Hemos debatido acerca de si hubo genocidio o no. Si la transformación de nuestra sociedad viene por la transformación personal o la transformación del sistema. Si debemos despenalizar las drogas, o por lo menos encontrar alternativas diferentes de combate a las drogas, y los efectos que generan en nuestra sociedad. Finalmente esta semana tuvimos la marcha campesina que puso sobre el tapete, nuevamente, la discusión de la tenencia de la tierra y una política agraria integral.
En ninguno de estos temas llegamos a acuerdos durante las últimas semanas. Sin embargo es interesante ver cuántos temas tan diversos estuvieron sobre la mesa simultáneamente. ¿Demuestra esto una mayor capacidad de diálogo? ¿Demuestra esto que no hemos podido conciliar o consensuar en años sobre estos temas?
En todos estos temas hay posiciones ideológicas extremas que sobresalen en el momento del debate. Es difícil hablar del enfrentamiento armado sin entrar a discusiones más basadas en ideología o emociones. He visto a amigos, colegas y hasta familiares discutir acerca de este tema y llegan a gritos, lágrimas y disgustos muy profundos.
También pudimos observar en las redes sociales llevar la discusión de Guatemorfosis, Arjona y movimientos sociales a niveles de insultos al artista, a los que atacaban o a los que defendían. Los ánimos se encienden y la lógica, la razón y la discusión profunda quedan relegadas a acusaciones de todo tipo.
En el tema de las drogas, la carga ideológica o de hábitos personales prevalece sobre los temas de salud pública, seguridad nacional o incluso políticas públicas en materia de educación.
El último tema en surgir es el tema de la tierra. Un tema que tenemos 60 años de tenerlo engavetado. Un tema que es más tabú que el de las drogas, el enfrentamiento armado o incluso (uno que no surgió en estas semanas pero es más polémico aún) el de la educación sexual. Ojo que también dejé fuera la discusión del tema fiscal que ya es historia pasada, ya tiene más de un mes de haberse aprobado en el Congreso.
Todos son temas complejos, con raíces profundas y con pocos espacios de debate o discusión como sociedad. Son temas que pareciera que como sociedad reciclamos periódicamente para debatirlos. Los debatimos de vez en cuando pero no llegamos a consensos ni generamos decisiones de qué hacer con respecto a ellos.
Nos rasgamos las vestiduras, nos acusamos de todo, nos señalamos unos a otros y pasada la euforia y cual clásico (nacional o español da igual) al rato seguimos para adelante con nuestra temática diaria sin haber resuelto el dilema o sin haber generado políticas públicas integrales y consensuadas sobre los temas planteados. Lo que queda muchas veces son heridas, resentimientos y conflictos que se guardan para más adelante.
En el tema fiscal por lo menos hubo una ley de actualización tributaria que dio por terminado, por lo menos por ahora, el debate. Pero en los demás temas no hay conclusiones, no llegamos a consensos y estiramos los debates (y los insultos y ataques) para más adelante y para otro momento de crisis.
El debate es bueno, el airear estos temas es positivo pero el dejar estos debates inconclusos y sin dirección genera un estancamiento en el desarrollo de nuestra sociedad. No pretendo ni espero que resolvamos todos estos temas (tampoco toqué pena de muerte y aborto) pero sí algunos de ellos son fundamentales para establecer alguna visión de desarrollo sostenible para nuestro país. El más profundo e importante de todos estos varía dependiendo a quién le preguntemos, pero habría que analizar si como sociedad nos interesa resolverlos o nos interesa mantenerlos sin solución porque eso genera fuentes de ingreso o fuentes de poder.
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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