Desgraciadamente, el hospital no cuenta con ese medicamento desde hace varios meses. Tampoco se contaba con la opción de segunda línea, también agotada. Al final hubo que echar mano de un medicamento de tercera línea que solo alivia la convulsión por minutos.
Como consecuencia de la falta de estos medicamentos, el paciente estuvo convulsionando repetidamente. A esto se le llama estatus convulsivo. Ante este escenario, la opción fue llevar al paciente a un estado de coma profun...
Desgraciadamente, el hospital no cuenta con ese medicamento desde hace varios meses. Tampoco se contaba con la opción de segunda línea, también agotada. Al final hubo que echar mano de un medicamento de tercera línea que solo alivia la convulsión por minutos.
Como consecuencia de la falta de estos medicamentos, el paciente estuvo convulsionando repetidamente. A esto se le llama estatus convulsivo. Ante este escenario, la opción fue llevar al paciente a un estado de coma profundo con asistencia ventilatoria. La asistencia ventilatoria lleva implícito el riesgo de infecciones pulmonares graves, lo que lamentablemente sucedió. La cadena de morbilidad se fue enlazando y el efecto dominó de un cuerpo enfermo y débil fue sumando una y otra complicación.
El paciente estuvo en estado de coma durante tres semanas y finalmente falleció, no sin antes enfrentar varias batallas como fallo renal, problemas electrolíticos, estado de sepsis y desnutrición, entre otras. Probablemente, si se le hubiese administrado el fármaco indicado en el tiempo indicado, no habría sido necesario llegar al estado de coma y quizá no se habría catalizado esta cadena de morbilidad que lo llevó a la muerte.
El vial de anticonvulsivante no pasa de Q50.00. El gasto diario de hospitalización en un paciente grave en coma y con múltiples complicaciones rebasa los Q5 000. Este relato nos ilustra cómo la ausencia de un solo fármaco puede llevar a un paciente a un grado mayor de enfermedad, a complicaciones severas e incluso a la muerte. Además, nos demuestra que el desabastecimiento de medicamentos representa económicamente gastos millonarios para el Estado.
Por estos motivos no debe manejarse el criterio de porcentajes de abastecimiento como un marcador de mejoras en el sistema hospitalario. Un 80 % de abastecimiento implica que un 20 % de pacientes probablemente sufran complicaciones y mueran por este faltante. Es perverso y poco ético manejar la salud bajo este criterio. En salud es imperante tener el 100 % de medicamentos, de material médico-quirúrgico, de métodos diagnósticos, de personal operativo calificado y de todo lo que implica un hospital en condiciones óptimas.
Los guatemaltecos tenemos derecho a la salud, y la Constitución Política así lo reza. Por lo tanto, exigimos que el Estado cumpla su obligación y nos provea un sistema hospitalario digno, en el que no haga falta nada. La vida de muchos depende de ello.
Porque sí se contó con el dinero suficiente, y en lo que va del año se pagaron 33 millones de quetzales en comunicaciones telefónicas solo para el Ejecutivo. Y si el Estado, además, se dio el lujo de subir los viáticos, ¿por qué nos niegan los recursos para la salud?
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