En carrera hacia el 20 de agosto

Con base en el acuerdo 1328-2023, el Tribunal Supremo Electoral declaró válidas las elecciones celebradas en la última semana de junio. Como no hubo mayoría absoluta respecto de la Presidencia de la República, el TSE anunció que el 20 de agosto será la segunda vuelta entre Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza, y Bernardo Arévalo, del Movimiento Semilla. 

La cita inicial con las urnas marcó una distancia de 227,058 votos entre Torres y Arévalo, por lo que de cara al momento cumbre puede hablarse de que la moneda está en el aire. Lo anterior porque el mes pasado hubo 966,389 personas que anularon el sufragio y 388,442 que dejaron la boleta en blanco. Además, 3,692,521 se abstuvieron de tomar parte, es decir, una y otro vuelcan su esfuerzo sumatorio en esos 5 millones.

En una segunda vuelta es usual el descenso de votantes a causa de que ya no están en contienda aspirantes a escaños legislativos y corporaciones ediles, lo cual inhabilita la “maquinaria” montada por estos. De igual forma, el fracaso de sus presidenciables desmotiva a las y los que no apostaron por las fórmulas dominantes, nicho que, de todos modos, es foco de interés.

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Romper con los antecedentes de una baja participación en el balotaje, es el gran reto de Arévalo y Torres. Asimismo, podría ocurrir que la gente opte por ir contra la tradición frente a la cadena de sobresaltos inéditos, como candidaturas marginadas, un resultado totalmente inesperado en primera fase y la serie de acciones legales que, en resumidas cuentas, han polarizado, confundido y preocupado a propios y extraños.

Sin duda, por el lado de Arévalo y el Movimiento Semilla, lo derivado del 25 de junio le significó una mala noticia: la posibilidad de que prosperara su exclusión a pesar de haber nadado y alcanzado la orilla. Y una buena: convertir los limones en limonada al conseguir la penetración de su nombre y capacidades por cuanto canal de comunicación se abrió.

Torres y la UNE, por el suyo, ven un escenario similar. Mal, porque enfrentarán a un adversario que no tenían presupuestado y que, por las circunstancias mencionadas, ha venido en ascenso. Y bien porque su fuerza organizativa es superior, con un voto rural muy duro, aunado a que se ha desenvuelto mejor, en comparación con 2015 y 2019. 

Al panorama descrito, cuando falta un mes para dilucidar sobre quién recaerá la conducción del Organismo Ejecutivo a partir del 14 de enero de 2024, resta esperar cómo actuarán los partidos relegados, aunque es preciso anotar que el sufragio no es endosable. Más relevante será medir el impacto de lo que hagan o digan Torres y Arévalo, pues una declaración elevará o disminuirá apoyo.

Obviamente, más allá de los protagonistas, habrá que ver la incidencia de los círculos poderosos que se juegan mucho y por medio de operadores se encargan de producir historias enfocadas en las emociones para echar por la borda el análisis. Dichas maniobras son las más peligrosas en esta era de la manipulación y la desinformación porque entran sin ser vistas, de manera que, valga la paradoja, ojo con ellas, pues no debe descartarse que las olas crezcan cual tsunami político.