Como parte de esa tendencia nace el concepto de gobierno abierto, que busca el acceso a la información, la transparencia del gobierno y la participación y la colaboración ciudadanas. Para poder lograr estas últimas es necesario dejar a un lado la opacidad, el ocultamiento, que no es otra cosa que la acumulación de información, que es igual a poder.
Es decir, la plaza va a poder pronunciarse de una forma efectiva y eficiente cuando los gobernantes nos proporcionen los datos que necesita...
Como parte de esa tendencia nace el concepto de gobierno abierto, que busca el acceso a la información, la transparencia del gobierno y la participación y la colaboración ciudadanas. Para poder lograr estas últimas es necesario dejar a un lado la opacidad, el ocultamiento, que no es otra cosa que la acumulación de información, que es igual a poder.
Es decir, la plaza va a poder pronunciarse de una forma efectiva y eficiente cuando los gobernantes nos proporcionen los datos que necesitamos para formar criterio y opinión y también para poder fiscalizar y exigir. El voto se va a fortalecer en el momento en que tengamos la información necesaria para evaluar políticas públicas.
Pareciera que abrir los datos fuera una cuestión de forma, no de fondo, pero no es así. Nuestra cultura política es una cultura de ocultamiento. Por eso nos ha costado tanto hacer efectivas la Ley de Libre Acceso a la Información Pública y nuestra Constitución misma, que mandan liberar toda la información gubernamental y permitir el acceso ciudadano a todo registro público.
Excusas como la seguridad personal de los funcionarios y los empleados públicos son utilizadas con frecuencia y, en muchos casos, aceptadas como válidas. Esto debe cambiar. Debemos movernos de una cultura de ocultamiento a una de transparencia. Los primeros beneficiados serán los funcionarios y los empleados públicos. La transparencia dignifica la función pública en todo sentido.
Si los funcionarios públicos no tuvieran miedo de hacer declaraciones patrimoniales y de intereses, tendríamos el perfil claro de quien nos gobierna y no tendríamos que especular o luego de cuatro años tachar a alguien que pasó a mejor vida por haberse aprovechado del erario público. Qué mejor seguro a la integridad de una persona que tener la oportunidad de demostrar que sirvió a su país, y no que se sirvió de su país.
Tener buenos salarios en el Congreso de la República no debería ser algo malo. Todo lo contrario. Pero el ocultamiento, la creación de plazas fantasmas y sobre todo la incongruencia entre el perfil del empleado y sus resultados son lo que enfurece al ciudadano.
La transparencia nos permite comprender muchas situaciones que de lo contrario pasarían desapercibidas. Las dos situaciones antes mencionadas nos hacen pensar por qué son tan importantes las reformas a la Ley de Probidad y a la Ley del Servicio Civil. La opacidad no nos invita a la discusión de las cosas públicas. La transparencia gubernamental nos empodera como ciudadanos. La transparencia es fondo, no forma.
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