Las imágenes adentro de las tres salas de emergencia del Hospital General San Juan de Dios son el retrato en macro de la situación de todo el sistema de Salud Pública de Guatemala: La crisis de abastecimiento de insumos y equipo médico lleva tiempo de haberse agudizado hasta haberse convertido en una gravedad estable que deja al personal médico y a los pacientes en un limbo de angustia, frustración e impotencia. Ahora, con el nombramiento de la nueva Ministra de Salud, Lucrecia Hern...
Las imágenes adentro de las tres salas de emergencia del Hospital General San Juan de Dios son el retrato en macro de la situación de todo el sistema de Salud Pública de Guatemala: La crisis de abastecimiento de insumos y equipo médico lleva tiempo de haberse agudizado hasta haberse convertido en una gravedad estable que deja al personal médico y a los pacientes en un limbo de angustia, frustración e impotencia. Ahora, con el nombramiento de la nueva Ministra de Salud, Lucrecia Hernández Mack, la salud vuelve a ocupar los titulares de los periódicos.
Las carreras vertiginosas por los pasillos de pediatría, ginecoobstetricia y adultos, que conforman el servicio de emergencia, no dan tiempo para las quejas. Como lo ha denunciado el jefe de emergencia, Napoleón Méndez Rivera, más del 60% de los guatemaltecos no tiene la posibilidad de acceder al Seguro Social y mucho menos a un servicio de medicina privada. Las emergencias de los hospitales y, en especial, los hospitales generales se convierten en puntos gravitacionales a donde llegan los enfermos para atender desde el síntoma más inofensivo hasta las situaciones al borde de la muerte. Las emergencias como el embudo, sin equipo y medicamentos, en donde colapsa el sistema. “El sistema actual de salud ha tocado fondo”, escribió Rojas en su columna.
Un hospital sin camillas, quirófanos, máquinas de rayos X, elevadores, sábanas y medicamentos podría ser el set de un hospital abandonado lleno de fantasmas. Pero el San Juan de Dios, con su historia centenaria y sus paredes descascaradas, sigue recibiendo miles de pacientes al mes. Sólo durante el pasado marzo, en pediatría se atendieron a 3,162 menores de edad, de éstos, 468 ingresados; en maternidad fueron atendidas 2,158 mujeres, 934 hospitalizadas. Y, enn emergencias lo saben bien, el promedio de ingresos, sobre todo en el área de adultos, aumenta drásticamente cada quincena, cuando se cobran salarios: “las noches de balas y bolos”, las llaman en el hospital. A la salas de emergencia acude todas las personas sin acceso al seguro social o a la medicina privada, clase media, media baja, indigentes, pacientes acompañados por familiares, pacientes escoltados por guardias del sistema penitenciario y, a veces, individuos solos. Entre las leyendas de del San Juan de Dios está la de Macario , un hombre que no tenía quién lo fuera a buscar después de haberse recuperado de una fractura, y que optó por quedarse dos años deambulando por el hospital.
Los informes mensuales de cada división de emergencia son un espejo del país: la violencia, las balas; y en maternidad las casillas que reportan el número de menores de edad embarazadas o de víctimas de violencia sexual nunca se quedan vacías.
La emergencia del San Juan de Dios es un hormiguero humano en constante movimiento. En esta frenética lucha contra la precariedad, el personal y los enfermos disputan, y comparten, tiempo y espacio: médicos que dan clases a los practicantes universitarios en el mismo sitio destinado a la atención a los pacientes, bajo la mirada de los familiares curiosos que reciben lecciones científicas inesperadas.
En este micromundo delirante, destaca el papel secundario de decenas de universitarios y jóvenes residentes que se desplazan por las salas de las tres divisiones de emergencias, día y noche, en turnos inhumanos: una tanda de 36 horas seguidas cada cuatro días y que se convierten, de alguna manera, en el corazón pulsante de este sector del hospital. Los salarios de los muchachos no son el motivo del apego a su tarea: desde los Q1,200 de los internos hasta los Q7,000 de un residente de alto grado.
Nadie se atreve a negar la precaria situación del sistema, aunque no hay cálculos de la cantidad de muertes que ésta provoca. Lo sabe muy bien la nueva Ministra de Salud que, hace menos de un año, destacaban en Plaza Pública la necesidad de “transformar nuestro pensamiento sanitario, para comprender las dimensiones sociales de la salud, cambiar nuestras ideas de mínimos y básicos, asumirnos todos con derecho a la salud y la atención, de desprivatizar nuestra mentalidad y ver al Estado como garante de ese derecho”.
Ahora las nuevas autoridades del Ministerio ponen como prioridad realizar diagnósticos que dimensionen las necesidades más urgentes. Adrián Chávez, el nuevo Viceministro Técnico de Salud, asegura que realizará recorridos por los hospitales de Guatemala para trazar un mapa de la situación. Jaime Cáceres, de la Junta Directiva de Médicos del Hospital San Juan de Dios, recomienda, además, que las visitas de supervisión se realicen no sólo de día, sino “principalmente en la noche, en las emergencias, donde se libra una batalla contra la muerte”.
*Las fotografías de esta reportaje fueron tomadas en abril de 2016.
Simone Dalmasso
Autor
Simone Dalmasso
/ Autor
Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de Turín, Italia. En 2003 viaja por primera vez a Guatemala en ocasión de su trabajo de tesis en antropología social realizado en Nebaj, El Quiché. Desde el 2010 empieza a trabajar como fotoperiodista en el país y a partir del 2017 se incorpora en la redacción de Plaza Pública como editor de fotografía.
Ha ganado reconocimientos en ámbito nacional e internacional tal como el Premio SIP-Fotografía de la Sociedad Interamericana de Prensa, en 2014, el Premio Nacional de Periodismo, en 2015, el segundo lugar en el Picture of the Year – POY Latam 2019, en la categoría “Movimientos migratorios”. Su trabajo ha sido parte de la selección oficial de fotografía de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano en 2016 y 2020
Simone Dalmasso
Autor
Simone Dalmasso
/ Autor
Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de Turín, Italia. En 2003 viaja por primera vez a Guatemala en ocasión de su trabajo de tesis en antropología social realizado en Nebaj, El Quiché. Desde el 2010 empieza a trabajar como fotoperiodista en el país y a partir del 2017 se incorpora en la redacción de Plaza Pública como editor de fotografía.
Ha ganado reconocimientos en ámbito nacional e internacional tal como el Premio SIP-Fotografía de la Sociedad Interamericana de Prensa, en 2014, el Premio Nacional de Periodismo, en 2015, el segundo lugar en el Picture of the Year – POY Latam 2019, en la categoría “Movimientos migratorios”. Su trabajo ha sido parte de la selección oficial de fotografía de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano en 2016 y 2020