Suena muy bien y tiene mucha lógica. Muchas personas la repiten y la creen fervientemente.
Lo que sucede es que muchos de los que la repiten fervientemente aprendieron a pescar mientras alguien les regalaba pescado. Algunos aprendieron a pescar (con licenciaturas, maestrías o doctorados) mientras su familia tuvo la oportunidad de darles el pescado a diario. Frito, a la plancha, a la parrilla o con diferentes tipos de salsas, condimentos y platos complementarios. Así es muy fácil decir que a los demás (muchas veces van agregados adjetivos como haraganes) no hay que regalarles pescado, que aprendan a pescar (producir) y que no sean una carga para el Estado.
Cuando tenemos a un porcentaje alto de la población en la pobreza, la pobreza extrema o la desnutrición (aguda y crónica), es complicado decirles que vamos a enseñarles a pescar (lograr que lleguen por lo menos a primaria, que de poco les sirve para ganarse la vida). Y si se mueren por enfermedades, desnutrición o algo más no es problema. Total: ya son muchos y tienen muchos hijos. Ese es el tipo de comentario que podemos escuchar o leer con frecuencia acerca de este tema.
Si supieran que es mejor negocio apoyar a muchos de los guatemaltecos olvidados y marginados por la sociedad para que salgan de la pobreza. No solo porque no tendríamos que seguir regalándoles el pescado, sino porque además así obtendrán una mejor capacidad adquisitiva. Sí, yo preferiría que estuvieran de acuerdo por solidaridad (aunque ahora pareciera mala palabra) e identidad con personas que tienen menos oportunidades que nosotros. Pero si no se puede, me conformo con que lo hagan por las mismas razones egoístas que hoy esgrimen para no ayudarlos: su beneficio personal o el de sus empresas. Que lo hagan para venderles más producto porque tienen más disponibilidad en la bolsa.
Brasil logró pasar de ser la decimosegunda economía del mundo en el 2002 a ser la número seis en el 2012 luego de haber sacado de la pobreza a 45 millones de brasileños. En los próximos cinco años muy probablemente pase a Francia y esté pisándole los talones a Alemania. Ese crecimiento está siendo empujado (entre otros factores) por las mayores escolaridad, productividad y capacidad de consumo de esos 45 millones de brasileños que aprendieron a pescar mientras les regalaban el pescado.
Jeffrey Sachs plantea el concepto de la trampa demográfica como una de las causantes de la pobreza, pero al mismo tiempo como algo que podemos modificar. A menor escolaridad, mayor número de hijos. Tiene lógica y es entendible que una pareja en pobreza decida que los hijos no deben estudiar (especialmente la mujer indígena) porque sirven más apoyando en el hogar, con los otros hijos o con tareas del hogar, y por eso vemos una diferencia en la escolaridad de los niños con relación a las niñas. Brindarles un incentivo (el pescado) a estas familias para que sus hijas vayan a la escuela (aprendan a pescar) genera la posibilidad de romper esa trampa demográfica.
Esta lógica es la que respalda las transferencias condicionadas en efectivo: regalar pescado a población en pobreza extrema mientras aprende a pescar. Romper esa trampa demográfica permite transformar una generación completa en personas con habilidades, capacidades y oportunidades de desarrollo que no tuvo la generación anterior.
Hoy Lucy Lainfiesta tiene el reto de hacer creíble, confiable, eficaz y transparente el Ministerio de Desarrollo Social, los programas que desde allí se ejecutarán y las políticas públicas integrales que permitan generar las condiciones de desarrollo sostenible en buena parte de nuestra población que se ha mantenido al margen de esas oportunidades.
Dios los bendiga. Y siempre les recordaré que toda la gloria, la honra y el honor son para Jesús.
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