Es imposible comentar un acuerdo cuyo texto es secreto de Estado. Es más: su existencia había sido oficial y oficiosamente negada por un trío de funcionarios que se han adjudicado de facto las funciones: tribunal constitucional, consejo de ministros, Organismo Legislativo y opinión pública. Me refiero al presidente, a la ministra de Relaciones Exteriores y al ministro de Gobernación.
De esa cuenta, para el trío y su comparsa, si la Corte de Constitucionalidad emite opinión, dicho ente viola la Carta Magna, el consejo de ministros y el Legislativo salen sobrando, y la opinión pública —es decir, ustedes y yo— es un cuerpo de intereses ocultos.
El chirriado discurso de la soberanía vale hoy lo que un cepillo de dientes con las cerdas despeinadas y arqueadas como espalda de mendigo.
Intentemos analizar un acuerdo del que no sabemos más que la opinión de un periodista estadounidense que dio la alarma y que además citó una fuente del Gobierno que dijo que «Guatemala no sabe a lo que se está metiendo».
Si lo que publicó The New Yorker es cierto —supongámoslo por ahora—, el acuerdo sería único en su género. Guatemala recibiría de vuelta a todos los solicitantes de asilo que hubieran pasado por su territorio (algo imposible de probar en muchos casos porque muchos extranjeros transitan en modo silencioso) y a los que no. También se encargaría de proporcionarles alojamiento digno, servicios de salud, seguridad, empleo y educación mientras en los Estados Unidos se resuelve su petición de asilo.
Con ese escenario en mente, veamos las posibles ventajas para algunos:
Primero, el presidente conserva su estatus personal de humilde e incondicional servidor de la política exterior de los Estados Unidos, algo que sin escrúpulos ha disfrazado de interés nacional y política oficial de relaciones exteriores.
El acuerdo les daría mucha tranquilidad a quienes temen más a las sanciones económicas que a cualquier otra cosa en el plano legal, moral o de soberanía.
Entrarían muchas divisas a Guatemala.
Se fortalecería la campaña política de reelección del Partido Republicano.
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Varias empresas estadounidenses y sus socias nacionales obtendrían muy buenos contratos para construcción y provisión de servicios de salud, educación, alimentación, etc.
Algunos funcionarios gubernamentales que pronto dejarán sus cargos podrían volverse empresarios y proveer servicios como los del párrafo anterior.
El turismo se beneficiaría porque tendríamos periodistas de todas partes del mundo visitando los centros de retención de solicitantes de asilo. El sector tendría un repunte.
En virtud de la obligación de brindar empleo a los retenidos, se tendría a disposición mano de obra todavía más barata que en la actualidad.
Ahora veamos las posibles desventajas:
El gobierno entrante, gane quien gane, tendría la responsabilidad de ejecutar los acuerdos. Si no se paga un alto costo político externo (por las amenazas estadounidenses), habrá costos internos. Mientras los guatemaltecos continúan sumidos en la extrema pobreza, la desnutrición, la inseguridad y mucho más, los extranjeros estarían teóricamente muy bien atendidos. Contando solo hondureños, han pasado este año más de 200,000.
La trata de personas aumentaría junto con la prostitución ilegal (infantil y juvenil), pues los mafiosos de siempre, amparados por sus cargos, uniformes y contactos, no desaprovecharían la exótica oferta ansiosa de salir de los centros de retención. También habría tráfico de órganos.
La salud pública estaría amenazada muy seriamente por la introducción de enfermedades exóticas. Los ejemplos más terribles son el ébola y cepas de muchos otros agentes patógenos (VIH, cólera y hasta cosas que desconocemos). Si le parece una exageración, pregúntele a cualquier epidemiólogo. Vea lo que pasó en Haití cuando las tropas de Nepal introdujeron una nueva cepa de cólera durante la misión de paz de Edmond Mulet, quien nunca reconoció la negligencia aun después de un informe oficial de las mismas Naciones Unidas. Desde entonces van más de 7,000 muertos y 800,000 afectados.
Podríamos convertirnos en un epicentro continental para el contagio de muchas enfermedades, pues ni los más optimistas pueden pensar que Guatemala esté preparada para tanta cosa desconocida.
Nuestras relaciones con otros países podrían verse afectadas por el maltrato de sus conciudadanos. Quizá ellos no sean como nuestro Gobierno, que se queda impávido ante el maltrato que reciben los inmigrantes. Es un sueño pensar que el Gobierno podrá dar trato justo a los retenidos, y eso trae repercusiones. Turistas y viajeros podrían pagar por las irresponsabilidades de otros.
Vamos a lastimar a muchas personas, incluyendo a niños inocentes.
Necesitaríamos muchos traductores de idiomas de todo el mundo.
¿Se le ocurren otras ventajas y desventajas? Puede anotarlas en la sección de comentarios.
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N. del E. Este artículo fue escrito unos días antes de que se firmara el acuerdo, pero la mayor parte de su contenido, sobre todo lo relacionado con las ventajas y las desventajas de aquel tratado, sigue siendo actual hasta la fecha de publicación.
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