Es más en contra de quienes diseñaron su arquitectura académica y le dieron una orientación religiosa, colonial, elitista, centralista, monocultural, y en contra de quienes la han dirigido y politizado, han desnaturalizado su función formadora y crítica y, como señala Carolina Escobar Sarti, la han vuelto espacio de corrupción.
El desarrollo más que exponencial en los últimos decenios de la ciencia y la técnica universales, la existencia de otras epistemologías (la de los pueblos indígenas, por ejemplo), la intrascendencia de la USAC, la imposibilidad de reformarse, la privatización creciente de los estudios universitarios y las exigencias del cambio social sobrepasan las capacidades de una sola universidad pública. Es necesario descentralizar, abatir el monopolio existente y generar nuevas alternativas en consonancia con la diversidad de pueblos de Guatemala, siempre desde la óptica de lo público. No se trata de crear un proyecto de estudios privados. Eso no es difícil y tampoco es lo que se requiere para el desarrollo integral y para la reforma del Estado.
En la última década del siglo pasado se planteó la necesidad y obligación del Estado de crear la universidad maya, no como una institución para indígenas, sino de y desde los pueblos, con una proyección de inclusión plural de la ciencia y la tecnología. No exclusivamente para estudiar lo indígena, sino para hacer acopio de lo propio y lo ajeno con criterio, conocimiento y enfoque indígena: una alternativa necesaria. La finalidad se planteó para desfolclorizar la academia en su relación con los pueblos indígenas y abatir la relación de poder de la ciencia occidental sobre prácticas y saberes propios.
El tiempo transcurrido ha generado diversas orientaciones derivadas del debate sobre su creación, de las propuestas y de las necesidades contextuales, y por eso es entendible que, al no tener el apoyo del Estado (pese a que es su obligación), por la oposición del racismo académico imperante y por intereses politiqueros, desde distintos ámbitos se ha venido avanzando y hoy tenemos ejemplos de autodeterminación académica como la Universidad Ixil, la Universidad Maya Kaqchikel y otras en proceso de fundación, aunque no con el apoyo de entidades nacionales ni del Estado. Hoy se puede hablar de universidades indígenas o de pueblos, unas funcionando, otras en procesos de organización y algunas más en proyecto, lo cual no solo es válido, sino legítimo también.
Ante la variación de una idea surgida hace 30 años, es necesario aportar algunos lineamientos que, igual, han venido nutriéndose, complementándose y aclarando para que puedan servir al debate actual y a las acciones futuras en esta materia. Un lector dijo que estos aportes no son para debatir, como yo lo planteaba, sino para destruir. Creo que tiene razón: hay que destruir el orden académico colonial, la politización y los intereses corporativos incrustados en la USAC.
Algunos lineamientos actuales de referencia para la universidad maya (o Centro Maya de Estudios Superiores —CMES—, como lo llamamos Enrique Sam Colop —que en paz descanse— y yo alrededor de 1990) podrían ser entender y actuar en función de la globalización y de los procesos de descolonización; aportar para abatir la pobreza, la exclusión, la inequidad y el racismo contra los pueblos indígenas; conocer las tendencias mundiales de la educación superior y adecuarse o aportar a estas; rescatar la epistemología de la cosmovisión maya, de la identidad y de las prácticas y los saberes propios; apropiarse, técnica y científicamente, de las condiciones sociopolíticas de los pueblos indígenas; incluir la pluralidad de la ciencia y de la tecnología (ecología de los saberes, como la llama Theotonio dos Santos); colocar la investigación en la punta de lanza de las funciones o de las responsabilidades; etc.
Solo así se puede comprender la universidad maya como un esfuerzo desde el pueblo maya para que lo social y lo político (no la politiquería) se articulen a la ciencia complementariamente y se superen la exclusión, el racismo y las limitaciones sociales en las que las organizaciones mayas han trabajado. Esos elementos, articulados y constituidos en factores para la construcción de la sociedad y el Estado, con institucionalidad propia.
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