Era la Asamblea Social y Popular. Y ese día, como gesto de lucha, los líderes indígenas hicieron un pasillo y les dieron un clavel rojo a los estudiantes mientras estos amarraban al cuello de aquellos la pañoleta de los sancarlistas. Al terminar la jornada llegaron a la plaza. A las autoridades ixiles se les abrió paso entre aplausos, y muchos reconocimos en ellos una lucha que venía de antes y que no podía estar desvinculada de las demandas de una ciudad que volvía masivamente a las calles. La corrupción nos unió, así como la depuración y la necesidad de una nueva política, pero hay otras demandas que, como esta, nos acercan y nos hacen ser parte de un sistema que no conoce fronteras.
Esta semana, muchas de las organizaciones de la misma Asamblea Social y Popular, entre otras, entran a la Ciudad de Guatemala como lo hicieron varias veces en los meses de movilizaciones de 2015. Vienen caminando. Llevan ya días recorriendo el país. Es la Marcha por el Agua, una marcha pacífica que ha salido en tres columnas con recorridos y tiempos diferentes para evidenciar que el agua es el derecho humano por excelencia. Es también uno de los elementos vitales más dañados por la manera como se hace negocio en este país, desde los monocultivos que la contaminan hasta la extracción de oro, que les quita los ríos a las comunidades, pasando por desastres naturales como el del río La Pasión, del cual nadie se hace responsable. Agua que se convierte en recurso no renovable por la negligencia de no tratarla, cuidarla y devolverla para poder reusarse. Las ansias de lucro frente a la vida llevan ya buen terreno ganado y no hay interés en retroceder. No hay Estado que las obligue a hacerlo.
El problema del agua es de todos y todas, vivamos donde vivamos. Si afecta a San Pedro Ayampuc y a San José del Golfo, afecta a la ciudad de Guatemala, por ejemplo. Nos afecta ya en los barrios a los que no llega el agua si no es por unas horas a la semana, en los condominios cerrados que deben pagar precios altísimos por pipas de agua en verano. Afecta a los vecinos de una zona 16 menos privilegiada, que deben lavar su ropa y bañarse en el río de aguas negras que pasa al costado de una vía. No solo es cuestión de escasez, sino también de calidad. La corrupción también es un problema de todos. Lo ha sido desde hace ya muchos meses. En esos problemas comunes deberíamos encontrarnos, acompañarnos, articularnos, caminar juntos.
Entre los recuerdos de ese 2015, y en la esperanza y el respeto que la Marcha por el Agua me despierta, pienso en el poema de Otto René Castillo, en esa patria que él decidió acompañar y en su coherencia de vida. Leo: «Los ríos se salen de su curso meditado y vienen en manifestación para abrazarte». Y eso es la marcha para mí. Es un abrazo a la vida y una demanda organizativa que articula, un puente de lucha que nos acerca entre las diferentes comunidades de este país, entre los distintos pueblos. Seguramente Otto René Castillo diría que caminaría con la Marcha por el Agua y que la acompañaría. Yo lo digo, y somos muchos más. A caminar, pues, que seguimos defendiendo la vida. Bienvenidos, caminantes.
Un abrazo, Poncho, donde estés.
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