Hubo una frase circulando en las redes sociales que hacía referencia a “el fin del mundo”; parafraseando decía que no le preocupaba el fin del mundo sino que todo siguiera igual. Esa sí es una profecía.
Vivimos en una sociedad que padece de lo que he denominado el Síndrome del Hoy-Yo. Ya lo mencioné en una columna hace poco más de un año, pero hoy voy a refrescar el tema de este síndrome. Un síndrome es el conjunto de características particulares de una situación determinada. ¿Cuáles son las características de esta situación determinada? Prioridades cortoplacistas (hoy) y egocéntricas (yo).
Intentamos convivir en un territorio sin realmente convivir. Compartimos una nación sin realmente compartir. Estamos juntos en un país sin realmente estar juntos. Somos extraños entre nosotros. Nos vemos raro, nos tratamos mal, nos quejamos unos de otros y desearíamos que algunos no estuvieran a nuestro alrededor. No importa si es de izquierda o derecha. No importa si es campesino rural o profesional urbano. Le pasa por la mente algo similar en algún momento.
No nos ponemos de acuerdo en qué tipo de país queremos. Tomamos decisiones de construir obras o montar programas sociales sin haber meditado acerca de qué resultados obtendremos y si nos mueven en la dirección del país que queremos. Hay preguntas que tendríamos que poder resolver para poder entrar a construir esa Guatemala mejor.
¿Qué país queremos? ¿Cuánto cuesta construir esa Guatemala? ¿Quién debe pagar y cuánto? ¿Quién debe construirla y administrarla?
Si no sabemos esas respuestas todo lo que hacemos mientras tanto es estar chapuceando Guatemala. El problema no es de falta de liderazgo per se. Líderes hay en muchos lugares: organizaciones, empresas, instituciones del Estado, comunidades y familias. El problema es que muchos de esos líderes adquirieron el Síndrome del Hoy-Yo. Buscan, principalmente, un beneficio en el corto plazo y de beneficio personal. El hoy y el yo.
Tenemos pocos líderes dispuestos a servir y muchos dispuestos a servirse. Tenemos pocos líderes dispuestos a dar y muchos dispuestos (exigiendo) recibir. Tenemos pocos líderes que piensan en la siguiente generación y muchos que piensan en la próxima elección, el próximo estado de resultados y la próxima donación por recibir.
Tenemos muchos líderes que quieren ser populares y aplaudidos en sus sectores, gremios u organizaciones, pero pocos líderes que están dispuestos a arriesgar su bienestar, su comodidad, sus posiciones y privilegios a cambio de obtener beneficios de largo plazo y para el bien común. El problema es de liderazgo porque lo que tenemos son personas que ocupan espacios de incidencia pero no buscan incidir sino aprovecharse y ser populares para su bien inmediato y personal.
No es lo mismo ser popular que ser un líder. Alguien que es popular puede serlo porque repite o hace cosas que le agradan a los demás. Ser un líder requiere ser franco, claro y correcto, sin importar que eso lo haga impopular. Un líder debe estar dispuesto a usar su popularidad para incidir y guiar en la dirección que nos beneficie en el largo plazo a todos y no en algo que haga que me aplaudan o voten por mí en la próxima elección.
Necesitamos líderes que piensen, hablen y actúen en función de la próxima generación y no de la próxima elección; pero eso también requiere de ciudadanos que estén dispuestos a renunciar a beneficios de corto plazo y beneficio personal a cambio del bien de nuestros hijos y nuestros nietos y más allá. Curémonos del Síndrome del Hoy-Yo.
Un líder debe despojarse del YO, actuar con humildad, dar la milla extra y enseñar con el ejemplo. Necesitamos líderes comprometidos con el largo plazo, el bien común, una Guatemala fuerte, incluyente y próspera. Una Guatemala sostenible.
“Cualquiera puede ser líder (grande); porque cualquiera puede servir”. (Martin Luther King Jr.).
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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