Está claro que los bloqueos viales son molestos, y que, sin duda, están causando pérdidas a todo nivel y en todos los sectores. Son una medida dolorosa, una forma de protesta muy fuerte, pero sin violencia.
Pero hoy tienen una causa justificada que es apoyada por un número creciente de personas. Si no fuese por las enormes molestias y pérdidas que generan los bloqueos viales, la permanencia de Porras, Curruchiche, Monterroso y Orellana en sus cargos no se estaría asumiendo como el problema grave que en realidad es.
Es con las molestias y con las pérdidas dolorosas que causan los bloqueos viales, liderados inicialmente por los 48 Cantones de Totonicapán, que ha crecido masivamente el número de personas que han tomado conciencia activa de las acciones antidemocráticas, criminales y corruptas de la pandilla que hoy todavía controla el Ministerio Público (MP). Los bloqueos han sido como una sacudida para la gran mayoría de la ciudadanía guatemalteca, no acomodada, pero sí inmersa en la dinámica cotidiana de sus labores y actividades diarias.
Los bloqueos han logrado que la molestia y la incomodidad de la permanencia de Porras en el MP se sienta personal, individual. Que deje de ser un problema ajeno.
En esto, el gran mérito del liderazgo de los 48 Cantones de Totonicapán, de las Autoridades Ancestrales y otras organizaciones de pueblos mayas y originarios es que demostraron una cuota muy importante de legitimidad. No todos, por supuesto, pero una gran mayoría de la ciudadanía ha entendido con mucha claridad que la culpable de los bloqueos es Consuelo Porras y su pandilla, no los pueblos indígenas. Quienes no lo entienden así, lo manifiestan con frecuencia con expresiones racistas o una actitud patológicamente egoísta e individualista, incapaz de tener un mínimo de conciencia social o de preocupación por el bien común.
[frasepzp1]
Sin embargo, este tipo de movimientos están expuestos a riesgos y peligros muy serios. Quizá, el peor y principal es la violencia. Momentos de agitación política y social como el actual usualmente son aprovechados por grupos radicales, los cuales a cambio de un minuto de notoriedad mediática o un poco de dinero, tergiversan las posiciones y los discursos, y la naturaleza misma del movimiento cívico. Y ojo, se debe advertir que estos grupos radicales existen en los extremos de ambos lados del espectro político ideológico. Los liderazgos deben continuar alertas, ya que la tergiversación puede venir de cualquier lado y sector.
Por ello, no compliquemos las cosas ni alarguemos innecesariamente la crisis. La solución es muy simple: que renuncien Porras y sus secuaces. Mientras más sectores lo tengan así de claro, más rápido se levantarán los bloqueos y terminará la crisis. Así de sencillo.
Que cada vez sean menos los sectores confundidos por algo tan sencillo. Con ello, quedan más expuestos y asilados los que defienden a Porras y secuaces, ya sea por tener una necesidad imperiosa de impunidad, porque son fanáticos de alguna ideología o credo, son corruptos, o son simples y llanos necios.
Es verdad que los desafíos y luchas pendientes en Guatemala son numerosas y diversas, pero el momento actual exige concentrarse en el objetivo más urgente: desmantelar la mafia que controla el MP, como principal arma de lo que hemos denominado pacto de corruptos. Logrado ese objetivo, se defienden el proceso electoral y sus resultados, el régimen democrático con el cambio de autoridades luego de la transición, y se da un primer paso para recuperar la legalidad y la institucionalidad del Estado.
Más de este autor