Hace algunos años justamente el slogan del Ministerio de Educación era “Más y mejor educación”. Más educación quiere decir ampliar la cobertura, más años de escolaridad promedio de nuestra población, más niños inscribiéndose, reteniéndolos en el sistema y graduándose de primaria (por lo menos y eso ya no es suficiente) y ampliar la cobertura en preprimaria, básico y diversificado.
Mejor educación quiere decir aumentar la calidad. Esto implica mejorar la infraestructura, las herramientas pedagógicas, libros de texto, mobiliario, tecnología, metodología y profesionalización de los maestros. Por lo menos llevarlos a nivel de profesorado.
Desde 1997, como producto de los Acuerdos de Paz, se viene trabajando en un proyecto de reforma educativa que contempla estos dos temas, pero las metas planteadas en los mismos Acuerdos y el resultado inicial de las mesas de trabajo, hizo que el enfoque fuera en cobertura (más educación) y no tanto en calidad (mejor educación.) Eso ha tenido un impacto en el sistema educativo que tenemos y lo lento que hemos avanzado en ambas metas.
A pesar de que hemos duplicado el porcentaje de niños graduados de primaria de 30% a un poco más del 60%, debemos comprender que esa tasa de crecimiento es menor que la que muestran Nicaragua y Honduras. Esto quiere decir que aunque vienen atrás en años de escolaridad, nos están alcanzando.
Guatemala, como muchos países de América Latina, tiene una bomba demográfica favorable potencial. Esto quiere decir que tenemos una población joven, que está por entrar a su mayor capacidad productiva y debemos prepararla con habilidades que le permitan mejorar su productividad y sus oportunidades de conseguir empleo o fuentes de ingresos.
Aprovechar esta bomba o burbuja demográfica es lo que hicieron Brasil, Chile, Colombia e incluso Costa Rica. Los programas de Transferencias Condicionadas en Efectivo iban de la mano con mejoras en la calidad educativa que permitían asegurar una mejora sustantiva de las capacidades y habilidades de esos jóvenes para cuando lleguen a la edad productiva de los 20 a los 35 a 40 años.
La reforma educativa tiene una herramienta fundamental en la Formación Inicial del Docente (FID). Somos prácticamente el último país del mundo en pasar de maestros graduados de educación media o superior a educación universitaria. Algunos expertos estiman que el 50% de la calidad educativa está directamente ligada a la calidad de los docentes en las aulas.
En el mercado actualmente hay alrededor de 80 mil maestros desempleados o por lo menos no empleados por el sistema educativo público o privado. Anualmente se gradúan aproximadamente 17 mil maestros y el sistema absorbe entre 2 mil y 2 mil 500 maestros. Esto quiere decir que tenemos una sobreoferta de maestros. ¿Por qué? Porque estudiar magisterio es “menos riguroso” académicamente que estudiar cualquier otra carrera similar con excepción de secretariado. En las pruebas estandarizadas, los graduandos de magisterio obtienen las peores notas en matemáticas e idioma, con excepción de quienes estudian secretariado. Lo más lamentable es que estos graduandos serán mañana quienes eduquen a las siguientes generaciones de alumnos.
Los estudiantes que ingresen el próximo año (si se implementara en 2013 el cambio) estarían empezando a dar clases entre el 2018 y 2019. Pasará otra generación más con maestros sin educación universitaria. El cambio que se está proponiendo aún se queda corto: la mayoría de América Latina e incluso África ya tienen maestros que se gradúan a nivel universitario completo actualmente. Eso nos deja en una desventaja competitiva para el futuro.
Es indispensable generar las condiciones para que nuestras próximas generaciones tengan acceso a más y mejor educación. Eso requiere decisiones que para algunos puedan no ser agradables o incluso consideren que va a desincentivar el estudio de la carrera docente, pero si revisamos los números de oferta y demanda de maestros, eso no debiera ser nuestra mayor preocupación. No necesitamos más maestros, necesitamos mejores maestros. Las mejoras en condiciones laborales y de herramientas para enseñar mejor a nuestras futuras generaciones deben venir de la mano con esta transformación.
Dios los bendiga y siempre les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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