No se trata del affaire relacionado con el intento de algunos congresistas en cuanto a poner de rodillas a los gobernadores. Esas injerencias rayanas con el delito harta práctica han sido. Ya la Cicig y el Ministerio Público están al tanto y esperamos resultados pronto. Se trata de los mensajes de texto cruzados entre los diputados oficialistas Manuel Giordano y Javier Hernández el día 3 de abril, los cuales ponen al desnudo la estatura moral del primero.
Es que, por el amor de Dios, hay en esos mensajes una ausencia completa de dignidad. Da asco leerlos. En el mejor de los casos llama a la memoria un texto del profesor Marciano Vidal[1], tratadista de moral, en relación con los enemigos de la ética. Dijo el profesor Vidal: «El mayor enemigo de la ética está en el interior del corazón humano y tiene un nombre: el oscurecimiento del sentido del bien».
¿Tendrán noción estos diputados de la trascendencia del sentido del bien? ¿Serán conscientes de que los principios que rigen la conducta humana deben estar —como decía el filósofo Xavier Zubiri— absolutamente apegados a la ética? Qué digo. ¿Sabrán el significado de la palabra ética?
«De lo que abunda en el corazón habla la boca», reza Lucas 6, 45. Y a este tipo de personas, con ese tipo de corazones, encomendamos el quehacer político de nuestro país. Cuando los elegimos nos olvidamos de que, si hay un estamento donde la ética debe ser privilegiada, es precisamente el de la política.
Los valores humanos son precisamente actitudes morales y éticas. Mas, cuando leo y releo esos textos tratando de buscar algún atenuante, lo que encuentro es falta de responsabilidad, de honestidad, de honradez, de respeto por todo lo humano, y una terrible ausencia de autoestima.
Todas las categorías mencionadas son las que determinan un derrotero de vida, una manera de ser y estar, y en momentos cruciales ayudan a establecer una opción. Pero, si un político carece de ellas, ¿qué tipo de servicio puede prestar a la comunidad? El jesuita Juan Hernández Pico definió la política como una actividad de servicio. Concretamente explicitó: «La política es servicio o no es nada». Pregunto de nuevo: un diputado como Giordano, ¿qué tipo de servicio puede aportar a nuestra sociedad?
Por esas y otras razones atinentes ya a la política puramente partidista, ese diputado debe renunciar. Léase y entiéndase: o este tipo se va del Congreso o su contumacia puede ser el principio del fin de este gobierno. «A golpe dado no hay quite», dice el refrán. Y entre ellos, esa clase de congresistas se los están propinando a más no poder.
Y, por favor, no creamos quienes profesamos una religión o un credo que por ello debemos obviar una sesuda participación en la política. Gracias a esa postura es que personas como Giordano han llegado a tener la primacía que jamás debieron poseer. Es, en todo caso, una cómoda actitud fomentada desde los poderes fácticos que nos han gobernado. Ojo porque de nuevo he leído en las redes sociales y escuchado a ciertas personas: «Todo hay que dejárselo a Dios». A ellos respondo con el discurso del obispo episcopal Desmond Tutu: «Los que dicen que la religión no tiene que ver con la política no saben lo que es religión. No hay nada más político que decir que la religión no tiene que ver con la política».
Hasta la próxima semana, estimados lectores.
[1] Marciano Vidal es un profesor de moral español, religioso redentorista.
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