La propuesta de reformas a la Constitución ha reencarnado más veces que el Doctor Who. La secretaría técnica nos asegura que esta última iteración no restará la esencia de la propuesta inicial, como cuando el citado personaje se regenera en otro cuerpo: solo cambian sus rasgos físicos y algunas peculiaridades, pero su alma, su esencia, permanece intacta.
En realidad está por verse si la versión que se debatirá en el Congreso la semana que viene representa solamente un cambio de cascarón para el proyecto o si en realidad nos va a salir un dalek. Esta metáfora no es una trivialización del asunto: los conocedores de Doctor Who saben bien que los daleks son el archienemigo del benevolente y heroico doctor y representan una amenaza real para el universo.
Como he comentado previamente, cada nueva versión de la propuesta es el resultado de un pulso de fuerzas: por un lado, la secretaría técnica (y algunos actores progresistas de la sociedad civil) avalando el cumplimiento de los estándares internacionales; por el otro, los actores de siempre abogando por el statu quo y por la protección de sus intereses, sus esferas de influencia y su poder político. En este último grupo se pueden incluir el sector privado, diputados, universidades privadas, descendientes directos de conquistadores, etc. El clavo, obviamente, es que sin el apoyo de estos sectores de influencia, los cuales controlan los medios de comunicación, no pasan las reformas. El juego ha sido entonces apaciguar a estos sectores a cambio de su apoyo, al mismo tiempo que se genera una propuesta que realmente represente un cambio profundo y positivo para el sistema de justicia.
Reconciliar este conflicto de intereses ha sido la tarea ingrata y poco envidiable de la secretaría técnica. Entonces, la pregunta del millón es: ¿se pasó del punto de inflexión?, ¿cedió demasiado a los opositores de la reforma o solo lo justo?
El análisis no es fácil, ya que se han ido moviendo los puestos de meta continuamente. Si volvemos a cuando se presentó el «documento base» (la propuesta inicial de reforma), teníamos razones para ser cautelosamente optimistas. Sin embargo, frente a la resistencia feroz a la propuesta por parte de los sectores que miraban sus esferas de influencia atrofiarse ante sus propios ojos, tuvimos que reevaluar nuestras expectativas y la secretaría técnica tuvo que moderar su posición.
Cada iteración de la propuesta ha sido menos ambiciosa que la anterior y ha emergido cada vez más tímidamente, tratando de esconder las cicatrices de batallas, diálogos y negociaciones imposibles de ganar. Indudablemente se les ha ido cediendo cada vez más terreno a los opositores y detractores de la reforma. Dicho esto, las aguas se han vuelto tan fangosas que ahora es casi imposible evaluar la propuesta con objetividad. Es difícil definir un estándar objetivo y justo con el cual evaluarla por sus propios méritos. ¿Será que la evaluamos haciendo referencia a estándares internacionales? ¿O la evaluamos utilizando como base la Constitución actual? ¿O la evaluamos haciendo referencia a lo que podemos esperar de un país cuyas instituciones están tomadas por poderes paralelos?
Me es imposible evaluar la propuesta final, ya que aún no está disponible. Pero un artículo de Prensa Libre ha ido preparando el terreno. Y resulta que sí hay retrocesos. Por ejemplo, no se reforma la figura del antejuicio, se vuelve a incluir la participación de las universidades privadas en la elección de la Corte de Constitucionalidad y de la fiscal general y se restringe el pluralismo jurídico. Pero aparentemente sí le quedó algo de vida a la propuesta: se mantiene la inclusión, aunque reducida, del pluralismo jurídico. Asimismo, se ve fortalecida la carrera judicial y se eliminan las comisiones de postulación. Incluso, hay una sorpresa agradable: se incrementará el presupuesto al Organismo Judicial del 2 al 3 % del presupuesto de ingresos ordinarios. ¡Yupi!
Definitivamente, si es entre ninguna reforma y esta, parece que aún hay buenas razones para apoyar el proyecto, aunque es difícil no sentir decepción cuando se lo compara con la promesa del documento base. Igual, siempre hay esperanza. Recordemos que al final el doctor vence a los daleks.
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