Este ambiente de multi-amenazas se agrava con los daños ocasionados por el cambio climático que nos hace aún más vulnerables.
Es un país de alto riesgo para estos tipos de desastres, y si a esto agregamos los niveles de pobreza en los que vive un alto porcentaje de nuestra población, la vulnerabilidad se vuelve altísima. Una comunidad o familia que no está en pobreza puede mitigar los riesgos y reducir la vulnerabilidad en la que vive. Caso contrario, una comunidad o familia en pobreza o pobreza extrema no solo no logra mitigar los riesgos, sino que incluso en condiciones menos riesgosas su vulnerabilidad aumenta.
Poco o nada podemos hacer para reducir las amenazas que están presentes en nuestro territorio. No podemos eliminar las fallas, o evitar que tengamos tormentas, o disminuir el número de volcanes, o la posibilidad de que hagan erupción. Son amenazas con las que tenemos que aprender a convivir, adaptarnos a ellas y lograr mitigar los riesgos que esas amenazas implican para nuestra población.
Hay lugares en los que esos riesgos aumentan debido al tipo de suelo, a la ubicación en relación a volcanes, pendientes o cuerpos superficiales de agua. Construir comunidades en esos suelos aumenta los riesgos y la vulnerabilidad de la población que allí se asiente. Tenemos una sociedad carente de una cultura de prevención. No es que no estemos conscientes de las amenazas o los riesgos en determinadas circunstancias, simplemente no prevenimos. No actuamos para reducir el posible impacto de esas amenazas en nuestras comunidades.
Hay varios momentos en este proceso. Tenemos poblaciones que ya viven en estas áreas de alto riesgo debido a que no tienen otras alternativas o porque no están conscientes del riesgo. En estos casos, hemos tendido a tratar de mitigar los riesgos en el lugar donde están, en vez de trasladarlos a otros sitios y prohibir los asentamientos humanos en esas áreas. Ejemplos de esto son las cuencas de los ríos, los barrios urbanos marginales en la ciudad o incluso lugares como el Cerro Alux. Lugares identificados como de alto riesgo, pero que sin embargo son ocupados por vecinos en búsqueda de una alternativa de vivienda.
El segundo dilema son los métodos constructivos. Tenemos que poder diseñar y construir infraestructura pública y privada de uso institucional o para vivienda que llene los requisitos de acuerdo a las amenazas latentes en esa área en particular. Hace muchos años las bananeras construían sus viviendas y oficinas en el Pacífico y en el Atlántico sobre pilotes. Lo hacían porque había, periódicamente, la posibilidad de que los niveles del agua subieran y podían poner en riesgo a quienes vivían en esos sectores. Por un tiempo dejó de llover tanto que los ríos, mares o lagos dejaron de crecer y olvidamos esas prácticas.
Después del terremoto de 1976 surgieron recomendaciones para la construcción sismorresistente y tanto AGIES (Asociación Guatemalteca de Ingenieros Estructurales), Conred –en los últimos dos años– y el FHA, han aprobado normas constructivas que, aunque no son de aplicación general, son utilizadas para construir infraestructura resistente a los sismos. Las municipalidades debiesen aprobar como reglamento municipal estas normas y hacerlas obligatorias para cualquier construcción en cualquier municipio del país.
Esto último nos lleva al último problema. Los niveles de pobreza no permiten que muchas de esas normas puedan aplicarse al 100% en los casos de vivienda en áreas rurales o de pobreza urbana. Los costos son mayores y la población no lo puede pagar. Por eso vuelvo a uno de los puntos iniciales. Uno de los principales causantes de la vulnerabilidad es la pobreza y pobreza extrema en la que vive buena parte de nuestra población.
Una de las mejores políticas para la reducción de la vulnerabilidad y la construcción de una sociedad resiliente es el combate a la pobreza. Obviamente esto debe ir de la mano de los sistemas de alerta temprana, de la organización comunitaria, de las normas de uso de suelo, normas constructivas y la educación para momentos en que los desastres se hagan presentes. Pero nada reduce la vulnerabilidad más que el combate a la pobreza.
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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