Migrantes atrapados en un mundo ajeno
Migrantes atrapados en un mundo ajeno
Las imágenes de dos niñas saltando del muro de Trump, y caer gravemente lesionadas, no puede dejar de conmover a cualquier espectador mínimamente sensible. Tres días después, otra niña guatemalteca muere por deshidratación al ser movilizada por la guardia fronteriza, y otro menor fallece en un hospital después de haber sido asegurado por las autoridades migratorias estadounidenses. Después de un impacto inicial, las noticias de quedarán subsumidas en las arenas desérticas de la frontera. No obstante, la magnitud de la tragedia, la compasión no es el sentimiento más común y, menos aún, la comprensión del fenómeno y sus significados. La respuesta se reparte en una gama que constituye una vergüenza humana, en la que la indiferencia o la fugacidad de la impresión domina el espacio mental colectivo.
Es importante reconocer que, en países receptores de personas migrantes, como en Estados Unidos y en algunos de Europa, existe alguna fuerza solidaria que, lamentablemente, tiende a debilitarse. Las razones de esto último son múltiples; transcurren entre una preocupación comprensible, aunque poco informada, por la visualización de la “invasión” de caravanas (en USA) o la frecuente carga de embarcaciones que surcan el Mediterráneo hacia las costas europeas, hasta el más abominable de los racismos, que bien podría encontrar su símbolo en la vulgaridad de rostro y verbo del señor Donald Trump. Entre estos extremos de emociones, desde las más humanas a las más perversas, es indispensable darle más espacio a la racionalidad y a un abordaje científico de lo social, que no por ser tal escapa a las emociones más legítimas sustentadas por la ética.
Quizás la idea puede resumirse en la respuesta de un expresidente europeo cuando lo interrogaron sobre las migraciones de los africanos; esta fue breve: nos están devolviendo la visita. Obviamente se refería a la visita de los europeos al África, el saqueo que consumaron y los terribles crímenes masivos que cometieron. En fin, todo lo que constituyó la piedra angular de la acumulación del capital y el bienestar contemporáneo del “occidente liberal y democrático”, como dicen, con la superficialidad de los ríos de verano en Guatemala, algunos empresarios diplomados académicamente en el extranjero. Aunque, por diplomados que sean, creo que no podrán ver el nexo de la historia que adelante resumo con la realidad actual de la migración y otros desastres sociales.
Guatemala es un país con altísimas cifras de desnutrición, de enfermedad y mortalidad infantil, de precariedad de los servicios médicos, de criminalidad, de deficiencia de cobertura en la educación, deterioro de la infraestructura vial que afecta a ricos y pobres, de la increíblemente gigantesca corrupción público-privada. La población guatemalteca ha vivido momentos de opresión, miedo, esperanza, euforia de cambio, y admirables heroísmos, para volver de nuevo por circunstancias adversas, generalmente provocadas por la complicidad de poderes locales y externos, a estados morales y psicosociales tan precarios que la inmovilizan. Con todo y el reconocimiento de la tremenda fuerza motriz de los poderes internos, principalmente el económico (que se ufana de pertenecer a la democracia liberal occidental, que en el fondo le es ajena), hay otro poder que ha sido mucho más potente y determinante, que ha sido el artífice no sólo del dominio del primer poder interno, sino del martirio de los más oprimidos y del constante deterioro de una clase media, que apenas tiene conciencia de los orígenes del mal. Hablo, por supuesto, del poder imperial de los Estados Unidos de América, que ha asfixiado las oportunidades de desarrollo social, de mejorar nuestras condiciones de vida materiales y espirituales (oportunidades que parecían abiertas como respuesta a las luchas locales), lo cual ha desembocado en el deterioro de las condiciones psicosociales con sus secuelas de violencia, además de otras conductas antisociales y, lo que es aún más grave, en la indiferencia de una sociedad que perdió su autoestima.
Algunos retazos de nuestra historia dan material para quien tiene el deseo de entender. La revolución liberal llegó al poder en junio de 1871. Lamentablemente ese régimen (Justo Rufino Barrios), al igual que las otras grandes dictaduras del mismo signo de la primera mitad del siglo XX, impusieron una corriente discriminatoria y despótica. La historia, múltiples veces descrita, no acaba por ser internalizada en la conciencia colectiva. Se sabe, sin que esa conciencia se inmute, de la explotación del indígena mediante trabajo forzado. El Ejército recurrió a un tipo de reclutamiento, igualmente forzoso, racista y clasista. Uno de los acontecimientos históricos, cuyo impacto permanece vigente, es el de la creación del latifundio en favor de familias privilegiadas a través de la expropiación de las tierras comunales indígenas. Contribuyó a la explotación la llamada “Ley de jornaleros” (1877) que garantizaba a los finqueros la mano de obra barata.
Posteriormente, las dictaduras liberales del Siglo XX (Manuel Estrada Cabrera, 1898 – 1920) fincaron su poder en la delación, terror y servilismo al poder del norte. El general Jorge Ubico (1931-1944), utilizó la mano de obra indígena gratuita para construir una red importante de infraestructura vial. Contribuyó a facilitar ese tipo de inclemente explotación la Ley contra la Vagancia. Los campesinos pobres mestizos de las tierras áridas del oriente del país, no corrieron mejor suerte.
Esa realidad no sólo fue producto de la voluntad propia de poderes locales, fue un estado de cosas mantenido con la dirección y complicidad de alguien más fuerte, feroz y determinante, que impuso sus condiciones con ilimitada arrogancia desde finales del siglo XIX, acrecentándose a lo largo del siglo XX con la influencia ostensible de las empresas extranjeras, especialmente la United Fruit Company (UFCO, las de ferrocarriles y de electricidad, quienes, además de no pagar impuestos, se apropiaron de nuestros recursos naturales, infraestructura y el verdadero poder político detrás bambalinas, y a veces impúdicamente por delante de ellas.
No obstante, en el año 1944 hubo una insurrección juvenil de maestros y estudiantes que desembocó en un movimiento cívico militar que abrió una nueva era democrática el 20 de octubre de 1944. Guatemala ingresa, entonces, al siglo XX, con una serie de procesos entre los que se han destacado algunos como los siguientes: la descentralización del Poder Ejecutivo; separación de los 3 Poderes del Estado; alternabilidad en el poder; elecciones populares; no reelección; derecho de rebelión cívica; autonomías; partidos políticos sin restricciones ideológicas; sufragio universal obligatorio secreto o público; ciudadanía de la mujer; política para alfabetización; Ley de Titulación Supletoria; Ley de Contratación del Trabajo Agrícola; institucionalización del trabajo como un derecho; prohibición de latifundios; apoyo gubernamental a cooperativas agrícolas e indígenas, creó el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social en 1946; se aprobó el Código de Trabajo en 1947; normas para la protección laboral y sindical en 1949.
También hubo un despertar en la cultura; se fundaron las carreras humanísticas en 1945. Se funda el Instituto de Antropología e Historia; el Instituto Indigenista Nacional; el Conservatorio Nacional de Música; la Orquesta Sinfónica Nacional; la Escuela de Bellas Artes; la gran Escuela Coral; el arte de la danza (Ballet Guatemala); la editorial del Ministerio de Educación y su línea editorial popular. Se lanza campaña de alfabetización; programas de educación rural; se fundan numerosos institutos de enseñanza media y muchas iniciativas más. (Datos tomados de documento inédito del antropólogo Jorge Solares).
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En el segundo gobierno de la revolución, con Jacobo Árbenz Guzmán se lucha por recuperación de la soberanía nacional en la salida al Atlántico; recuperación de las instalaciones portuarias del Atlántico; recuperación del control nacional en la generación de energía eléctrica; transformación económica para hacer de Guatemala un país capitalista desarrollado aboliendo las relaciones semifeudales supervivientes en el campo y aumentando la capacidad productiva y adquisitiva; punto fundamental de esto fue la reforma agraria, cuando se proporcionaron tierras fértiles ociosas a los más pobres entre los pobres.
Este programa de liberación económica y política de un país sujeto a los intereses de Estados Unidos entrañaba un profundo sentido de dignidad nacional. Y de ahí surge la tenebrosa intervención cuyo norte era salvaguardar los intereses, en última instancia altamente corruptos y saqueadores de la riqueza nacional como los de la United Fruit Company, el monopolio de los ferrocarriles y el de la electricidad, entre otros; garantizando, a su vez, la gran alianza mutuamente conveniente del poder imperial con el poder de la oligarquía nacional.
Posteriormente a la caída de Árbenz Guzmán hubo devolución de privilegios a las compañías extranjeras, los asesinatos sistemáticos campesinos beneficiados por la Reforma Agraria, la corrupción público-privada ascendente y el cercenamiento de las libertades políticas. Este cuadro, en una sociedad que había logrado un alto grado de conciencia y politización provocó, primero, resistencias de sectores intelectuales, sindicales y estudiantiles, incluyendo las Jornadas de marzo y abril de 1962. No podemos finalizar el esbozo, sin mencionar que Guatemala fue en los años 80 el país donde se consumaron las peores atrocidades conocidas de la historia de América Latina “independiente”.
Mis preguntas son ¿esa historia no explica en gran medida el por qué estamos como estamos? ¿los fenómenos que ahora vemos -incluyendo el migratorio- no tienen un indisoluble nexo histórico con el saqueo neocolonial? ¿puede el señor Trump continuar mintiendo e ignorando esa miserable realidad? Por último, a los acomodados críticos locales, que ven como acontecimiento épico el haber ascendido el Volcán de Agua ¿por qué creen que estas personas se arriesgan a realizar un sacrificio de esa magnitud conociendo el riesgo de ser atrapados en un mundo ancho y ajeno?
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