Graduado en la Universidad de San Carlos con honores, concluyó su carrera viajando de niño desde su comunidad, a pie y en bus, hacia la cabecera de su departamento y luego a Quetzaltenango todos los días, todas las semanas, todos los años. Abordaba el transporte público y padecía las inclemencias del tiempo, hambre y cansancio. Sus padres, campesinos que lograron hacerse maestros rurales. Sus abuelos y antepasados no fueron a la escuela. Vivieron y murieron trabajando en la madre tierra. Recién graduado, instaló su oficina de servicios profesionales con bastante éxito. Hasta el día en que la comunidad le delegó la responsabilidad de ser parte de la autoridad ancestral del cantón y también de la autoridad ancestral de su municipio.
Asumió su cargo a inicios de este año, pues sabía que tenía que hacerlo por mandato colectivo y por convicción individual. En la comunidad se es individuo en tanto se articule a la comunidad, a los principios, a los valores y a las responsabilidades del colectivo. Un año antes estuvo en el proceso de iniciación como autoridad conociendo las tareas y actividades a realizar, recorriendo bosques, montañas y parajes de su comunidad para conocer los límites de esta, los recursos comunitarios y la forma como se gestionan los servicios públicos. También conoció la forma como se administra justicia. Siendo joven, casi todo era nuevo para él. Su padre también fue autoridad ancestral. En síntesis, dejó provisionalmente el ejercicio de su profesión liberal para cumplir con un cargo que no es remunerado, como sí lo es el ejercicio de la autoridad formal del Estado.
Hoy está convencido de que los valores inculcados por la familia extendida, por la comunidad (aislada, pobre, discriminada), por la multiplicidad de prácticas cotidianas, por la cosmovisión heredada oralmente y por haber ensanchado las fronteras de su conocimiento e intelecto le han consolidado su identidad cultural, su apego al servicio comunitario y, sobre todo, el valor de su individualidad en tanto parte de la comunidad y de un país.
Por otro lado, un medio de comunicación relata el desarrollo del Empire Music Festival (EMF) en Villa Canales resaltando las siguientes escenas: «… un peculiar asistente que se atrevió a lucir un mankini (extravagante bikini de una sola pieza) […] un joven que compraba droga mientras el rapero Wiz Khalifa cantaba […] dos personas del público se peleaban (y que Juanes logró calmar desde el escenario)…»[1]. En las dos páginas dedicadas a este evento sobresale la fotografía de tres hombres extranjeros vestidos de mujer. «Con toque femenino» es el texto que aparece al pie.
A la par de estos hechos, otros más dramáticos, como la muerte de 41 adolescentes calcinadas, el motín de los jóvenes en el Centro Juvenil de Privación de Libertad para Varones Etapa 2, el aparecimiento de jóvenes ejecutados en algunos barrios del área metropolitana de Guatemala, mujeres desmembradas, jóvenes extorsionistas apresados, una atleta subastando sus preseas deportivas para poder continuar representando al país y tantas otras diversidades dentro de una constelación más grande y desconocida pero existente.
Esas realidades, que polarizan y antagonizan lo individual y lo colectivo, son ajenas al grueso de la población. Somos una sociedad sin rumbo: algunos pocos trabajando, sin esperanzas la mayoría, creyendo normal lo que pasa y por eso indolentes. Carolina Vásquez Araya dice: «[Hay que] llamar la atención sobre la dicotomía entre los grandes avances de la tecnología y la ciencia y la creciente pobreza cultural convertida en un sello de las nuevas generaciones […] la progresiva pérdida de calidad humana de una sociedad cuyo objetivo principal está centrado en el bienestar individual, muchas veces (demasiadas quizá) obtenido a costa del colectivo»[2].
En términos sociales y políticos se ha hablado de dos Guatemalas, lo cual no profundiza en las tremendas contradicciones y desigualdades que atraviesan el tejido social. Son discursos políticamente correctos que tarde o temprano pueden generar el estallido de la inconformidad por la falta de un articulador identitario, como el que asume RAMJ en su comunidad y que, trasladado al plano de la nación y del Estado, significaría combatir el individualismo, el racismo y la colonialidad. Solo así sería posible enfrentarnos a un futuro incierto que, por el momento, lo único que nos augura con cierta certeza es el derrumbe del Estado liberal y republicano por culpa de quienes lo han representado y monopolizado ilegítimamente y que, a través de la corrupción, la impunidad y la violencia, nos han atado no solo las manos productivas, sino también la conciencia, el entendimiento y el razonamiento crítico.
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[1] Prensa Libre, 20 de marzo de 2017. Páginas 44 y 45.
[2] Prensa Libre, 20 de marzo de 2017. Página 40.
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