Recién el fin de semana miraba nuevamente el clásico de Robert Zemeckis-Carl Sagan "Contacto", Jodie Foster se sumerge en el personaje de una joven astrónoma que recibe una señal de radio que contiene los planos para construir una nave que, finalmente, y luego de un proceso de selección de un top 10 mundial de científicos, le permite viajar por el universo. En medio del viaje y en uno de los momentos más bellos del cine que coquetea con la ciencia, Jodie Foster observa un bellísimo paisaje espacial en el que una galaxia en su plenitud se presenta ante sus ojos. La belleza la conmueve, digamos como quien mira a la muerte, pero enamorada, y sus palabras son "Poesía. No tengo palabras para describirlo. Hubieran mandado a un poeta". Las pupilas contraídas y temblorosas de los bellísimos ojos azules de Foster diciendo "hubieran mandado un poeta" fue una de las razones que me dejaron anclado a la poesía de por vida.
Hoy pienso en los inmensos ojos azul y verde de David Bowie viendo aquella galaxia maravillosa, por alguna razón puedo imaginar su rostro, maravillado sí, conmovido como quien mira a la vida, pero enamorado, y libre, sencillo, digamos, sabiéndose parte de aquello, sin la necesidad de nombrarlo, sin la necesidad de cantarlo, y la certeza absoluta de haber estado ahí antes, muchas veces, aquel paisaje espacial y único, tiene la misma plenitud que el rayo que vio por la ventana, que la vez que leyó a William Blake "crear una pequeña flor es trabajo de siglos". Por alguna razón puedo imaginar a David Bowie viajando por el espacio escuchando el album Artaud de Luis Alberto Spinetta. También puedo imaginar el rostro de Spinetta leyendo a Artaud "El más pequeño acto de creación espontánea constituye un mundo más complejo y mucho más revelador que cualquier sistema metafísico".
Los invito a hacer un simple ejercicio, lean en voz alta el siguiente fragmento
"Yo, la que alguna vez se sentó triunfante
fui arrojada del santuario,
como una golondrina me hizo volar por las ventanas,
y mi vida se fue consumiendo.
El me hizo caminar sobre las breñas al borde del desierto
Me arrancó la corona
y me dio daga y espada: "esto es para ti" -me dijo."
Es bello el sonido de las palabras que se pronuncian, imaginen, probablemente algunas decenas de personas que leemos este texto pronunciamos más o menos en el mismo período de tiempo y en voz alta ese hermoso fragmento de uno de los cantos de Enheduanna, ese texto que pronunciamos en voz alta es un poema que tiene 4300 y pico años de antiguedad, y sabemos quién es su autora, y es el texto más antiguo con autoría que conocemos, y lo acabamos de leer en voz alta en un idioma que dista muy del sumerio pero está ahí guardada la fuerza, el espíritu de esta suma sacerdotisa hija de Sargón de Akkad. Y llega hoy a inicios del 2016 a entregarnos una daga y una espada "esto es para ti".
Ahora podríamos leer también un poco más bajo, solo moviendo suavemente los labios
¿De dónde saliste? ¿De la tierra de guerra?
¿Quizá no eres sino un hijo de las nubes?
¿Quizá no eres sino un hijo de la bruma?
¿Quizá sufriste una derrota en el conflicto
en el combate?
¡Quieras, tú, cielo
quieras, tú, tierra
que yo rebele entonces el rostro de mis montañas
el rostro de mis valles!
Apenas moviendo los labios, pensando en que ese fragmento del Rabinal Achí es representado, durante ya varios siglos, apenas a muy pocos kilómetros de Río Negro, por ejemplo.
Sin lugar a dudas es propio de los grandes poetas prender el fuego de su propia pira funeraria. Digamos escribir un último poema, lanzar un último disco, o soltarse del módulo espacial en el que viaja, no sin antes pedir "díganle a mi esposa que la amo, ella lo sabe". Y flotar, e iluminar durante mucho tiempo un pequeño espacio de esa tremenda oscuridad casi infinita.
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