Viene al caso, inicialmente, por la lista de los 18 jueces sindicados por CICIG de permitir o facilitar la impunidad en Guatemala. Efectivamente, ni son todos los que están ni están todos los que son.
Hay jueces en ese listado que tienen ya un historial amplio en sus resoluciones, sentencias y actitudes para con casos paradigmáticos. Es obvio que tenemos dentro del sistema jueces, secretarios de juzgados, oficiales, fiscales y magistrados corruptos. Pero también es cierto que tenemos muchos que no lo son. Lo que genera dudas es que hay jueces, específicamente Verónica Galicia, que en su momento fue el estandarte de la lucha contra la impunidad, la jueza valiente, atrevida y hasta aventada en contra de las estructuras de poderes paralelos y de pronto, con una resolución desagradable para CICIG, la pasan al otro bando. Al bando de los malos.
Hay jueces o magistrados que tienen una amplia reputación de estar al servicio de empresarios que evaden impuestos, de estructuras criminales que operan negocios ilícitos y que incluso protegen a estructuras de crimen organizado y ellos o ellas no aparecen en el listado. ¿Por qué? Ni son todos los que están ni están todos los que son.
Lo mismo puedo plantear de los empresarios, líderes campesinos, diputados (o políticos en general), líderes de organizaciones sociales (marcadas como terroristas por algunos) o dirigentes de gremiales empresariales o profesionales. De todo hay en la viña del Señor.
Nos gusta etiquetar y especialmente generalizar. Para algunos sectores, TODOS los empresarios son dañinos para el país. Explotadores, oligarcas, aprovechados y evasores de impuestos. Para otros, los líderes sindicales, campesinos o populares reciben epítetos similares o peores. Nos gusta hacer listas que sirven para desacreditar a personas que tienen una filosofía diferente a la nuestra.
Antes eran listados de comunistas. Ahora basta con tacharlos de corruptos. Más fácil, simplemente digámosle político. Con eso es suficiente. Ya la etiqueta hace el resto. No es necesario argumentar sus propuestas con ideas o argumentos propios. Es suficiente desacreditar a la persona. Tacharla. Ponerla en una lista que le reste credibilidad.
Desacreditamos instituciones (congreso, CACIF, CUC, ejército), profesiones (abogados, políticos) o religiones. Sin darnos cuenta estamos destruyendo la institucionalidad del país. Ninguna de esas estructuras son malas per se. Hay personas que hacen cosas incorrectas dentro de esas o cualquier institución. Destruir la institucionalidad del país está causando graves problemas. Tanto la destruyen quienes actúan mal en nombre de ellas como quienes atacan a las instituciones en general.
Definitivamente ni son todos los que están ni están todos los que son. Nos encanta responsabilizar a alguien más de todos los males de nuestra sociedad. “Seguro alguien más la chorreó. Seguro alguien más hizo algo repudiable. Yo no. Yo, y quienes piensan como yo, estamos en lo correcto. Pensamos correctamente y actuamos correctamente. Yo tengo la capacidad y base para juzgar a todos los demás. Catalogarlos, etiquetarlos, enjuiciarlos y sentenciarlos” (para el que no comprendió esto es sarcasmo).
Nos encanta ver por la ventana para encontrar culpables. Nos encanta juzgar a todos los demás. Nos cuesta vernos al espejo. Nos cuesta autoevaluarnos. Nos cuesta más aún aceptar nuestras deficiencias y actuar para corregirlas. Ni son todos los que están ni están todos los que son.
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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