Lo que más extrañaba de su vida como migrante en Estados Unidos era el pago que llegaba puntual mes a mes. Desde que regresó a Guatemala ha conseguido algunos «trabajitos». Sin embargo, no ha logrado mantener un ingreso constante ni seguro. A casi diez años de su retorno forzado, su mayor queja es que aún no ha logrado un empleo «formal» que le permita sacar adelante a su familia. Él no es el único en esta situación. Según los resultados de la última Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos (ENEI), realizada en noviembre del 2016, el 67.8 % de la población ocupada a nivel nacional se emplea en el sector informal de la economía.
El anhelo de un empleo formal continúa siendo una de las principales motivaciones para emprender el viaje hacia el Norte. La Encuesta sobre Migración Internacional de Personas Guatemaltecas y Remesas 2016, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), confirma esa situación. Esta encuesta determinó que las dos principales causas por las que la población guatemalteca que envía remesas migró son la búsqueda de empleo (56.8 %) y mejorar sus ingresos (32.9 %).
De agricultores a operarios
Según la encuesta de la OIM, el 68 % de las personas que envían remesas a Guatemala trabajaban al momento de su partida. La mayoría lo hacían en la rama de la agricultura (28.1 %) o como albañiles, artesanos u operarios (13.2 %). Sin embargo, al llegar a Estados Unidos la población guatemalteca ha cambiado de oficios: la mayoría (29.7 %) se emplean como operarios, artesanos, mecánicos y albañiles; 18.7 % se desempeñan como mano de obra no calificada; 18.1 % prestan servicios o se dedican a ventas diversas; 6.5 % trabajan en la agricultura; 3.7 %, como operadores de máquinas o de montacargas o como conductores; y 6.7 % realizan otras ocupaciones.
La persona con la que conversé ejemplificaba claramente esa situación. Antes de migrar se dedicaba al cultivo de la arveja en un municipio de Chimaltenango. Sin embargo, esta actividad generaba cada vez menos ingresos, lo que lo motivó a migrar. Al llegar a Estados Unidos se empleó como operario en una empresa procesadora de carne. El trabajo requería de habilidades específicas que rápidamente aprendió. Las jornadas de trabajo eran largas y las condiciones laborales no siempre fueron las más adecuadas. Sin embargo, sabía que el pago llegaría puntual. Ese ingreso se convertía en la remesa que enviaba mes a mes a su familia en Guatemala.
Según la encuesta de la OIM, alrededor de 6 millones de guatemaltecos y guatemaltecas son beneficiarios de remesas. El promedio mensual estimado por hogar es de 379 dólares. Los usos de las remesas son diversos: inversión y ahorro (49.8 %), consumo (35 %), inversión social (8.0 %) y consumo intermedio (7.2 %). Este último rubro incluye actividades que generan un valor agregado e ingresos a los hogares. También incluye el pago de la deuda adquirida para el viaje.
¿De operarios a agricultores nuevamente?
Desde que esta persona fue deportada en 2008, el proceso de retorno y reintegración ha sido sumamente complicado. Buscó emplearse en varias industrias. Sin embargo, la falta de un título académico o de capacitación técnica no le ha permitido «colocarse». Esto, a pesar de que tuvo una experiencia laboral de alrededor de ocho años en una industria en Estados Unidos. En su comunidad de origen, la única opción laboral es la agricultura. Intentó ocuparse nuevamente en el cultivo de la arveja, pero los precios de este producto fluctúan constantemente, por lo que esta actividad no le permite tener un ingreso constante, como sí lo tenía en Estados Unidos. El sostenimiento familiar se hace cada vez más difícil.
Los principales anhelos de las personas guatemaltecas retornadas que fueron entrevistadas como parte de la encuesta de la OIM fueron poner un negocio (48.2 %), tener un trabajo (39.6 %) y seguir estudiando (9.4 %).
Con muro o sin muro, la población guatemalteca continúa considerando la migración como una alternativa para acceder al tan anhelado empleo. La generación de empleo en el país constituye un reto no solo para presentar alternativas a las personas que desean migrar en un futuro próximo, sino también para que los guatemaltecos y las guatemaltecas que retornan, ya sea de forma voluntaria o forzada a través de la deportación, logren aportar a partir de las habilidades, los conocimientos y las experiencias que adquirieron en el extranjero.
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