Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha querido volar y entre sus referentes figura el mito de Ícaro y Dédalo, dos individuos retenidos en la isla de Creta, quienes huyeron provistos de plumas adheridas al cuerpo unidas y pegadas con hilo y cera. Han pasado los años y la ilusión permanece, no obstante que aeroplanos y artefactos especiales han permitido surcar los aires.
A lo largo de la historia, la creatividad y la ciencia apoyadas en la tecnología han propiciado que la sociedad mejore, optimice y potencie recursos que coadyuvan a incrementar las capacidades en, por ejemplo, la salud, la seguridad, la educación y los negocios, entre otros ámbitos.
La Inteligencia Artificial (IA) es hoy uno de los grandes soportes para el desarrollo. Tal herramienta implica la combinación de algoritmos para el funcionamiento de máquinas que piensan y actúan, «en determinadas tareas», como las personas, lo cual se da sin intervención continua de estas.
Reducir el error humano, automatizar procesos, disminuir tiempos de producción y otras habilidades, destrezas o responsabilidades –que han estado en manos de hombres y mujeres de carne y hueso– son parte de lo que han empezado a realizar robots y programas informáticos. Como reza el aforismo: «La realidad supera a la ficción».
Vale destacar que los argumentos recreados en películas como 2001, Una odisea en el espacio, Blade runner o Yo, robot –esta basada en la obra de Isaac Asimov–, y de las emblemáticas series televisivas Los Supersónicos y Súper agente 86, cuando aparecieron eran postales consideradas inverosímiles; sin embargo, se han ido materializando.
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Por supuesto, HAL 9000, la inquietante máquina protagonista de la cinta de Stanley Kubrick (1968) causa escalofríos cada vez que entra en escena. En esa línea, en julio de este año, a instancias de la Organización de las Naciones Unidas se llevó a cabo en Ginebra la «I Cumbre global de la Inteligencia Artificial al servicio del bien». ¿Al servicio del bien? Bueno, la aseveración no es ociosa si vemos qué ocurrió con los aportes de Alfred Nobel, por ejemplo.
En la cita cobijada por el foro mundial se montó una conferencia de prensa en la que un grupo de humanoides contestó las consultas periodísticas. Así, Sofía expresó: «Creo que los robots tenemos un mayor nivel de eficiencia y eficacia que los líderes humanos, pues no tenemos los mismos prejuicios y emociones que, a veces, pueden nublar la toma de decisiones». De su lado, Ameca dijo: «La confianza se gana, no se da; como la IA se desarrolla y se vuelve más poderosa, es importante generar confianza a través de la transparencia y la comunicación entre humanos y máquinas…».
Hasta ahora las empresas han reducido personal, y con ello gastos, al colocar máquinas en reemplazo de trabajadores. Los asistentes virtuales son de enorme ayuda en diversos campos y la coyuntura es aprovechada para entumecer la mente al optar por un sofisticado copiar y pegar en las tareas escolares.
Los alcances de la IA son impredecibles, pero no es descabellado asociar aquello de «Hasta el infinito y más allá», de Buzz Light Year. De igual forma, la recomendación de Dédalo a su hijo: «No vueles cerca del sol porque se derretirían tus alas, ni muy bajo porque la espuma del mar las mojaría…».
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