Entre el público se observan expresiones de indignación. Las escenas logran desencadenar la empatía con las víctimas de los abusos. Al parecer, para la mayoría del público, la indignación por los abusos de algunos miembros de la resistencia no eclipsa la admiración por la lucha de los justos ni la repugnancia por las atrocidades de los nazis.
En este caso hay dos procesos mentales de interés. El primero es el de la empatía con la víctima. Ahora sabemos que tal proceso emotivo se desencadena con la intervención de las llamadas “neuronas en espejo” cuando observamos los rostros sufrientes, aunque el estímulo sea una ficción: el cine. Por supuesto, siempre participan nuestras experiencias sociales en ese desencadenamiento.
El segundo proceso, obviamente no es ajeno a la actividad cerebral pero es más complejo, adquiere más fuerza el componente de la experiencia social en el proceso emotivo-racional. Participa, por ejemplo, el conocimiento de los hechos de barbarie cometidos contra la población judía, de otro tipo crímenes masivos ejecutados por los nazis como el caso de Lidice, la ideología del observador y como articuladora del conjunto, la reflexión moral.
En el debate público por el juicio a dos generales en Guatemala, por crímenes que en su barbarie compiten con los de los nazis, observamos elementos sorprendentes. El primero es que hay sectores que no se sienten conmovidos por la barbarie, los hechos no han tocado la sensibilidad que humanamente se esperaría −como si las neuronas en espejo se hubiesen dormido bajo las presiones de la ideología. El segundo elemento es más perverso porque conlleva la intencionalidad del ocultamiento y el engaño.
Este trabajo infame está a cargo de “la intelectualidad orgánica de la negación”. Los más extremistas son miembros de una universidad privada (UFM). Los sesgos de sus discursos son notables e incluyen, entre otros, la ausencia de un método analítico serio que pueda merecer el calificativo de científico, un uso atroz de lo empírico y al clásico padecimiento de una severa miopía histórica se agrega el de su absoluta ceguera moral.
* Médico graduado en la USAC (1971). Especializado en Medicina Interna y con Maestría en Medicina Tropical en Inglaterra. Fue catedrático en la Facultad de Ciencias Médicas de la USAC donde desarrolló, además, investigación epidemiológica. Introdujo y dirigió el primer programa de Bioética en la Facultad y ha formado parte de los comités de ética en el Hospital San Juan de Dios y en UNOP. Ha publicado: Para entender la violencia: falsas rutas y caminos truncados. Editorial Universitaria de la USAC, y otro sobre ética médica Tras el sentido perdido de la medicina. Avancso.
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