Con cierta periodicidad entramos en una discusión “social” acerca de la necesidad de reformar las normas, leyes o la misma Constitución. Por alguna razón vivimos bajo la creencia de que si reformamos esas leyes, nuestros hábitos y actitudes van a cambiar. Responsabilizamos a las instituciones que crearon esas leyes, de los males de nuestra sociedad. Todo resulta que es culpa del “sistema”, el problema es “estructural”.
Lo decimos como que si esas instituciones tuvieran vida propia o se hubieran creado por generación espontánea. Se nos olvida que las instituciones, el “sistema”, la “estructura”, la Constitución, las leyes, las normas y las reglas, las crearon personas. No solo las crearon personas, sino que casi siempre las crearon personas con alguna agenda o interés particular o gremial que los motivara. Lo resumimos con estas preguntas y sus respectivas respuestas: ¿quién tiene la culpa? Ellos; ¿a quién afectan? A mí.
Aquí mismo, en Plaza Pública, se habla de los “diputados del CACIF”. Hace unas semanas yo escribí acerca de la transformación de los grupos económicos que controlan, controlaron y controlarán (al paso que vamos) el “sistema” económico y político. De lo que se trata al final es de las relaciones de poder. Las empresas de la economía tradicional han perdido espacio (económico y por ende político) ante los grupos de la economía emergente, y estos a su vez han perdido ese espacio ante los grupos de la economía ilegal. Claro que hay “diputados del CACIF”, pero también los hay de la economía emergente, de la economía ilegal y de la “sociedad civil”.
Cada uno de estos sectores tiene representantes en el Organismo Ejecutivo, en el Congreso, el Organismo Judicial y en las municipalidades; pero también tienen representantes en las organizaciones de la sociedad civil. Tienen agendas que están más en función de sus necesidades inmediatas que de construir nación. Están más interesados en asegurar su cuota de poder que en plantear soluciones de país. ¿Por qué cree que les cuesta aprobar la ley anticorrupción? No es solo por el diputado que está allí sentado, es por la organización que lo financió y la estructura que depende de él.
El “sistema” es la suma de esos intereses individuales que se ven reflejados en leyes atrofiadas. El “sistema” se ve reflejado en las actitudes egocéntricas, cortoplacistas y “pisto céntricas” que aquejan nuestra sociedad. Es difícil encontrar organizaciones o individuos que puedan visualizar más allá de la próxima elección, del próximo estado financiero o de la próxima designación de magistrados para alguna de las instancias (CSJ, TSE o CC). Ese “sistema” es producto de nuestra actitud y nuestros hábitos. Esa actitud y hábitos generan las reglas, normas y leyes (incluyendo la Constitución) que producen esas instituciones. Esas instituciones son el “sistema”. La suma de todos nosotros es el “sistema”.
Regreso al inicio, vivimos en un país de leyes pero no de estado de derecho. El problema es que nos dedicamos a buscar culpables y no soluciones. Nos dedicamos a salir adelante dentro de ese “sistema” (Mientras no me cachen, no hay clavo) en vez de transformarlo. No se va a transformar solo. Requiere de personas transformadas que estén dispuestas a transformarlas. Personas que estén dispuestas a despojarse del yo, a pensar en la siguiente generación y no la próxima elección. Personas que estén dispuestas a sacrificar parte de su bienestar individual actual a cambio de bienestar común para la próxima generación. Sus hijos. Mis hijos. Sus nietos. Mis nietos.
Sí, transformar el “sistema” empieza en mí. Sí, muchos de esos “mí” están actualmente ejerciendo alguna función de liderazgo como empresario, político, formador de opinión, sindicalista, sociedad civil o en alguna iglesia. El “sistema” no se cambia solo. Mientras no tengamos una masa crítica suficientemente amplia para exigir y ejecutar esa transformación, esta no se dará. No es suficiente criticarlo, debemos transformarlo.
¿Unos tienen o tenemos más responsabilidad que otros? Sí. Esta transformación requiere liderazgo, sacrificio y servicio. Requiere un cambio de actitud. Requiere de un cambio de visión; de una egocéntrica, cortoplacista y pisto céntrica a una basada en el largo plazo, el país y el bien común.
Usted, ¿asume ese compromiso?
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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