En aquella oportunidad, como es sabido, una elección disputada y de muy mala calidad, para decir lo menos, acordó darle el triunfo a Felipe Calderón con una diferencia de 0.5% de los votos. El olor a fraude embargó al país y a diferencia de lo que se hizo en Costa Rica en ese mismo 2006, el establishment mexicano se negó a hacer un recuento electoral del conjunto de los votos y de las casillas.
En este 2012, el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique ...
En aquella oportunidad, como es sabido, una elección disputada y de muy mala calidad, para decir lo menos, acordó darle el triunfo a Felipe Calderón con una diferencia de 0.5% de los votos. El olor a fraude embargó al país y a diferencia de lo que se hizo en Costa Rica en ese mismo 2006, el establishment mexicano se negó a hacer un recuento electoral del conjunto de los votos y de las casillas.
En este 2012, el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto, tiene mucho a su favor. En primer lugar el apoyo de la gran cúspide empresarial: más de las dos terceras partes de las 500 empresas más importantes de México lo consideran el ganador. Además, la labor desinformadora y manipuladora del duopolio televisivo (Televisa y TVAzteca) que se ha reflejado en una multimillonaria campaña de imagen a favor del candidato priísta. Y en la reiteración por radio y televisión de que Peña Nieto está arriba de Andrés Manuel López Obrador en las encuestas por un margen de entre 12 y casi 20%. Cabe agregar también la poderosa maquinaria electoral del PRI: el domingo 1 de julio esa maquinaria organizará una de las formas de fraude llamada en México “Operación Carrusel”. En su columna periodística, el intelectual y político Octavio Rodríguez Araujo ha descrito recientemente al “carrusel”: “En una casa se congrega a cierto número de votantes; el primero va a la casilla electoral y en lugar de depositar los votos se regresa con las boletas que le dieron. En dicha casa se cruzan por determinado partido y se entregan cruzadas al segundo votante. Éste las deposita y regresa con las papeletas que le dieron en la casilla, y así sucesivamente”. A cada votante que entregará esa boleta en blanco se le dará una suma de dinero. Unida a la maquinaria electoral priísta se encuentra la que dirige Elba Esther Gordillo y el poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con sus decenas de miles de maestros en “comisión” que no es otra que la de fungir como operadores electorales acarreando votantes a favor del PRI.
Las encuestas jugarán un papel muy importante este domingo próximo. Si se logra infundir en la ciudadanía la percepción de que López Obrador será ampliamente derrotado o quedará en tercer lugar, buena parte de los votantes podría inclinarse por la candidata del Partido Acción Nacional (PAN), Josefina Vázquez Mota, en el marco de un voto útil en contra del PRI. O bien ni siquiera irían a votar, propiciando un abstencionismo el cual capitalizaría el partido que cuenta con la maquinaria electoral más poderosa para acarrear y obligar a los más vulnerables a votar por dicho partido. Me refiero obviamente al PRI.
Así las cosas, buena parte de lo que suceda el domingo dependerá de que el abstencionismo sea reducido al máximo. Dependerá de que las fuerzas organizadas que apoyan a López Obrador pongan un representante en el 100% de las casillas (urnas) para evitar la anulación de votos a favor de AMLO y cualquier otra triquiñuela fraudulenta. Dependerá de que sea cierto que existen cuatro millones de “protagonistas del cambio verdadero” que llevarían a las urnas a unos 20 millones de electores. El Movimiento Progresista, coalición de partidos y movimientos ciudadanos que encabeza López Obrador, cuenta a su favor con la subjetividad social de entusiasmo colectivo que emergió después del 11 de mayo con el movimiento estudiantil y juvenil #YoSoy132. La campaña de López Obrador ha sido exitosa además con sumar a buena parte del centro político y una parte de la derecha que ahora apoya la candidatura de éste: empresarios medianos y hasta grandes, clases medias de distintos niveles, votantes del PAN y del PRI.
México se encuentra en estos días en una encrucijada. Este domingo se decidirá si se continúa con el modelo neoliberal que han propugnado el PRI y el PAN en los últimos 30 años o si eligiendo a Andrés Manuel López Obrador se opta por un cambio sustancial en la política económica. También se decidirá si el gobierno del Estado sigue controlado férreamente por el diminuto y poderoso grupo que ha sido denominado por el periodista Jorge Zepeda Patterson como “los amos de México” o si el Estado reasume lo público en el marco de lo que la teoría liberal postula. Si se continúa en la senda de que otros actores, además de los ya mencionados, siguen siendo hegemónicos (por ejemplo la alta jerarquía católica, el narcotráfico) o si se empieza a construir un poder ciudadano que funja como contrahegemonía.
He aquí pues, la encrucijada que hoy vive México.
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