Las primeras palabras son para quienes se quedaron a las puertas de la graduación. Es un peso moral enorme. No hay agujero con la oscuridad suficiente para esconder la cabeza. Pero preocuparse por eso y dejarse arrastrar por pensamientos derrotistas es como cubetear agua del laguito aquel hacia la lancha, y debe ser al revés.
La vergüenza social pasará. Es mejor enfocarse en el reto personal. Si no se levantan, se sacuden el polvo y retoman el camino, podrían sentirse derrotados por muchos años. Así que no es hora de lamentarse, sino de hacer el mayor esfuerzo que hayan hecho a la fecha.
Para quienes se graduaron del ciclo diversificado, la posibilidad de una carrera universitaria llama a la puerta. Si tienen la posibilidad de emprenderla, no la desperdicien, pero escojan su carrera por los motivos correctos. Hagan uso de los exámenes vocacionales. Pueden encontrar uno, dos y tres gratuitamente en internet.
El éxito en cierta profesión de alguien conocido o admirado no significa que nosotros vamos a obtener los mismos resultados.
Una equivocación común es escoger una carrera por lo que no es. Por ejemplo, si les cuestan las matemáticas, no escojan una carrera que no las tenga. Esto podría ser un boleto al fracaso. Hay otros errores: escojo la carrera A porque es la única que hay donde vivo. O la carrera B porque es la única que se imparte los fines de semana o por las noches. Si tienen que hacerlo, no bastará para alcanzar sus sueños. En todos estos casos necesitarán algo más.
Hay dos cosas que debemos comprender y que pueden cambiarnos la vida. La primera es que en nuestra sociedad, a diferencia de lo que sucede en países desarrollados, pensamos que el éxito depende de un título universitario. No es así, aunque algunas personas lo repitan sin convicción con tal de justificar su falta de coraje y de voluntad para estudiar.
Si pensamos que el cartón nos resolverá la vida o es el camino para ser valorados, estamos muy equivocados. Conozco médicos e ingenieros que pasaron entre cinco y diez años sin encontrar un trabajo en su profesión. Por otro lado, podría mencionar personas que llevan una vida cómoda y no persiguieron o hasta abandonaron el espejismo de la carrera universitaria como requisito para escalar socialmente. También hay ejemplos de profesionales que sí encontraron una oportunidad y hoy pueden contarnos historias de éxito.
Ante todo esto, ¿cuál es la reflexión que debemos tener?
Empecemos por decir que saber, aprender, analizar, cuestionar y proponer sí son cosas que pueden sacarnos adelante en la vida aunque no tengamos una carrera universitaria. Hay personas profesionales que no saben escribir, que desconocen normas mínimas de ortografía, que no pueden hacer una suma sin calculadora, pero tienen títulos. Algunos tienen varios. Entonces, no son profesionales. Solo tienen títulos universitarios.
Hay que leer mucho y conocer versiones diferentes de lo mismo, pues eso nos desarrollará la capacidad de análisis.
Si decide estudiar, felicitaciones. Hágalo por obtener conocimientos, por dominar un quehacer, por ser útil. Cualquiera que sea la carrera escogida, tendrá éxito. Pero tengamos claro que el título universitario no es una fórmula mágica. El secreto, si se le puede llamar así, está en otra parte.
Por sobre todas las cosas, busquen una profesión cuya práctica les brinde felicidad. Notemos este significado de la palabra profesión: «Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución». Quien no ama su trabajo (de cajera, de chofer, de neurocirujano, de maestra, de economista) no logrará destacar nunca. Amar nuestro trabajo es lo mejor que nos puede pasar. Ya hay en el mundo demasiada gente amargada e incompetente.
Así que se puede ser un profesional exitoso sin tener un título universitario. Conozco un mecánico automotor que por su disciplina, responsabilidad y prácticas éticas ha ganado suficiente para visitar países por todo el mundo. En cualquier cosa que decidan hacer, entreguen su mejor esfuerzo, no se permitan la mediocridad. Eso que llamamos éxito terminará tocando a su puerta.
Para finalizar, no tomen una decisión por influencia de otras personas. Consulten a su yo interior, mediten y, luego de decidir, como jóvenes que son, ¡salgan a comerse el mundo!
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