Él, como la gran mayoría de los ciudadanos —más del 60 %—, no tiene la posibilidad de acceder al Seguro Social, mucho menos a un servicio de medicina privada. Es por eso que los hospitales San Juan de Dios y Roosevelt son el bastión para salvaguardar la vida de los guatemaltecos. El sistema de salud en general y el hospital específicamente no lograron proporcionarle a don Pablo un adecuado diagnóstico. Esto se debió a la inexistente posibilidad de realizarle una resonancia magnética, estudio especial que no existe en ese hospital desde hace años. La familia, entonces, tuvo que hacer enormes esfuerzos para poder pagar los Q800.00 que costó el examen. El diagnóstico reveló la lesión medular y la necesidad urgente de realizar una cirugía para estabilizar la columna.
Resuelto el tema del diagnóstico, el paciente se topa con la terrible noticia de que el instrumental que debe usarse para la cirugía cuesta varios miles de quetzales. La familia, que es de escasos recursos, desesperada hace intentos inútiles por conseguir los Q13 000. Es gracias al buen trabajo de la fundación que se encuentra en el San Juan de Dios que se logra obtener el instrumental que hacía falta.
Hubo un momento de ilusión y de esperanza en los médicos que atendimos a don Pablo. «Ya mero», pensamos después de varias semanas de ver a este hombre sufrir, sin poder moverse para nada en esa cama de hospital. Lamentablemente, un nuevo problema se presentó: la falta de equipo de radiografía portátil, que ha sido la constante desde hace meses y que es indispensable en un caso como el que relato en estas líneas. Los médicos que estuvimos compartiendo con don Pablo nos conectamos de nuevo con su desesperanza, su impotencia y su tristeza.
La enfermedad progresó y el deterioro causó un edema ascendente de su médula, lo que le provocó dificultad respiratoria progresiva e incluso la muerte. Fueron 36 días de soledad, de dolor, de tristezas, de angustias. Fue un camino cuesta arriba el que le tocó recorrer a don Pablo. Es un sistema de salud que no salva, sino que condena y lleva a la muerte. Los médicos que sufrimos de cerca esta pérdida, sin darnos tiempo para asimilar su muerte y lamentarnos por ella, debimos continuar y centrar la atención en otras decenas de pacientes con distintas enfermedades, pero con el común de la miseria, de no contar con métodos diagnósticos y con suficiente recurso para ser atendidos como debe ser. De don Pablo nos queda la enorme decepción y el recuerdo de su impotencia en la cama 4 de la observación de la emergencia, caso que fue documentado en un reportaje de Plaza Pública titulado Hospitales de guerra en tiempos de paz, realizado por Gerardo del Valle.
El sistema de salud actual ha tocado fondo. Período tras período ha sido abandonado por los diferentes gobiernos. La constante ha sido un presupuesto de miseria. Y para acabar de completar la debacle, la red de corrupción no ha sido la excepción. Esta triste realidad se agudizó en el gobierno pasado, cuando la crisis de salud alcanzó los peores niveles y llegó a provocar la casi paralización no solo del nivel primario, sino del nivel hospitalario. No solo no se tiene un buen nivel de prevención, sino que ahora tampoco se tiene lo necesario para tratar. Ello deriva en mayor enfermedad y contribuye a la muerte de los ciudadanos.
¿Existe algo más doloroso que el riesgo de morir por una enfermedad sin poder ser adecuadamente atendido? Señor Jimmy Morales, los donativos y sus disculpas no son suficientes para solventar esta crisis. No es un problema de ideologías o de partidos políticos. Es la vida de los guatemaltecos la que está en juego. Los Pablos que llegan a este hospital se lo demandan y exigen.
Más de este autor