Para los actores más poderosos esto no es problema. ¿Para qué se necesita un plan de gobierno cuando la responsabilidad es táctica? En efecto, aquí hay un protectorado informal, centrado en el gobierno de Jimmy Morales. Vivimos hoy en un «Estado, […] gobierno o territorio que es protegido diplomática o militarmente por un Estado o una entidad internacional más fuerte. A cambio de protección, el protectorado ha aceptado obligaciones [...], que varían dependiendo de la naturaleza real de la relación entre ambas entidades».
Los términos de este protectorado informal, por el lado del haber, los pone la Cicig: mejorar el sistema de justicia y perseguir la corrupción. Por el lado del debe también están claros, nunca más que en la reciente felicitación de la Embajada de Estados Unidos al presidente Morales.
El lugarteniente del protectorado tiene una sola función, que es operativa: administrar el protectorado a favor del protector. Lo suyo no es la iniciativa, sino asegurar que las cosas caminen sin sobresaltos. Vale por eso revisar el comunicado de la misión diplomática, centrado en tres puntos: la persecución narcomigratoria y criminal que hoy obsesiona a los Estados Unidos en Centroamérica, la garantía de condiciones para la inversión empresarial extranjera y, para ello, el fortalecimiento de la recaudación y del gasto administrativo público.
En materia de crimen, narco y migración, el comunicado diplomático alude a cuatro avances, escasamente asociados a este gobierno. El primero es la reducción del crimen, que, supongo, se refiere a la visible reducción de los homicidios en los últimos ocho años. Y vaya usted a saber si en efecto la criminalidad general ha bajado. El segundo es el progreso en ¡su propio Plan de la Alianza para la Prosperidad! El tercero es el procesamiento en tribunales de criminales de alta importancia. Yo, en mi ingenuidad, pensaba que los tribunales eran entidades del Organismo Judicial, no del Ejecutivo. El cuarto son las mejoras en seguridad y protección en el aeropuerto. Caben en un cuarto pequeño —tal vez en un baño mediano— los guatemaltecos a los que les afecta este asunto.
El punto de agenda de inversión extranjera lo centra el comunicado en dos «logros». El primero es la calificación de crédito del país, factor de indudable visibilidad global, pero que, como ya dejó clara la debacle financiera del 2008, dice más de las expectativas de los inversionistas que de mejoras reales en la economía. El segundo apunta a la resolución de casos laborales ante la OIT y en el marco del DR-Cafta, un mecanismo que tiene todo que ver con comercio internacional y solo accidentalmente con el bienestar del trabajador, por la insistencia de algunos legisladores estadounidenses.
El plato fuerte, con las más claras implicaciones internas, es el impositivo. Aquí la embajada llama la atención, primero, sobre la recuperación de los ingresos. Pero no se confunda: apenas corremos para quedarnos en el mismo lugar, que el tema es nada más recuperar lo que ya había y que Pérez Molina malbarató. Cuando toque ampliar los tributos y empiece otra vez el debate entre que paguen más los que más tenemos o que mejor paguen los que hoy no tributan, allí se verá la fuerza del valiente. Agrega en segundo lugar la mejora en el gasto administrativo (léase austeridad). Cuénteme algo que no haya visto siempre en los primeros seis meses de cada desafortunado gobierno en este reino de lo circular.
Termina el comunicado con un postre y un digestivo. Primero, el dulce, el tratamiento del agua del lago de Amatitlán, que no porque Baldetti lo haya convertido en circo de negocios turbios debería ser asunto de estatura presidencial. Segundo, un amargo, el halago a la usurpación de funciones que practica el Ejército al construir carreteras y dotar escuelas con mobiliario. Un amargo tenebroso que, en el menor de los casos, remite al interés de Estados Unidos por mantener al Ejército como mandadero en la malhadada guerra contra las drogas y, en el peor, recuerda el interés persistente de algunos en ese país por reactivar el apoyo en equipo bélico a las fuerzas armadas.
Entonces, todo el comunicado pudo plantearse en clave bíblica, como una parábola perversa que resume hasta aquí la gestión de Morales: «Siervo bueno y fiel, porque fuiste fiel en lo poco, te dejaré sobre lo poco».
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