Para nosotros en el campus San Pedro Claver, S. J., de la Verapaz, el mensaje del primer papa jesuita de la historia nos vino como anillo al dedo. Al día siguiente se graduaron los últimos cinco médicos de la primera promoción que comenzó su periplo de estudios en el año 2009, todos miembros de la primera carrera de Medicina instituida en el norte de Guatemala. Y los primeros médicos graduados desde el puente Belice hasta la frontera norte de Petén con México.
El primer grupo de graduados —en octubre de 2015— fueron 17. De ellos, 11 se sometieron a sendas pruebas para optar a un puesto de médico residente en los mejores hospitales escuela del país. Nueve lograron colocarse como tales. Un hito considerando la cantidad de profesionales de la medicina que compiten por dichas plazas. No solo de Guatemala, sino de Centroamérica y de toda América Latina. Dicho sea, Guatemala, no obstante la precariedad económica de los hospitales, tiene posgrados de medicina que nada tienen que envidiar a países cuya economía es más estable. Prueba de ello es la cantidad de médicos extranjeros que vienen cada año a intentar ocupar un puesto en los programas que les interesa.
De vuelta al tema de la compasión, núcleo del mensaje del papa Francisco, muy posiblemente nos hizo este llamado a los médicos porque tradicionalmente la compasión ha sido percibida como una virtud casi exclusiva de la enfermería. Y hay que recordar que, según el papa mismo, «la compasión es la respuesta adecuada al valor inmenso de la persona enferma, una respuesta hecha de respeto, comprensión y ternura, porque el valor sagrado de la vida del enfermo no desaparece ni se oscurece nunca, sino que brilla con más resplandor precisamente en su sufrimiento y en su desvalimiento».
Francisco recalcó: «La compasión no es lástima, es padecer-con».
En septiembre de 1978, la OMS-OPS y el Unicef organizaron la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud de Almá-Atá, en Kazajistán. El sumario de los propósitos de esta conferencia se llama Declaración de Almá-Atá. Recalca el documento la necesidad de la atención primaria de salud —en su momento— para llevar a la realidad una humana intención: «Salud para todos en el año 2000». Y nunca se logró.
Creo que una de las razones por las que no se pudo alcanzar tal empresa fue precisamente la falta de compasión. Baste saber que en nuestra región II norte hay lugares como la aldea Campur, de San Pedro Carchá, Alta Verapaz, donde por cada 40 00 habitantes hay tan solo un agente de salud, sea este enfermero, comadrona, médico o cualquier persona que ejerza funciones terapéuticas.
Esta falta de compasión estuvo acompañada de no poca dosis de ignorancia. Recuerdo que uno de los médicos guatemaltecos que participó en dicha conferencia fue tildado de comunista a su regreso. Para entonces, Kazajistán pertenecía a la Unión Soviética.
Así las cosas. Así los hechos.
La Universidad Rafael Landívar ha hecho frente a estas especies de noxas con su proyecto educativo. Junto con los médicos graduados el 10 de junio anterior se graduaron 9 enfermeras en el nivel técnico y 89 humanistas entre psicólogos industriales organizacionales, profesores de enseñanza media en educación bilingüe intercultural, profesores de enseñanza media con especialidad en matemática y física, licenciados en educación bilingüe intercultural y especialistas en docencia universitaria.
Todos, absolutamente todos, inmersos en la educación con valores y contextualizados en la realidad de la región y del país. Tal es el afán nuestro, «que a diario busca formar y transformar a la persona y a la sociedad con intención de construir un mundo más humano, justo, inclusivo y libre», según reza uno de los principios del plan estratégico de la universidad.
Otro círculo ha sido cerrado.
Hasta la próxima semana si Dios lo permite.
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