No hay estadísticas precisas sobre esto. Lo que llega a flotar, sin embargo, es apenas una fracción. Este problema presenta rasgos terroríficos, pero, de todo lo que les ocurre a las víctimas, es abominable la tolerancia de la sociedad, desde su apatía hasta el mismo marco legal y los sistemas de protección. Si acaso existen, no conozco sistemas de prevención.
En su gran mayoría, los embarazos en niñas y adolescentes por causa de abuso sexual son causados por hombres mayores. Estos violadores, con violencia física o sin ella, no son hombres reconocibles. No llevan tatuajes, uniformes, antifaces, pañoletas o signo alguno que los identifique. Nos cruzamos con ellos todos los días sin reconocerlos. Los saludamos con afecto. Espero que alguno de ellos esté leyendo.
A estos hombres les dicen en la calle licenciado, doctor, mecánico, padre, pastor, albañil, juez, diputado y de otras mil maneras. Algunos son altruistas dirigentes sociales. Los hay filántropos. No hay modo de que se note su rasgo de perversidad. Dentro de casa no hay tanta variedad para llamarlos: tío, abuelito, papá, hermano mayor, primo, padrastro.
Así es. La mayoría de estos abusos son causados por familiares. En mucha menor proporción, se trata de personas conocidas, de confianza, y en muy pequeña cantidad se encuentran los extraños.
Otro rasgo conocido de esta realidad social es que pensamos que esto puede ser cierto, pero nunca bajo nuestro techo.
La mayoría de los casos quedan como secretos de familia, como monstruos que atormentarán a la niña por el resto de su vida y alcanzarán a sus descendientes.
Muchas víctimas no llegan siquiera a atinar lo que les está pasando. Según testimonios, apenas sospechan que algo no está bien. Los perpetradores pueden convencerlas de que lo hacen porque las aman, pero nadie que ame de verdad a una niña por encima de sus propios instintos puede ser capaz de algo así. Hay casos en que las niñas están bajo amenazas. También sucede que las víctimas dan señales o avisan lo que sucede, pero no les creen. Algunas madres o responsables de las niñas pueden enterarse de que se comete un crimen intramuros, pero, por increíble que pueda parecerles a algunos, pueden estar también bajo amenazas o su dependencia económica las obliga a morderse la lengua y consentir.
Una característica más: los abusos empiezan antes de que aparezca el embarazo o de que la niña esté siquiera biológicamente preparada para ello. Se trata de un hecho continuado que puede durar años. Hace poco leí el caso de una niña cuya situación se conoció luego de practicarse discretamente el quinto aborto de niños engendrados por su padre biológico.
Duele escribir sobre esto, pero me mueve el hecho de que sea un tema tabú y, fundamentalmente, la falta de protección efectiva para las víctimas.
No importa qué justificaciones tengan quienes se sienten atraídos por las niñas púberes e impúberes. Ningún hombre que se precie de serlo debe arrebatar la inocencia a una niña o a un niño. Si alguna justificación fuera válida, no sería su secreto.
Así como hay instituciones para la recuperación de adicciones o prevenir el suicidio, así debería pensarse en consejeros para quienes se sienten inclinados a cometer estos actos. Sería un acto piadoso para la protección de las víctimas.
Quienes tengan información, por favor, dejen en la sección de comentarios algunas referencias institucionales para que las víctimas puedan encontrar apoyo. Podrían salvar una vida.
A las mujeres que hoy luchan por recuperarse de esos traumas, no se dejen derrotar. No se dejen convencer de que están devaluadas como seres humanos. No se dejen atrapar en hábitos negativos que las liberan temporalmente de la carga para luego causarles doble dolor. No sientan culpa por ninguna razón. La vida está llena de paradojas, y una de ellas es que ustedes son las personas más competentes para ayudar a las víctimas actuales y futuras. No tengo derecho a pedirles que salgan del clóset (en este caso, una caverna de terror y de remordimientos injustos), pero algún día esa será una manera muy efectiva de contribuir a que desaparezcan estas abominaciones de la raza humana.
Más de este autor