El dilema es decidir qué hacer en las instalaciones de Fegua: si se continúa con la exposición interactiva que aborda la memoria colectiva y las relaciones sociales entre guatemaltecos o si el sitio se convierte en un teatro público (no para Sammy, como maliciosamente señala el titular, aunque es cierto que la propuesta de que se haga un teatro es del señor Morales).
Comenzaré diciendo que es inaceptable que el hermano del presidente de la república abogue por una iniciativa diciendo que lo hace como un paisano más, cuando es obvio que su poder es mayor que el de cualquier ciudadano común. De lo contrario, ¿por qué no gestionó este espacio cuando era un Morales cualquiera, cuando no lo recibían el ministro de Finanzas ni el director de Fegua? Su figura tiene un peso político y, por lo tanto, su injerencia como una de las partes involucradas transforma la decisión en una lucha de poder. Una lucha inequitativa, por cierto.
Para que este debate sea justo y serio, el hermano del presidente debe salir de él para que la discusión sea legítima, aunque siga siendo política.
Además, quienes decidan deberán sopesar la viabilidad de disponer de fondos públicos para hacer otro teatro o mejor arreglar los que ya existen y que están en claro deterioro. El Teatro Nacional y el Teatro de Bellas Artes gritan auxilio desde el fondo de sus paredes y anaqueles.
Hago un paréntesis para agregar un elemento adicional a este debate.
Hace poco, el famoso director de cine Michael Moore hizo un documental titulado Invadiendo el mundo. Se trata de una parodia de la invasión estadounidense a distintos países de Europa. Su intención es conocer y adueñarse de políticas públicas que podrían importarse a Estados Unidos para resolver los problemas sociales que asolan ese país.
En Alemania, Michael visita una escuela secundaria y participa en una clase en la cual la maestra habla con sus estudiantes acerca del genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. La enseñanza de esta materia es obligatoria y forma parte del currículum escolar porque es política pública que los jóvenes conozcan lo que pasó. Los alemanes no intentan ocultar esta historia. Ni pretenden hacer como que no pasó. Por el contrario, aceptan la responsabilidad por lo que hicieron como si fuera «una marca permanente en el alma colectiva». «Como un pecado original» por el que siempre tienen que redimirse, arrepentirse y no olvidar. Porque ser alemán no se trata solo de Beethoven y Bach, sino también de genocidio y maldad, dice Moore en el documental.
El reconocimiento de nuestros pecados forma parte de lo que somos como personas y como país. Eso es lo que han aprendido los alemanes de su historia.
Guatemala tiene ya varios teatros, pero solo tiene una iniciativa que trata de recuperar la conciencia colectiva. Una iniciativa que desenmascara nuestros pecados y deja al descubierto el racismo, la discriminación y los prejuicios que nos caracterizan y que también son parte de lo que somos. Porque ser chapín no es solo ser amable, chispudo y buena onda. Porque ser chapín no es solo Arjona, Gaby Moreno o Pollo Campero. Ser chapín también es ser racista, clasista y, ante todo, genocida.
La decisión final la tomarán las autoridades correspondientes, pero nosotros como ciudadanos, y yo desde este espacio, debemos abogar por que prevalezcan el sentido común y la razón. Tenemos que recuperar la conciencia colectiva y la memoria histórica de este pueblo. ¿Por qué estamos como estamos? debe continuar y consolidarse como una prioridad de política pública.
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