Vivimos en un país (dejemos un poco el resto del mundo fuera de esta discusión) donde más de la mitad de los niños menores de 5 años están en riesgo de morir de hambre. Donde las niñas tienen en promedio 3 años de escolaridad (vaya, de ir a la escuela), donde el riesgo de morir de una madre por falta de atención médica pre y post parto es de las más altas de América Latina. Donde nos pasamos más tiempo discutiendo quién tiene derecho a qué y no qué país estamos construyendo.
Soy una persona optimista, entusiasta y con un espíritu de echar para adelante permanente; pero hay momentos en que volteo a ver, escucho comentarios en mi programa de radio o leo los mensajes en Facebook o Twitter y hago ese mismo comentario de Mafalda: "paren el mundo me quiero bajar".
Me quiero bajar porque no puedo concebir un país donde le demos más importancia a nuestro pinche metro cuadrado, la punta de nuestra nariz y mis intereses gremiales (cámaras, sindicatos, magisterio, asociaciones, y póngale el nombre que quiera) a construir una nación donde todos quepamos y todos tengamos oportunidad. Me quiero bajar porque no me gusta el país que estamos “construyendo”.
Me quiero bajar porque no puedo aceptar que para debatir tengamos que insultar, denigrar, menospreciar o lastimar a quienes no piensan como nosotros (desde los dos extremos ojo –en esto no hay monopolio). Veo a mis hijos, a mi nieta, a niños en las calles, en el estadio o en los parques y me pregunto: ¿qué país les estamos dejando?
¿Será que es un país mejor que el que recibimos de nuestros padres y ellos de sus padres y ellos de sus padres? ¿Será que usted puede ver a los ojos a su hijo o a su nieto y le puede decir con orgullo: mijo allí te encargo el país, hice lo mejor que pude y ahora te toca a vos?
¿Dónde o quién es la reserva moral de nuestro país? ¿A quién podemos voltear a ver y preguntarle si nos ayuda porque el camino en el que vamos no se ve que sea para bien? ¿Dónde están los pilares de nuestra sociedad? ¿A quiénes les pediría cuentas la siguiente generación o Dios por lo que hemos hecho?
Me quiero bajar porque veo que estamos halando de un extremo al otro. Me quiero bajar porque no nos representan a la mayoría y sin embargo se atribuyen la representatividad con aquella arrogancia que da miedo. Me quiero bajar porque no entienden que nos están llevando rápidamente a un precipicio y no les importa.
Pero no me puedo bajar. No me puedo bajar porque no quiero ser un cobarde que salió huyendo por miedo a esos extremismos enfermizos. No me quiero bajar porque no puedo creer que no tengamos una base de integridad que quede en nuestra nación para sacarla adelante. No me puedo bajar porque mis hijos, mi nieta y sus hijos me lo reclamarían por la eternidad.
No me puedo bajar porque sé que hay suficientes guatemaltecos que piensan como yo y actúan todos los días con integridad. Actúan correctamente, no por temor a una ley o al qué dirán. Actúan correctamente, no por temor a que los cachen haciendo algo malo sino porque saben que es correcto hacer lo correcto.
Estoy convencido que habemos suficientes guatemaltecos que queremos construir una nación justa, incluyente, con oportunidades accesibles para todos, dispuestos a fajarnos por Guatemala.
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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