalar este momento como oportuno para sacar a las mafias que usurpan la AEU y redignificar los distintos espacios de representación estudiantil.

No será fácil, pero hay que hacer el intento. Manolo Vela, exsecretario general de la AEU a mediados de los noventa, recién escribió un artículo donde decía que es el momento de que los estudiantes se organicen en asambleas generales en cada unidad académica, desconozcan a la AEU actual y convoquen a elecciones para recuperar esta institución.

La aparición de estudiantes conscientes que al calor de las protestas se están reconociendo y reafirmando como sujetos, como estudiantes universitarios, como los muchachos, como los de siempre, hacen creer que la recuperación de la AEU y del movimiento estudiantil universitario es posible.


[1] Con esto no se quiere transmitir una imagen falsamente romántica. Tampoco hay que idealizar la política y las prácticas del movimiento estudiantil universitario. Como se señalará más adelante, siempre existieron problemas y disputas en su seno. Lo que se quiere señalar es que hubo un momento de quiebre que se puede fechar exactamente en las elecciones del año 2000.

[2] Sobre ello se tiene la impresión de que la AEU posterior a las elecciones de 2000, así como algunas asociaciones y sub-comités han servido de choque a ciertas autoridades universitarias. Esta es una de las razones posibles para explicar su permanencia.

[3] Cuyo nombre es Asociación de Estudiantes de Psicología Carlos Conde e Iván González. Estos dos estudiantes de los últimos años de la carrera de licenciatura en psicología, fueron parte de los desaparecidos en 1989, los llamados “mártires del 89”. Actualmente, una placa colocada en un edificio del Centro Universitario Metropolitano por la SEPAZ durante el gobierno de la UNE, los salva del olvido.  

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