Panamá recibió, en ingresos vinculados al canal (peaje y provisión de otros servicios), 800 millones de dólares en el año 2002 y 2 600 millones el año pasado. Ello implicó un aumento de 1 800 millones (125 %) en cuestión de 13 años. Por su lado, Guatemala incrementó su ingreso de dólares por remesas de 1 579 millones en el año 2002 a 6 285 millones el año pasado. Es decir, un aumento de 4 679 millones (196 %) en cuestión de 13 años.
¿Qué ha implicado esto para la economía de ambos países?
En Panamá, el crecimiento de la economía permite duplicar el ingreso de los panameños cada 13 años, pues este ha crecido a un ritmo por arriba del 5 % por persona del año 2002 al 2015. Mientras tanto, en Guatemala el crecimiento de la economía permite duplicar el ingreso de los guatemaltecos cada 54 años, con un crecimiento levemente por arriba del 1 % por persona en el mismo período. Es decir, mientras los panameños duplicaron su ingreso en dicho período de tiempo, en Guatemala solo creció un 20 %.
En cuanto a pobreza, utilizando la proporción de personas que viven con $3.10 al día (paridad de poder adquisitivo —PPA— en 2011), en el año 2000 Panamá contaba con un 21.8 % y Guatemala con un 22.2 %, datos muy similares. Para el año 2011, dicha medida de pobreza se había reducido en Panamá a 9.5 %, mientras que en Guatemala se incrementó a 26.5 %.
¿Por qué Guatemala está obteniendo peores resultados que los panameños a pesar de que la inyección de recursos es mayor y va de manera directa a la población?
Mientras en Guatemala el crecimiento en las divisas está vinculado a la pérdida de capital humano vía la emigración a Estados Unidos, en Panamá ha sucedido lo contrario, pues dichas divisas están vinculadas al traspaso de la propiedad del canal de Estados Unidos a Panamá, lo que facilita la generación de encadenamientos productivos, así como mejoras en su operación y en la segmentación de mercados para cobrar distintas tarifas y la atracción de empresas y extranjeros preparados para trabajar en el país. Es decir, en Panamá se fortalece la capacidad productiva del país, mientras que en Guatemala ocurre lo contrario.
Por otro lado, está cómo se hace uso de dichos recursos. El aprovechamiento de los recursos adicionales ha servido para darle impulso a la capacidad de inversión en infraestructura de Panamá, lo cual permite la expansión del canal y la construcción del metro. Los recursos se están usando para invertir directamente en infraestructura e incrementar la capacidad de endeudamiento para construir aún más infraestructura. En el caso de Guatemala, gran proporción de las remesas tiende a irse a consumo y a construir vivienda. En pocas palabras, mientras en Panamá se han utilizado los flujos adicionales para invertir en infraestructura que genera externalidades positivas (más recursos futuros para el canal, menores costos de transporte para las empresas y los trabajadores del país y mejor calidad de vida urbana), ello no está ocurriendo en Guatemala. Es más: los procesos de titularización del flujo de remesas en Guatemala, lo cual permite incrementar la capacidad de otorgamiento de créditos de los bancos del sistema, tampoco han sido empleados para apoyar la inversión en infraestructura, sino para crédito, muchas veces dirigido a consumo.
Es obvio que algo estamos haciendo mal en Guatemala. Y el problema no se resume en corrupción, pues ese también es un problema en Panamá. Es, en gran parte, un problema de cómo hacemos uso de los recursos públicos y privados.
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